lunes, 17 de septiembre de 2007

Los rincones más bellos de Granada- 3

18 - Por las sombras del bosque de la Alhambra
Compartiendo la tarde contigo

¿Te acuerdas dónde interrumpí mi paseo y relato sobre la Alhambra? Sí, exactamente junto a la fuente de los dos chorrillos. La que hay a los pies de la Torre de los Siete Suelos. Aquí me quedé, frente a la tarde, a la sombra del bosque, recibiendo la caricia del vientecillo y meditándote. Pidiéndote permiso y dándote mi mano para que me acompañaras por los lugares de estos rincones de Granada. Y también, perdido en el inmenso vacío que por aquí has dejado y, al mismo tiempo, asfixiado en el hondo océano de tu presencia por aquí.

Pues, vuelvo a este punto y retomo mi paseo y relato. La acera que traía y venía bajando desde la Torre del Agua hacia la Puerta de la Justicia, ancha y escoltada por los arriates de arrayanes, sigue su recorrido. Discurre muy pegada a la muralla y rozando las torres que he visitado contigo. Ahora voy muy pendiente de los silencios y sombras que por aquí encuentro. Todo se me presenta, parece que cada vez más, lleno de tu ausencia. Ya sé que, hasta hace un momento, has estado conmigo recorriendo los sitios en la muralla de este palacio y llenándolos de ti y de tu gracia. Sigues todavía conmigo pero, lo mismo que cada tarde desde que te fuiste, solo en mi pensamiento y recuerdo. Sin embargo, es tan fuerte la presencia que de ti por aquí has dejado, que sí te veo y oigo y siento en cada latido del corazón. Por eso oigo que me dices:
- Mientras te acercas a la puerta principal de la Alhambra voy a sentarme en uno de los bancos que hay junto a la fuente del rellano.
Te pregunto:
- ¿Y qué vas a hacer ahí sola y sin tener con quién hablar en todo el rato?

Me miras, sacas de tu bolso el reproductor de video y audio, me lo enseñas y dices:
- No me voy a quedar sola. Mientras recorres los interiores de la Alhambra voy a oír un poco de música. ¿Te acuerdas que me grabaste las mejores canciones de ese famoso cantante ruso?
- ¿La de Igor Talkov? Claro que me acuerdo.
- Pues estoy pensando que esta tarde y, en este sitio, es un buen momento, para desfrutarla despacio, sola conmigo, el silencio y las sombras de los árboles de este bosque.
Recuerdo, en estos momentos, que el reproductor también te lo he dejado prestado. Te lo dejé muchas veces para que vieras y oyeras videos de las cosas y noticias que han ocurrido en tu país lejano. Para que no se te olvidara mucho aquel mundo tan tuyo y lo tuvieras un poco más cerca ahora que estaba tan lejos.

Así que te dejo en uno de los bancos de los muchos que hay entre estos jardines, contigo y la soledad y con la música de tu país. Pero antes de seguir te digo:
- Yo continuaré recogiendo las cosas que por aquí me vaya encontrando para contártelas luego y para dejarlas escritas en mi cuaderno.
- ¡Vale!
Y sigo. Sabiendo ahora que, además de estar presente en cada rincón de los que piso, también puedo imaginar que me esperas sentada en uno de los bancos que hay a la sombra del bosque de la Alhambra. Y voy a imaginarlo.

He caminado despacio y ya me aproximo a la Puerta de la Justicia. Pero ¿sabías tú que, antes de llegar a esta torre, hay también una entrada a la Alhambra? Sí, la acera que recorro, de pronto se ensancha por la izquierda. En lo que es carretera asfaltada y por eso muy negra y que sube desde la Cuesta de Gomérez. Aparece un tramo de muralla por la derecha y en ella una puerta con un arco muy sencillo. A la derecha de este arco, también un sencillo letrero donde puedo leer: “Alhambra”. Es por esta puerta por donde pasan los taxis y otros vehículos que traen turistas y otras cosas a los recintos de la Alhambra. Por eso trazaron por aquí la carretera y abrieron la sencilla puerta en un tramo de la muralla. Entro por ella, dejándome, unos metros más adelante, la gran entrada de la Puerta de la Justicia. Remonto unos metros. Subo despacio como si tuviera miedo de encontrarte. ¿Miedo? No, solo que si fuera verdad enseguida creería que estaba soñando. Por eso miro sin prisa y me voy fijando en todo lo que ante mí aparece.

¿Que te explique esta entrada tan insignificante al fabuloso recinto de la Alhambra? No tiene nada que explicar. Es un rincón muy artificial, lleno de asfalto, como te decía, arañado en lo antiguo y con poca identidad. Uno entra por aquí, como yo ahora mismo, y se queda como desorientado al descubrir que, así de sopetón, se encuentra frente al gran palacio de Carlos V. Sin más preámbulos ni presentación. Por eso, ni esta entrada ni el silencio ni el viento es por aquí importante ni tiene gran belleza. Sin embargo, te lo cuento y lo miro. Porque sé que por aquí estuviste. ¿Fue por esta puerta por donde entraste al recinto de la Alhambra aquel día que viniste con tu bicicleta?

19 - La Alhambra no se entiende en profundidad
sin Dios, sin el cielo, sin la eternidad


Y, a pesar de todo, la tarde es sencillamente bella. Traspasada, en su centro, por tu ausencia pero robusta toda en sí de eternidad. La tarde es hermosa, como el más transparente de los sueños a pesar de que faltes en toda ella. Así que si estuvieras, el alma se sentiría plena.

¿Y sabes por qué te digo esto? Porque, aunque en estos momentos lamento tu ausencia y la forma en que te has ido de Granada, me deja muy lleno y fuerte la caricia que recibo del cielo. Su hondo y sincero abrazo. Desde el corazón mismo de la eternidad algo me está diciendo que es bueno el camino que recorro. Que es bueno que te dé las gracias y que te recuerde desde este lugar del mundo y desde este rincón del tiempo. Es bueno que crea en ti y más bueno es aun que lo deje escrito en mi cuaderno.

Así que, desde la misma cumbre de la colina roja, desde el corazón mismo de la Alhambra de Granada, te regalo un nuevo ramo de eternidad, un nuevo sueño blanco, vestido del cielo y perfumado con el gozo que me brinca en el alma. Sigo la ruta que traigo poro aquí y te explico lo que por estos rincones me voy encontrando.

Y te decía que, nada más subir la pequeña cuesta que hay, desde la entrada menor al recinto de la Alhambra, me encuentro frente al gran palacio de Carlos V. El que tú también viste y por eso sabes que se alza justo en el centro total de esta cumbre. En el mismo centro, entre los viejos edificios, lo levantaron. Al lado justo de los palacios árabes, al comienzo de lo que fue la Medina, ciudad pequeña muy pegada a los palacios y al comienzo también de la Alcazaba, recinto militar para defender a la Alhambra. Me paro justo en frente de la fachada de este palacio renacentista, en su lado sur, y miro despacio. Sin prisa ninguna y dejando que el vientecillo me siga refrescando los brazos, la cara, el alma…

Sí, digo bien cuando pronuncio la palabra “alma”. Porque el viento de Granada, el que sube desde la vega y por estas cumbres se escapa en busca de las montañas de Sierra Nevada, siempre es como un beso que el cielo regala al alma. Como si Dios mismo estuviera ahora por aquí llenando la tarde de su gracia. Regalándome el beso, la caricia, el abrazo, el consuelo y la esperanza, que nunca quisiste darme. ¡Fíjate qué desatino! Lo que abraza amorosamente y llena de besos Dios, desde su cielo, lo dejas abandonado y sin ni siquiera una palabra que lo explique. ¿Sentiste alguna vez, en algunos de los días que estuviste en Granada, el beso del viento en el alma? ¿Sentiste el abrazo de Dios el día que viniste a visitar la Alhambra? A lo mejor sí y nunca me dijiste de esto nada.

Y te hago esta pregunta porque pienso que si no sentiste o gustaste las cosquillas de este beso y el calor de este abrazo, no has podido ni podrás nunca entender bien lo que es la Alambra ni Granada ni el perfume de su viento. Porque, los viejos palacios, las calles de la antigua ciudadela junto a estos palacios, los jardines, el agua, el viento, el cielo, las murallas con sus torres, las puertas, las piedras y la tierra roja, el silencio y el caminar de las tardes y mañanas por esta cumbre de la montaña, no se entiende bien si no se es amigo del Dios, del cielo, de la eternidad. Porque la Alhambra de Granada no es solo los palacios, las paredes o las murallas clavadas sobre las cumbres de esta montaña. Este lugar del mundo es pedestal, robusto y claro, de Dios y la eternidad. Por eso Él siempre recibe aquí, dando besos en el alma desde el viento que sube desde la Vega de Granada y regalando abrazos desde los silencios verdes y azules de estas montañas. Sencillos abrazos y dulces besos, invisibles como la caricia del viento, para que el alma sepa que nada hay más grande en esta tierra. ¿Sentiste por aquí el abrazo de Dios el día que viniste a visitar la Alhambra?

Si no fue así, no te preocupes. Si cuando viniste por aquí, con el deseo de conocer a la Alhambra, no lograste verla desde dentro, desde el corazón y el alma, ahora no te preocupes. Aquí estoy yo esta tarde, recorriendo los sitios para poner en cada uno de ellos tu nombre y para guardarlos en las páginas de mi cuaderno. Para regalártelos en cuanto pueda al fin de que lo sepas y descubras una visión distinta de las cosas de esta tierra. Por eso sigo y te cuento.

Y te decía que, nada más llegar, a la izquierda veo una pequeña explanada. Ahí han puesto unos viejos cañones, de hierro macizo. Como si fueran piezas de museo y para decorar. No tienen gran valor pero aquí están. A la derecha me saluda la iglesia, reconstruida no hace mucho y al frente, como ya de he dicho, el palacio renacentista. Me saluda y lo saludo y lo observo despacio. Al fondo y, allá a lo lejos, se ve el barrio del Albaicín, sobre su cerro particular y más arriba corona la ermita de San Miguel Alto. Y ya, al final del todo, se ve el bosque y luego el cielo. Es un cuadro fantástico. Por eso se me clava dentro y por eso te lo regalo.

¿Que quieres saber un poco más de este gran palacio, algo menos viejo que el resto de las construcciones en esta cumbre? Pues te cuento brevemente: El origen del Palacio de Carlos V, justo en el centro de la colina de la Alhambra, se debió a la necesidad de un lugar que reuniese todas las comodidades de la época para el emperador y su familia, ya que el Alcázar, que era su residencia de verano, no cubría sus necesidades.

Carlos V ordenó la construcción del palacio. El arquitecto fue Pedro Machuca, un enamorado del renacimiento y de acreditada experiencia. La construcción comenzó en 1527 y finalizó en 1957. La obra pasó por varias etapas, falta de fondos, sublevaciones que pararon los trabajos... Los techos llegaron a hundirse por abandono.

El palacio es cuadrado, con una fachada principal de 63 metros de ancho por 17 metros de alto. Destaca su patio circular en el centro, único en su estilo y la obra más importante del renacimiento en España. Sólo están decoradas las fachadas sur y oeste en su totalidad. La norte y este, sólo en parte, debido a que el edificio esta unido al Alcázar de la Alhambra.

20 - Por el corazón de la Alhambra

Y ahora desde aquí, en el corazón mismo de la Alhambra, en el mismo corazón de la tarde, con mi soledad y el viento que me abraza, podría irme por cada uno de los rincones y contártelos despacio. Con muchos detalles, diciéndote sus nombres, las fechas y todas esas cosas que se dicen en estos casos. Como en las guías para los turistas. Pero no.

Desde el corazón de la Alhambra y desde el corazón de la tarde y mi soledad, sin más compañía que tu recuerdo, voy a irme para mi derecha. Por la única calle que hay por aquí y, que en otros tiempos se le conocía con el nombre de Calle Real. Va desde el mismo palacio de Carlos V hasta la entrada al parador de San Francisco. Aunque en otros tiempos, cuando todo esto era ciudad junto a los lujosos palacios, esta calle seguía casi hasta el Puente Nuevo, por donde se pasa ahora, desde la Alambra Alta, a los jardines del Generalife.

Pues voy a irme por esta calle hasta llegar a donde ya no pueda seguir, porque son los sitios que, para verlos, hay que pagar. No he sacado ninguna entrada para pasar a los lugares que son de pago. Por eso, me conformaré con dar un paseo por aquí, mirar los sitios y cosas que me vaya encontrando y pensar que en todos ellos estuviste. Miraré las ruinas de las casas que, en aquellos lejanos tiempos, formaron la ciudadela junto a los palacios. Me pararé un rato frente a la iglesia y, desde su explanada, meditaré frente al Albaicín y frente al rincón donde estuvo el cementerio real. Y, al descubrir el empedrado de esta explanada en la entrada de la iglesia, te recordaré subiendo por las calles del Albaicín y asombrándote con el empedrado de los rincones de Granada.

Meditaré un rato frente a los jardines de los viejos palacios, por la izquierda mía y desde fuera y observaré allá a lo lejos las construcciones del Generalife. Pero ya te he dicho que hasta este sitio, desde aquí, no puedo llegar porque no he comprado entrada. Solo podré recorrer aquellos rincones que por aquí permiten visitar sin pagar.

Cuando viniste por aquí ¿si entraste y viste despacio los hermosos jardines del Partal? Nunca me lo dijiste pero supongo que sí. Y supongo que te gustaron mucho. Pero sí sé que, una de las cosas que más te han gustado de esta ciudad de Granada, son las plantas, el verde, el aroma y frescura que hay en los jardines de muchas casas. Por eso, en más de una ocasión, me has dicho:
- En mi ciudad de Rusia, nosotros no tenemos estas cosas. Patios con jardines llenos de toda clase de plantas, flores y tanta agua, no he visto yo nunca por ningún sitio nada parecido a lo que veo por muchos de los rincones de Granada.

Pues eso, que si estuviste en los grandiosos jardines del Partal, seguro que fue para tus ojos un gran espectáculo. Seguro que te impresionaron mucho. Por eso yo esta tarde, pensando en la dicha que sentiste cuando aquel día estuviste, también te regalo este rincón de la Alhambra. Para que tu perfume y recuerdo se funda con el perfume y frescura de esta agua y plantas. Que nunca puedas tu decir, en ninguna parte del mundo, que nadie te ha querido en Granada.

Y, al llegar al Parador de San Francisco, me vuelvo para atrás. Rodeo los muros del palacio Carlos V, recorro su explanada, en la fachada principal. Porque, por delante de la fachada grande de este palacio, se abre una gran planicie. La ando sin prisa y, en un pequeño letrero, leo: “Palacios Nazaríes”. La flecha indica que se encuentran por detrás de Carlos V. Desde esta explanada, aunque no quiera, no tengo más remedio que asombrarme con la imagen del barrio del Albaicín, allá a lo lejos. Es una gran panorámica la que desde aquí se ve. Por allí estuviste y por aquí también.

La llanura, por delante del palacio renacentista, es como una plaza, algo cuadrada. Está pavimentada con grandes bloques de piedra, tiene asientos a los lados y también sombras. La fachada del palacio es muy bonita y a los jardines se les ve muy cuidados. También la limpieza es mucha y esto sí que se agradece. Da gusto venir a estos sitios aunque solo sea para dejar que acaricie el viento, soñar algo y mirar despacio.

Voy a asomarme al patio de este grande palacio. Tú sí lo conoces. Porque, a pesar de todo, has visitado muchos lugares de Granada y has visto muchas cosas en esta ciudad. Es propio de la juventud que ahora tienes y de la inquietud que en ti llevas. Dos grandes valores que te ponen en un muy concreto lugar del mundo y entre los humanos.

Este patio, redondo y alto, por su grandeza y suntuosidad, es una de las más bellas creaciones del Renacimiento. Su amplio círculo, de 30 m. de diámetro, ocupa el centro de la construcción y le rodea un ancho pórtico con 32 columnas dóricas. Las columnas, de piedra pudinga de Loja, corresponden a otras tantas pilastras que decoran el muro del claustro, entre las que se abren arcos, hornacinas y puertas para comunicar con las diversas dependencias del edificio. Igual disposición ofrece la parte alta, que tiene columnas jónicas apoyando un entablamento de piedra de Elvira que forma un anillo de sorprendente ejecución.

Está pavimentado con adoquines de piedra negra y forma un círculo en el centro donde convergen cuatro franjas. Y, justo en este centro, ahora mismo se concentra un grupo de jóvenes. Juegan, ríen, cantan… Y, sin saberlo ellos, le regalan a la tarde y al momento una muy hermosa pincelada fresca. Como sé que aquí estuviste, pues te regalo el momento, la sombra, la alegría de estos jóvenes y el airecillo amigo.

Salgo y me voy por la explanada, para el lado derecho. Para acercarme a la muralla, asomarme a ver con más detenimiento el barrio del Albaicín que recorrí y te regalé la otra tarde y para, desde aquí, haces algunas fotos. Se ve muy bien gran parte del barrio viejo sobre la colina gemela a la de la Alhambra. Distingo con todo detalle la ladera de las cuevas, la ermita, la muralla que sube desde la Cueva de Chorrohumo… Y en este lado, en la colina donde se asienta la Alhambra, en primer plano me quedan los tejados de los Palacios Nazaríes, al fondo el Generalife y más al fondo, los paisajes por donde la Silla del Moro. Es una gran panorámica la que se puede observar desde aquí. Por eso mi siento sobre la pared que me sujeta hacia los jardines y miro.

Observo despacio y dejo volar mi pensamiento. ¿Y sabes qué es lo que me digo? Que este sito, ahora mismo se me presenta, como una imagen viva de las grandes verdades de nuestras vidas. De la tuya, de la mía, la de los otros, la de la humanidad entera. ¿Que por qué pienso esto? Porque, sin pretenderlo, mirando las ruinas que por aquí hay adosadas y protegidas por los mejores murallas, creo que todo se parece mucho a la vida de cada uno de nosotros. Las personas, cada uno de nosotros, construimos palacios, alzamos murallas, sembramos jardines, los decoramos con nuestros mejores sueños y nos decimos a nosotros mismos que todo va a durar para siempre. Que por mucho tiempo que pase y muchos malos momentos que se presenten, lo nuestro sí va a resistir el paso del tiempo.

Y no es así. El tiempo pasa lento pero sin detenerse y desmorona hasta lo más fuerte palacios y, sobre las ruinas, vuelven las cosas a surgir de nuevo. Todo sigue continuamente cambiando. Nada queda para siempre aunque dure diez o veinte siglos. Al final, nuestros palacios, las murallas con las que lo rodeábamos, los jardines, las fuentes, los paseos… se los lleva por delante el tiempo, quedando reducido a piedras y ceniza. Incluso olvidados y también perdido en el hondo océano de la historia. Y, un claro ejemplo de lo que te digo, es lo que sobre esta colina ahora mismo tengo ante mis ojos.

Así que ¿sabes lo que pienso? Que me alegro mucho de ir recogiendo en mi cuaderno tus cosas y mis cosas y mis sueños. Para que queden escritos y permanezcan siempre. Y más me alegra que todo esto yo lo vaya elevando al cielo. Donde realmente nada se va a llevar nunca por delante el tiempo. Porque estoy muy convencido, como ya te he dicho, que solo lo que se cimienta sobre las colinas del cielo y los pilares de la eternidad, permanece siempre. Lo demás, incluso hasta la bellísima Alhambra de Granada, con sus palacios, jardines, fuentes y paseos, se lo lleva por delante el tiempo. Y lo destruirá, lo derribará, lo transformará… Aunque dure diez siglos, ningún palacio construido por los humanos y con piedras y tierra, será nunca eterno. Ni siquiera la Alhambra de Granada.

Tampoco tú ni yo ni ningún ser humano. Pero te digo lo de tantas veces: lo que llevo en mi corazón, lo que sueño, lo que desde el alma me eleva a las colinas del cielo y queda en la presencia de Dios, eso sí que tiene valor para siempre. Jamás lo desmoronará el paso del tiempo. Por eso hoy y ahora, tengo una razón más para seguir creyendo en Dios, en el cielo, en la eternidad. También en ti y en todas aquellas cosas que busco entre los recuerdos que por aquí has dejado.

Dejo mi asiento y meditación y me vengo para el lado de la Alcazaba. Tampoco podré pasar a este recinto porque ya te he dicho que no en comprado entrada. Pero, solo verlos por fuera, también agrada mucho. Son bonitos estos rincones. Me gusta mucho la gran plaza, de tierra y casi rectangular, que se extiende a la entrada de la Alcazaba. En la pared veo un letrero que dice: “Plaza de los Aljibes”. Este es su nombre. ¿Y sabes? Justamente esta plaza, es el trozo de terreno que separa la parte militar de la Alhambra de la parte residencial, ciudadela y palacios. Y se encuentra justo donde la colina comienza a estrecharse mucho. Por eso, todo lo que ocupa la Alcazaba, es el último espolón de la colina, la parte más estrecha, la que se alza sobre las mismas casas de Granada. Y, justo al final de este espolón es donde se alza la gran Torre de la Vela. ¿No lo recuerdas?

Voy a darme una vuelta por esta plaza para llenarme un poco más de las cosas que hay en esta cumbre. Y mientras la ando o me siento, te voy a comentar algunos datos más del recinto de la Alhambra. Por ejemplo: ¿sabes cual es la extensión total que hay dentro de la muralla? ¿No? Pues te lo voy a decir:

Los tres grandes bloques de la Alhambra, la Medina, la Rauda, juntos con los palacios y la Alcazaba, ocupan una superficie de casi 105.000 metros cuadrados. La colina llamada la Sabika, se alza a 700 metros sobre el nivel del mar. Esta colina es un espolón de Sierra Nevada. Penetra en la fértil vega agrícola granadina que es, en la actualidad el principal foco de actividad económica de la ciudad, así como lo fue en tiempos medievales. En la colina de la Alhambra, los distintos espacios situados intramuros están acomodados a los desniveles del terreno sin que fuera preciso realizar grandes movimientos de tierra, adaptándose y aprovechando sabiamente las diferentes cotas, lo que constituye una de las más destacables características de su arquitectura.

21 - Festival de música y danza de Granada,
historia de un sueño


Del Festival de Música y Danza de Granada, también te hablé. Y te di noticias con entusiasmo para animarte y que no te perdieras estas cosas tan buenas. ¿No te acuerdas? Un día te dije:
- Antes de marcharte deberías aprovechar e ir a los conciertos en la Alhambra, a las obras de teatro en el Generalife, al cante flamenco en el barrio del Albaicín, al baile en el Corral del Carbón…
Y me preguntaste:
- ¿Me estás pidiendo que me anime y que no me pierda el gran espectáculo de este festival de música y danza?
- Exactamente esto es lo que te estoy diciendo.

Pero te fuiste de esta ciudad y todavía no sé si algún día disfrutaste de alguno de estos conciertos, obras de teatro o cante flamenco. No me lo dijiste. Sin embargo, ¡si supieras con cuanta ilusión he soñado compartir contigo algunos de estos espectáculos! Tanta que, quizá por eso, anoche tuve un sueño. Ya te habías ido de Granada. Desde hacía casi un mes vivías en tu Rusia del Alma. Pero como en mi corazón y por los rincones de Granada, te has quedado con tanta fuerza, en mi sueño vi las cosas de esta manera.

Una carroza color oro y plata, se acercó a tu residencia. Llegaba tirada por cinco hermosos caballos. Los dos más cerca de la carroza, rojos, los dos siguientes, negros y el primero, en solitario y como guiando a los cuatro de atrás, blanco. Vienen a recogerte para llevarte a un gran concierto que se celebra en Granada. Los caballos que tiran de la carroza se paran en la misma puerta de tu residencia. Un joven muy elegante, vestido de blanco, te esperó unos minutos y, al verte salir de la residencia, se te acercó ofreciéndote sus respetos. Te saludo cortésmente y te dijo:
- Sube a esta carroza. La he traído para que vayas al gran concierto que hoy se celebra en Granada.
Le diste las gracias. Toda estabas vestida de blanco, como la misma luz del alba. Subiste a la carroza y el joven dio órdenes a los caballos para que se pusieran en marcha. Lentamente lo hicieron y, por la amplia avenida de tu ciudad universitaria, se deslizó la carroza. Arrastrada por los cinco hermosos caballos que te he dicho y brillando al primer sol de la mañana.

Surcaste, subida en esta carroza, varias de las calles más bellas de Granada: Jardines del Triunfo, Gran vía de Colón, Reyes Católicos… Y, ya en Plaza Nueva, el joven te dijo:
- Hemos llegado. Este es el sitio.
Te ofreció su mano para ayudarte a bajar de la carroza y, en ese momento, le preguntaste:
- ¿Dónde es el concierto?
Te indicó él con su mano diciendo:
- Mira al frente y verás el escenario.
Miraste al frente y tus ojos se asombraron. Todo estaba, para ti, hermosamente preparado.

El gran escenario, como de cristal transparente y colocado sobre invisibles pilares de viento, se abría ampuloso desde Plaza Nueva, río Darro arriba, por las laderas de la Alhambra y las del barrio del Albaicín. Pero todo, balcones, palcos, sillones, suspendidos en el aire por encima de las casas y de las aguas del río Darro. Y, en el centro, a la altura del Paseo de los Tristes, estaban los músicos preparados. Esperando tu presencia para dar comienzo al concierto. Todos también vestidos de blanco y con sus instrumentos brillando como el oro de la carroza. ¡Que fabuloso escenario y qué resplandor azul claro desprendías!

A una señal del joven vestido de blanco, te sentaste en el balcón de cristal que colgaba desde la cumbre de la Alhambra. Todos los demás espectadores también se sentaron y, a una señal del director, la orquesta inició su concierto. ¡Qué música más bella comenzó a oírse y qué serenidad y sensación de cielo se derramaba por el gran barranco del escenario! Muy concentrada y atenta, desde tu mirador de viento, escuchabas. Y la música resonaba como manada de las aguas del río. ¡Qué gran concierto y qué delicadamente bello se percibía todo!

Yo solo podía verte desde no sé qué lugar invisible. Pero te veía y estaba alegre. Me decía, como susurrando al viento: “Por fin has venido a los conciertos del Festival de Granada. Antes de que te fueras yo quería que gozaras de esto”. No me dijiste nada. Pero ahora, esta mañana, cuando me despierto, el sueño que acabo de tener, también me alegra. Por fin ya he visto cumplido mi deseo. Aunque solo sea en sueño. Pero también estoy triste. Porque sé que te fuiste de Granada, de Andalucía, de España, y no gozaste, como yo soñaba, del Festival de Música y Danza de esta ciudad.

Sin embargo ahora y, para tu información, te pongo aquí dos pinceladas de lo que ha sido, este año, este evento: Del 22 de junio al 8 de julio de 2007 se celebró la 56 edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada con un notable éxito de público y de crítica. Esta es una de las citas más atractivas a comienzos de verano en España. Tiene su origen en los conciertos sinfónicos que desde 1883 se celebraban en el Palacio de Carlos V y en el Concurso de Cante Jondo, convocado en la Plaza de los Aljibes de la Alhambra en 1922, con la asistencia de Federico García Lorca, Manuel de Falla, Ramón Gómez de la Serna, Santiago Rusiñol y otros intelectuales y artistas de la época.


Constituye una verdadera eclosión de actividades artísticas, con gran repercusión nacional e internacional, celebradas en los rincones más emblemáticos de la ciudad. Los conciertos de grandes orquestas sinfónicas en el Palacio de Carlos V, la danza y el ballet en el teatro al aire libre de los Jardines del Generalife, los recitales en el Patio de los Arrayanes de la Alhambra, conciertos matinales en iglesias y monumentos de Granada, junto a los trasnoches de flamenco y músicas del mundo en los barrios típicos del Albaicín y el Sacromonte, congregan cada año a más de 30.000 personas, que acuden atraídas por la magia del espectáculo en espacios únicos. Todo ello, unido al mejor patrimonio de Granada, sus monumentos, sus jardines y su historia, sumergen a la ciudad y al visitante durante los primeros días del verano en una atmósfera de fiesta que crece año tras año.

Este año se ha vendido el 97.5% de las entradas y ha sido secundado por unos 58.147 espectadores. La recaudación en taquilla es aproximadamente de 654.000 euros. Los Curso Manuel de Falla concentraron a 168 alumnos de toda España. Del aforo puesto a la venta, 26.663 localidades, se vendieron 26.001, lo que supone una ocupación del 97.5%. A esta cifra hay que sumarle el número de asistencia a otros conciertos, Matinales y Cafés Concierto, que asciende a 2.991 personas, lo que aumenta el aforo total en 28.992.

22 - Saliendo del reciento amurallado de la Alhambra
Puerta del Vino y Puerta de la Justicia

La Puerta del Vino se encuentra entre la Alcazaba y los palacios de la Alhambra. Justo en el mismo lomo de la gran colina, volcando un poco para el lado de la Puerta de la Justicia. En un trozo de terreno que, en forma de pasadizo no muy ancho, une la parte de la Alhambra Alta y palacios con el recinto militar de la Alcazaba. Es como la primera puerta que hay que franquear, si se sale para ir hasta la de la Justicia o la segunda puerta que hay que atravesar, si se entrar, después de haber dejado atrás la de la Justicia.

¿Y sabes? Yo creo que cuando viniste a visitar estos rincones de la Alhambra, pasaste por esta puerta y te fijaste mucho en ella. ¿A que no me equivoco? Por eso también creo que gustaste de la gran belleza acumulada en esta torre y te quedaste asombrada de ella. Pero, por si alguna vez más en tu vida vienes por aquí, voy a decirte que el mejor sitio para admirar y disfrutar de la majestad de este monumento es justo desde el lado de la Alcazaba. Al atravesar la Puerta del Vino, al frente y antes de subir por el callejón que lleva a las torres de la Alcazaba, ahí justo es el sitio que te digo. Sentada en las escaleras de piedra, frente a la vieja Puerta del Vino. ¿Hiciste tú esto?

¿Qué dibuje para ti un par de pinceladas con la historia de la Puerta del Vino? Brevemente te digo que, la Puerta del Vino es una de las construcciones más antiguas de la Alhambra, quizás de la época de Mohamed II. Hoy se ve aislada a un lado de la Plaza de los Aljibes aunque posiblemente formaba parte de un conjunto de construcciones que cerraba la citada plaza. Desde 1556, los vecinos de la Alhambra depositaban en esta puerta el vino que consumían y que estaba exento de impuestos, lo que explica de donde proviene el nombre, aunque existe otra teoría que dice que su nombre procede de una simple equivocación, una confusión entre las palabras «Bib al-hamra'», Puerta Roja o Puerta de la Alhambra, que se supone el nombre original de la puerta, y «Bib al-jamra», Puerta del Vino, lo cual también probaría que ésta era la puerta que permitía el acceso a la Alhambra Alta.

La fachada exterior es la más antigua. Posee un arco de herradura apuntado y dovelas rebajadas en relieve. En su dintel aparece el símbolo de una llave con un cordón y un tablero de escayola que reza: «Gloria a nuestro Señor el Sultan Abu 'Abd Allah al-Gani Billah», Mohamed V. En la fachada posterior se puede ver un arco con enjutas guarnecidas de decoración policroma de ladrillo. Sobre el arco, aparece un dintel adovelado que sirve de apoyo al segundo cuerpo, donde se encuentra un balcón en el que se puede leer, junto al escudo de los reyes nazaríes y en el cruce de sus arcos, «Sólo Dios es vencedor».

Pues ya vuelvo de dar mi pequeño paseo por la Plaza de los Aljibes, me aproximo a la Puerta del Vino, la dejo atrás y, desde aquí mismo, una calle ancha empieza a bajar. Toda empedrada y muy limpia. Avanzo por ella bajando despacio y ya me voy despidiendo del conjunto de la Alhambra. Porque, siguiendo esta calle, vertiente al barranco de la Cuesta de Gomérez, me dirijo a la Puerta de la Justicia. Y, según voy bajando, por la izquierda, va escoltando la vieja muralla y, por la derecha, un jardincillo, unas escaleras y unos edificios de piedra. Son de construcción moderna. Justo aquí hay un módulo con varios servicios para las personas que visitan estos recintos. Aseos, correros, para comprar bebidas y teléfono. No tienen, estos edificios, ningún valor histórico.

Me voy acercando a la gran puerta de la Justicia, sabiendo que, justo al atravesarla, daré por terminada esta visita mía, regalo para ti, a los rincones de la Alhambra. En cuanto cruce esta puerta, ya me encontraré al otro lado de la gran muralla. Fuera del recinto histórico sobre la colina aunque todavía me encuentre en el centro de las alamedas y jardines que caen por las laderas de esta gran cumbre. La fachada de la Puerta de la Justicia es de ladrillo, tiene un letrero, con el nombre escrito, clavado en la pared y un gran portón de madera, hierro y bronce. Todo de gran belleza. Y sobrecoge pensar en la fantástica y extensa historia que estas paredes guardan. También, seguro, tu figura de cuando aquellos días pasaste por aquí. ¿Te impresionó tanto como ahora a mí?
Nada más entrar, al frente, veo algo que me sorprende. En uno de los huecos existentes para la guardia, veo un retablo donde puedo leer: «Los muy altos cathólicos y muy poderosos señores don fernando y doña ysabel rey y reyna de nuestros señores, conquistaron por fuerça darmas este reino y cibdad de granada, la qual después de auer tennido sus altezas en persona sitiada muncho tienpo el rey moro muley hazen les entregó con su alhanbra y otras fuerças a dos días de enero de mil y CCCCXCII años. Este mismo día pusieron en ella por alcayde y capitán a don yñigo lopez de mendoça conde de tendilla su vasallo, al qual partiendo sus al. De aquí dexaron en la dicha con quinyentos cavalleros e mill peones e a los moros mandaron sus al. Quedar en sus casas en la cibdad e sus alcarias como primer estavan. Este dicho conde por mandamyento de sus al. Hizo hazer este algibe.

Sigo avanzando despacio, como con veneración y comienzo a recorrer el pasadizo. Una bonita rampa que desciende toda pavimentada con ladrillos y trazando curvas. Las voy contando y me sale siete. Y, antes de salir, miro para arriba y me digo que es grandiosa la obra que hicieron en la entrada principal a la Alhambra. Pero comprendo que es normal. El recinto de la Alhambra tenía que tener una entrada acorde a la dignidad que le corresponde. Una entrada que fuera robusta, para ofrecer seguridad y al mismo tiempo hermosa y grande. Y lo consiguieron. Yo hoy, todavía dentro de este pasadizo, me quedo un rato, miro despacio y guardo silencio. Sin palabras pero con tigo en mis pensamientos. Me gustaría que estuviera y vieras y sintieras lo mismo que yo ahora. Pero sigo. Sé que lo que sueño nunca se podrá hacer real. Y sé también que solo soñarlo es bello, muy bello.

Supero lo que sería el umbral, en los primeros metros de la entrada y salgo al espacio abierto que hay fuera del recinto amurallado. Y sí que es un gran espacio lo que enseguida se abre al frente. Como una ancha avenida de tierra, escoltada por la izquierda por jardines preciosos. Por la derecha continua la pared. Pero en este caso ya no es la muralla que protege al recinto de la Alhambra. Te la explico: desde la misma Puerta de la Justicia, por la derecha según se sale, se prolonga un trozo de muralla. Seguro para darle más dignidad a la entrada y para sujetar, en su frontal, por el lado de abajo, a un gran pilar. El famoso pilar de Carlos V. Te comentaré algo más, de este recinto, dentro de un rato.

Porque ahora, sigo bajando por la ancha avenida que me acoge al salir. Una acera muy ancha por la derecha y pegada a la muralla del pilar y, por el centro, todo tierra. Por la izquierda veo una fuente con tres pequeños chorros de agua y unas letras donde puedo leer: “Granada, a Washington Irving, 1859-1959” De este famoso escritor, autor de los Cuentos de la Alhambra, tendré que hablarte algún día. Creo que no has leído su libro y puedo entenderlo. Pero quiero que sepas que con la apasionada descripción que, en este libro hace de las salas más conocidas de la Alhambra y la romántica narración de las leyendas que, se suponía, habían acontecido entre sus muros, la publicación de los cuentos en 1832 y, sobre todo, su reedición y distribución masiva a partir de 1857, supusieron una conmoción tan grande en todo el mundo e hicieron tanto por la fortaleza y por la propia ciudad de Granada, que Washington Irving tiene una placa en su memoria junto a la Puerta de la Justicia. También la parte del monumento en que residió durante aquellos meses, está bautizada con su nombre.

Son espesos los jardines por el lado de esta fuente. Solo unos metros más abajo ya me encuentro con la carretera que sube desde la Cuesta de Gomérez. Justo aquí y, a la altura del Pilar Imperial, traza una cuerva esta carretera y se va para el lado de la Torre de lo Siete Suelos. Es esta la carretera asfaltada por donde pasan los coches que llegan hasta el corazón de la Alhambra. La misma carretera por la que, hace uno rato, sin dignidad, me daba paso al interior del reciento amurallado. Ya te lo dije. Pero sé que tú, cuando por aquí viniste con tu bicicleta, subiste por esta carretera y llegaste al corazón de la Alhambra entrando por la puerta pequeña. La de los coches y carretera asfaltada.

23 - Te encuentro sentada en los bancos del Pilar de Carlos V
a la entrada de la Alhambra, por la Puerta de la Justicia

Donde ya se encuentra el Pilar de Carlos V, saliendo por la Puerta de la Justicia, a la derecha y junto a la construcción defensiva, hay unas escaleras. Para acceder al rellano que se extiende justo por delante del pilar. Y estas escaleras, muy anchas y de piedra, tienen siete escalones. Se bajan, dejan en un primer rellano, empedrado, ancho y largo y, de este desnivel se va descendiendo a un segundo rellano, dos escalones en cada uno y así, hasta cinco desniveles diferentes. El quinto rellano ya se encuentra justo delante del pilar. En este punto se abre la explanada, casi rectangular y también toda empedrada. Dibujando figuras caprichosas con los colores blancos y negros de las mismas piedras.

Por el lado que da al barranco de la Cuesta de Gomérez,
La explanada que hay por delante de la fuente, tiene una pared. Para sujetar la llanura de este rellano en la ladera que cae. Y, esta pared, está construida en forma de asiento con cinco desniveles. De tal modo que, cuando una persona se sienta aquí, queda enfrentada al pilar y a su frontal. Como si el asiento en esta pared estuviera concebido expresamente para esto. Para sentarse a contemplar y meditar con la visión de la fuente a diez metros por delante. Por detrás de la pared que es asiento, toda la ladera hasta el barranco de la Cuesta de Gomérez, es un espeso y alto bosque. La sombra de estos árboles, casi a cualquier hora del día, se derrama espesa por los bancos de la pared. Y, también como, casi a cualquier hora del día por aquí corre airecillo, agrada mucho sentarse en estos bancos.

¿Qué te explique la historia de este pilar, de la explanada y de su banco? Pues sí, para que lo sepas, te diré que el Pilar de Carlos V, conocido con el nombre de Pilar de las Cornetas, es del siglo XVII y fue construido por el Conde de Tendilla. Lo trazó Pedro Machuca, lo ejecutó en 1545 el italiano Nicolao de Corte y lo restauró en 1624 el escultor Granadino Alonso de Mena, con motivo del viaje de Felipe IV a esta ciudad. Tiene dos cuerpos, alzados sobre una pila rectangular de 11,20 metros de larga por 1,70 de ancha y 0,95 de alta. El primero, dividido en tres tableros separados por pilastras decoradas con ramas de granado y escudos de la casa de Tendilla, tiene en los centros de cada tablero, arrojando agua por las bocas, mascarones que algunos interpretan como símbolos de los ríos de Granada, Darro, Genil y Beiro. En el segundo cuerpo, un tarjetón adornado de cintas y lazos y la inscripción «Imperatori Caesari Karolo quinto Hispaniarum regi». En los pedestales que lo encuadran destacan el aspa, eslabón y pedernal, símbolos del Toisón, y las columnas de Hércules con el mundo y el águila imperial. Decoran sus dos lados bellas cartelas y los extremos unos niños derramando agua por caracolas que apoyan en su hombro, remata el conjunto un semicírculo con el escudo imperial y adornado de cintas con el lema «Plus ovltre», flanqueado por ángeles que sujetan delfines. El pilar está adosado a un muro de 6,80 metros de alto decorado con pilastras dóricas y cuatro medallones en relieve con temas mitológicos aludiendo al Emperador y a la Orden del Toisón. Este pilar se encuentra justo al lado del cubo de defensa hecho en 1568 para protección.

Pues, mientras vengo llegando a este rincón entre los bosques de la Alhambra, pienso y ti y sueño encontrarte sentada por aquí. Y, hasta vengo rumiando las cosas que me urgen compartir contigo. Por eso pienso que al verme, lo primero que harás será preguntarme:
- ¿Qué tal tu paseo por los sitios de la Alhambra que yo conozco?
Y te responderé:
- Todo bien. Aunque muy solitarios algunos sitios, llenos de silencios, el sol cayendo mudo y refrescando mucho el viento.
- ¿Y nada más?
- Sí, algo más: tu dolorosa ausencia hiriendo en todo momento y una muy honda sensación de pérdida. Como si no encontrara la manera de apartarte de mi mente ni tampoco la imagen de tu país lejano.

Y pienso que seguro me invita a que me siente un rato junto a ti, en el banco a la sombra de los álamos. Seguro que haces esto y luego me dices:
- ¿Sabes? Me gustaría que me contaras alguna cosa más.
- Pues te digo que, cuando por fin acabe de irse el verano y llegue el otoño y luego el invierno y después la primavera, quiero volver otra vez por aquí.
- ¿Para qué?
- Para recorrer de nuevo estos lugares y verlos bajo la lluvia, por entre las nieblas el invierno y con las nieves sobre las cumbres de Sierra Nevada. Me gustará mucho esto. Por eso los voy a recorrer despacio y otra vez voy a recogerlos para regalártelos. ¿No fue en otoño cuando llegaste a Granada el año pasado?

Guardas silencio y me miras como diciendo:
- Cuando lleguen esos días que imaginas ya estaré yo muy lejos de Granada y de España. Y habrán pasado tantas cosas que quizá ni siquiera me acuerde de estos sitios.
Me duelen tus palabras pero no te digo nada. Estás sentada a la sombra de los árboles que arropan el asiento frente al pilar. Brillan al sol los chorrillos del agua clara y por tu cara se pasea el airecillo fresco y el limpio silencio. Tengo el corazón asustado porque, al verte por aquí, me ha dado un vuelco pero no te digo nada. Con gran respeto sí te digo y te pregunto:
- Vengo cansado de recorrer la Alhambra en solitario. ¿Me puedo sentar aquí cerca de ti un rato?
Me miras y me respondes:
- Meditaba este lugar en silencio. Pero siéntate que quiero comentarte algo. La tarde ya está cayendo, no hace tanto calor, el silencio es bueno y, el momento, quizá sea el mejor.

Junto a ti me siento. No te digo ahora nada aunque vengo lleno y por eso necesito contarte mucho y durante largo rato. Pero me parece hermoso tu lugar, tu quietud frente al pilar y tu silencio. Dejo que seas tú la que hables y digas aquello que necesites. Y, no pasan tres minutos cuando lo haces diciendo:
- ¿Sabes qué es lo que meditaba?
- Puedo imaginarlo pero ¿cómo podría saberlo?
- Pues algo de lo que imaginas es cierto. Pero también estaba viendo, con los ojos del alma, el hermoso abrazo que alguien, desde el cielo y por aquí, nos está regalando.
- ¿Abrazo desde el cielo?
- Sí. Escúchame atento que te lo explico. Y luego te explico también, brevemente y en cuadros, algunos trozos de mi vida.

Y te miro fijamente suspendido en un intenso silencio. Espero tus palabras y, al mismo tiempo, las imagino como si las sacaras del tiempo que la tarde se va llevando entre sus brazos. Pero te digo, antes de que me digas nada:
- Si nos queda tiempo y me lo permites, luego también quiero contarte algo que me parece muy interesante.
- Seguro que me gustará oírlo.
- Y a mí me va a gustar mucho más oír tus secretos. La tarde parece tan profunda y lo mismo la sombra, el momento, el agua del pilar y el airecillo que pasa lento, que es como si todo estuviera preparado y lo único que faltara ahora mismo fueran tus palabras.

24 - Sueño en los jardines de la Alhambra

Me dispongo para escucharte con interés y respeto. Y tú, tal como estás sentada frente al pilar y a los claros chorrillos de agua, despacio y reposado, comienzas a narrar:
- Un momento antes de llegar miraba con calma la serenidad de este pilar. Y meditaba. No tengo claro qué era lo que me absolvía pero meditaba. Quiero que sepas que me gusta mucho la espesura de este bosque, me gustan los caminos que por aquí han trazado, me gusta el ir y venir de la gente mirando y contemplando las cosas por estos lugares y me gusta la serenidad con que el tiempo resbala por estos árboles, la gran colina y las maravillas de la Alhambra. Y también me gusta mucho el sencillo perfume del viento que sube desde el barranco.

En estas cosas estaba yo recogida y las meditaba, sitiándome bien por dentro a la ve que me sorprendía la grandeza y hondura que hay en todos los paisajes que rodean a la Alhambra. Y, no sé por qué, comparaba en todo momento esta magia de los rincones de Granada con los de mi país lejano y los de mi ciudad y mi casa. Son muy bellos y elevados todos los matices que encuentro por aquí y muy escasos y pobres aquellos de allí. Al menos, yo así lo siento. Y, como te decía, solo un poco antes de llegar tú, he tenido como una visión, como un sueño. Y esto es lo que pretendo contarte pero no lo tengo fácil.

Interrumpes tu relato. Sigues pendiente del juego del agua en el pilar que hay enfrente y me miras como preguntando: “¿Sabes qué es lo que deseo decirte?” Te animo diciendo:
- Te estoy escuchando con el máximo interés. Sigue porque me gusta lo que me estas contando.
Me dices:
- Sigo y te digo que en mi sueño me he visto subiendo por uno de estos caminos, por entre el bosque que rodea a la Alhambra. Y subía yo como jugando y a mí misma me veía, no así mayor como soy ahora si no pequeña. Niña de unos diez o doce años. Y conmigo, también jugando, subía un niño que no conozco de nada aunque sí lo sentía muy amigo mío. Me dijo él:
- Ve por el camino de arriba y, cuando llegues al rellano que ves allí, te paras y abres tu paraguas.
Le hice caso y vi que él se fue por el camino de abajo. También llevaba con él un pequeño paraguas. ¿Que para qué eran estos paraguas? No lo sé pero el caso fue que, al llegar al rellano, haciendo caso a lo que me había dicho, me paré y abrí mi paraguas. Algo más abajo abrió él también el suyo y entonces sucedió algo fantástico.

Vi, asombrada y con el aliento contenido, como mi paraguas se quedó pequeño, muy pequeño y en cambio el suyo se hizo grande, muy grande. Tanto que cubrió todos estos bosques de la Alhambra, el barrio del Albaicín y gran parte de la ciudad de Granada. Y a mí me dejó justo en el centro. Como si la bóveda del cielo me arropara con toda su inmensidad y, en lo más recogido de si, me ofrecieran un blando nido. Le pregunté, a este niño, amigo mío:
- ¿Qué es esto y por qué sucede?
Y me dijo, seguro de sí y con mucha claridad:
- Dios, el cielo, nos cubre con su gracia en el mismo centro de la colina y bosques de la Alhambra de Granada.
- ¿Pero por qué sucede?
- Porque has sido hallada digna ante los ojos de Dios.
- ¿Y es bueno esto?
- Es, además de grande y superior, bueno, muy bueno. Así que no temas nada. Sigamos jugando nuestro juego que es la mejor manera de dar las gracias.

25 - Final de la ruta que, por la Alhambra,
he trazado para regalártela


Desde el pilar de Carlos V, sigo mi ruta. Despidiéndome ya, tanto de los edificios sobre la colina roja, como de la muralla, de los caminos que van por estos bosques y también de los árboles y del pilar donde me has contado tu sueño. Donde, durante unos minutos, he querido verte en mi imaginación. Aquí, en sueño y esta tarde, he tenido el privilegio de oír tu voz y también he tenido la suerte de ser tu confidente. Pero sé quek nada de esto ha sido real. Todo pura fantasía mía aunque, en mi alma, sí creo que es cierto. Así que aquí te dejo y sigo bajando.

Por la carretera asfaltada que desciende desde el pilar hacia lo hondo del barranco, Cuesta de Gomérez, camino lentamente. Ya la tarde casi se ha ido. Pero, por entre el bosque, las chicharras siguen con sus cantos. Porque, a pesar de que la tarde ya está casi al final y a pesar del vientecillo, hace mucho calor. ¿Sabías que, los días más calurosos aquí en Granada, siempre son en el mes de julio? Yo sí sé que, en tu país, en cuanto se termina este mes de julio, ya dais por finalizado el verano y pensáis en el otoño. Pues aquí en Granada, hoy es uno de esos días calurosos del verano. Por eso casi estoy sudando.

Voy dejando atrás la parte alta de la colina donde se asienta la Alhambra, la muralla, la Torre de la Justicia, el pilar del agua… Ahora ya me voy despidiendo de estos sitios. Y, como tantas veces me pasa cuando me alejo de los lugares donde me dejo trozos del alma, ahora voy casi llorando. Y más aun por el encuentro, en forma de sueño, que acabo de tener contigo. Un poco antes de llegar al barranco, por la derecha y entre el bosque, me voy dejando las ruinas de un trozo de muralla. Se le conoce a este lugar con el nombre de Puerta de Bibrrambla. Otra más de las puertas que, en aquellos tiempos, hubo para entrar al recinto de la Alhambra.

Llego al barranco, por donde la carretera se bifurca en cuatro direcciones. A la derecha, baja por la hondonada y desciende toda la Cuesta de Gomérez hasta Plaza Nueva. A la izquierda, sube para el módulo de servicios de la Alhambra. Al frente, remonta a la colina, gemela a la de la Alhambra, y se va para el Campo de los Mártires y el barrio del Realejo. Y, a mis espaldas, es el trozo de carretera que vengo recorriendo desde la Torre de la Justicia.

A la izquierda y, aquí mismo, hay un gran ensanche. En la misma hondonada del barranco y casi al final de la Cuesta de Gomérez. Es como una plaza redonda, con una fuente para beber, asientos y un pilar donde se alza una estatua del escritor Ganivet. La fuente se le conoce con el nombre de Fuente del Tomate y el pilar, como el Monumento a Ganivet. ¿Qué no conoces ni sabes nada de este personaje granadino? Te lo digo con dos pinceladas:

Su nombre es Ángel Ganivet y nació en Granada, España, en el 1865. Su familia procedía de la mediana burguesía. Creció bajo los cuidados de su madre, su padre se suicidó cuando Ángel tenía nueve años. Estudió Derecho y Filosofía y Letras en Granada, doctorándose en la ciudad de Madrid. Inició su trayectoria como escritor al publicar el "Epistolario", una colección de cartas, siendo miembro del grupo llamado "La cuerda granadina". Tendió hacia la sátira, con ejemplos como "La conquista del reino de Maya por el último conquistador español Pío Cid". Escribió teatro, "El escultor de su alma" y fue un destacado ensayista, algunos de sus textos más importantes "Idearium español", "Cartas finlandesas", recopilación de artículos publicados en "El defensor de Granada" o "El porvenir de España". Su obra y su pensamiento fue un claro precursor de la venidera Generación del 98, en su afán de remodelación y preocupación por la identidad de España.

El pilar donde se encuentra la estatua a este escritor está sin agua. No me detengo aquí. Bebo en la fuente, lavo mis manos y mi cara y no me siento. Sigo al frente, subiendo un poco y me dejo atrás el barranco. La carretera que baja por este barranco hacia la Cuesta de Gomérez, la han cortado con vallas porque están de obras. Por eso, para salir de los bosques que por este lado de la cumbre rodean a la Alhambra, han trazado una ruta nueva. Para ir andando porque los coches, siguiendo la carretera que ahora llevo, pasan justo por delante del Hotel Palace y se van para el barrio del Realejo. Es por aquí por donde vienen los taxis y los coches que llegan hasta los recintos de la Alhambra.

Pero yo, ya en lo más alto de la colina que da refugio al Carmen de los Mártires, me vengo para la derecha. Hay por aquí un nuevo camino, el que te decía antes, calle de tierra y al final empedrada, que por la colina de las Torres Bermejas, lleva hasta la Puerta de las Granadas. La primera puerta que hay que atravesar, cuando se sube desde Plaza Nueva por la Cuesta de Gomérez. Así que ya sabes: desde la Torre de la Vela hasta Torres Bermejas, cada una en lo más alto de las colinas gemelas, también levantaron una muralla. Va desde lo más alto de la colina de la Alhambra a lo más Alto de la colina del Carmen de los Mártires. Pero, en este recorrido, tiene que atravesar el barranco de la Cuesta de Gomérez. Ahí justo abrieron una puerta y le pusieron por nombre la Puerta de las Granadas.

Ya he llegado a esta puerta. Acabo de recorrer la calle empedrada que viene colina debajo de Torres Bermejas hasta la misma Puerta de las Granadas. Sé que este es el final de mi ruta por aquí esta tarde. Así que tengo que despedirme. Y por eso, ahora mismo, me siento triste, vacío, solo, con las gotas del sudor chorreándome por la cara y con tu recuerdo clavado en mi mente y corazón. ¿Dónde estás ahora mismo y qué haces o piensas? Da igual. Yo te he traído por este hermoso rincón de Granada para regalártelo. Aunque nunca lo sepas ni leas las páginas donde, en mi cuaderno, lo he dejado escrito. Yo lo he recogido y sé que, a partir de ahora, quedará para siempre y dedicado especialmente a ti. Así que ya te pertenece. Lo dejo en tus manos y en las buenas manos del cielo. Dios sí lo sabe y, por eso, a pesar de mi vacío y soledad al final de esta tarde, me siento lleno. Trascendido y con mi corazón rebosando de paz. Para ti, todo mi respeto.

26 / 15 de julio: Tarde del domingo,
Carmen de los Mártires


En la tarde del quince de julio, voy a recorrer otro pequeño rincón de Granada. Con tu ausencia dándome compañía y con el ardiente sol de este verano. Solo siete días hace que faltas de esta ciudad pero es como si te hubieses ido ayer mismo. Así que, como ya he hecho con otros lugares de Granada, el que voy a recorrer esta tarde, también te lo regalo.

La ruta que, para ti voy a trazar hoy, comienza por la Cuesta de Gomérez, sube por la colina gemela con la de a Torre de la Vela, entra al recinto del Carmen de los Mártires, lo recorre por los rincones más importantes y luego anda también todo el espacio del jardín botánico que han hecho por aquí. Un gran recinto verde, muy interesante, en la parte alta de la colina y por eso queda muy elevado sobre la ciudad. ¿Estuviste por aquí algunas de las veces que recorriste los sitios de Granada? Creo que no. Al menos a mí no me dijiste que hubieras estado por estos territorios. Sin embargo, es tan importante este lugar que hasta me atrevo a decir que, venir a Granada y no visitar este espacio, es parecido a como cuando, en un puzzle, nos falta la pieza fundamental para completarlo. Por eso quiero contártelo hoy y también por la luz, el verde, el vientecillo y el cielo azul que por aquí hay.

Luego saldré y, por detrás del hotel Palace, bajaré por la bella calle empedrada, Cuesta del Realejo, que se parece bastante a la Cuesta de Alhacaba. Descenderé esta ladera e iré a parar al famoso Campo del Príncipe, corazón de este hermoso barrio de Granada. En un lugar también antiguo, con rincones muy bellos y con silencios profundos. ¿Que no sabes dónde se encuentra el barrio del Realejo? Te lo explico brevemente: se desparrama al lado sur de la gran colina de la Alhambra. En el lado norte de esta colina es donde se encuentra el río Darro y se configura la Cuesta de los Chinos. Pues al lado sur de esta cuerda montañosa, cogiendo toda la ladera y parte de las tierras llanas hacia el río Genil, es por donde se derrama el barrio del Realejo. Pero este barrio, aunque en algunas cosas es muy parecido al del Albaicín, su situación y las tierras por donde se extiende, son muy diferentes.

También por aquí, cuando luego llegue el otoño y después el invierno, quiero venir. Para disfrutar de este rincón de Granada bajo el misterioso matiz de estas dos hermosas estaciones del año. Porque ¿sabías que desde la parte alta del Realejo se ve perfectamente Sierra Nevada? Pues es cierto. Desde este lugar de Granada es desde donde, con más claridad y grandeza, se ven las imponentes cumbres de Sierra Nevada. Y, en invierno, cuando las nieves cubren todas estas montañas, las imágenes son fantástica observada desde algunos de los rincones de este barrio. También desde muchas plazas y calles de Granada pero, desde el barrio del Realejo, es punto y a parte. Y sé que en tu país y ciudad a ti te sobra la nieve. Pero esto de aquí, lo que estoy intentando describirte, es distinto, muy distinto. ¿No lo viste nunca en algunos de los días que viviste por aquí?

Y, mientras me acerco a la parte alta de la colina que sirve de pedestal al Carmen de los Mártires, te voy a contar algo de tu amiga Tania, la futura mamá. ¿Recuerdas que te dejé dicho que ella te iría contando cosas? Pues cumplo mi palabra y te doy algunas noticias. Hoy ella y otra chica que también conoces porque la has tenido de compañera en la residencia, se marchan de este lugar. Es el último día que tienen para vivir en la residencia universitaria. Se les acaba el tiempo como te pasó a ti.

Y la futura mamá, sí ha encontrado un piso para vivir cerca de la estación del tren. Pero la otra chica, también de tu país aunque de otra ciudad, se va a Málaga con unos amigos, dice ella. Así que la que será mamá dentro de unos meses se queda sola con su embarazo. ¿Que cuando nace su niña? Porque es una niña lo que Tania traerá al mundo. Y nacerá al final de octubre o principio de noviembre. Y por ahora ella se encuentra bien, aunque te puedes imaginar. Sola, sin trabajo, sin dinero, embarazada, en un país extranjero… Pero ella es una gran persona. Muy, muy valiente, humilde, inteligente, agradecida y buena, muy buena. Por eso yo creo que, a pesar de todo, va a tener suerte y su niña nacerá aquí en Granada. A ella se le ve sacando fuerzas de donde no las tiene porque, a pesar de su soledad y escasez de medios, quiere que su niña viva. Un gran ejemplo y por eso, en muchos momentos, me indigno contra no sé quién y contra esta sociedad.

Porque pienso que no hay derecho que tantas personas en este mundo, con tantos medios y dinero, se dediquen solo a pasarlo bien mientras esta muchacha, con carencia de todo, tenga que agarrarse a la vida de este modo a fin de que su hija viva. A ella no le importa perder su vida con tal de que nazca el fruto de su seno. ¡Qué ejemplo de amor y valentía! ¡Y cuanta miseria y egoísmo en tantas personas! Pues por esto me indigno. No hay derecho que solo unos pocos tengamos de todo y mucho, y muchos, por lo general los mejores, carezcan hasta de lo elemental. No hay derecho y por eso le pido al cielo, cada día en mi oración, que bendiga y ayuda a esta amiga tuya. Lo necesita más que nadie. ¿Que por qué no le ayuda alguien, cualquiera, dándole casa, comida y cariño?

Pero aun así ¿sabes lo que pienso? Que será muy hermoso que nazca en Granada la niña de Tania. Una criatura más en este mundo hija de padre español, que la deja abandonada y también hija de madre rusa que da por ella su vida y alma. ¿Quién es el bueno y quien es el malo? Y el padre de la niña que va a nacer tiene dinero. En cambio la madre, ya ves, ni país tiene ni pan ni casa. Pero para la ciudad de Granada, el nacimiento de una niña como ésta, será importante. Y lo será mucho aunque nadie sepa nada, excepto tú, la madre y yo. Sin embargo, como ya te he dicho, sí sé bien que el cielo conoce a fondo todo. Hasta lo más secreto del corazón de cada uno. Por eso te decía que para la ciudad de Granada va a ser un gran honor que nazca aquí la niña de Tania. Mitad rusa y mitad española pero solo arropada por el amor de la madre. ¿Entiendes esto? Yo no y por eso quiero dejarlo muy claro escrito en mi cuaderno.

27 - Por la Cuesta de Gomérez
aproximación al Carme de los Mártires


Como bien sabes, la calle Gomérez es la que lleva directamente a corazón de la Alhambra. Arranca justamente en Plaza Nueva y remonta por el barranco entre las dos colinas que ya te dije. La colina gemela de la Torre de la Vela con la colina gemela de Torres Bermejas.

Esta calle está muy cuidada. Su pavimento es nuevo porque la arreglaron no hace mucho. A los lados hay muchas tiendas con las cosas típicas que compran los turistas. Y, a lo largo de todo el recorrido de esta calle, desde Plaza Nueva hasta la Puerta de las Granadas, discurre con dos bonitas aceras. Separadas de la carretera central con pivotes de hierro rematados con figuras de granadas. No es muy larga esta calle. A unos cincuenta metros traza una pequeña curva para la izquierda y enseguida se ven los árboles de los bosques de la Alhambra. Por donde hablábamos el otro día y por donde me venía, triste y vacío, después de haberte regalado los mejores sitios de la Alhambra y sus jardines. Escrito lo he dejado ya en mi cuaderno.

Voy subiendo ahora mismo por esta Cuesta de Gomérez hacia el Carmen de los Mártires. El nuevo rincón de Granada que voy a regalarte a la vez que también lo dejo escrito en mi cuaderno. Y recuerdo ahora que, en alguna ocasión, me dijiste que alguna vez viniste a la Alhambra montada en tu bicicleta. Pienso ahora mismo que seguro que tuviste que entrar por aquí. Sé que dentro del recinto de la Alhambra moverse con bicicleta es muy complicado. ¿Cómo te las arreglaste? ¿Dónde la dejaste mientras visitabas los sitios? Porque venir a la Alhambra con bicicleta no es cosa sencilla.

La cuerva que la calle va trazando hacia la izquierda es amplia y muy cómoda. Luego se torna un poco recta y traza otra amplia curva hacia la derecha. Vista desde el aire, la Cuesta de Gomérez, es como una ese muy, muy abierta. En realidad, toda esta calle, desde Plaza Nueva hasta la explanada del palacio de Carlos V, es una larga y empinada cuesta. Y es normal: sube desde el mismo río Darro, ya en las tierras llanas de la vega, hasta lo más alto de la colina de la Alhambra.

A las seis y media de la tarde de este domingo, por aquí tampoco hay mucha gente. Solo algunos turistas suben o están parados en las tiendas mirando. Y solo también algunos bajan. Tanto a la derecha como a la izquierda de la calle, dos barrios de casas muy bonitas. Clavados en la ladera que baja para el río y por eso escalonados y con calles muy estrechas. Las casas que me van quedando por la derecha pertenecen al barrio del Realejo y las que voy dejando por la izquierda, son las que suben por la derecha del río Darro. Un pequeño barrio donde se encuentra la oficina de información para los turistas y los baños árabes. Un bonito puñado de casas recogidas porque se recogen como a los pies de la Alhambra pero junto al cauce del río. Y claro que en este momento me surgen la pregunta que te vengo haciendo cada vez que paso por los sitios que recorro: ¿estuviste alguna vez en este rincón de Granada? Creo que no. Las calles son estrechas, muchas con escalones y empedradas. Venir por aquí con bicicleta es casi una odisea.

La famosa Cuesta de Gomérez, creo que no tiene más de trescientos metros de larga. Por eso, en cuanto la remonto un poco, veo la muralla y la entrada de piedra de la Puerta de las Granadas. Por aquí hoy el paso está cortado. También ya te dije que estaban arreglando el tramo que va desde esta puerta, en la vieja muralla, hasta la explanada del monumento a Ganivet. Ahora se entra por un pequeño arco en el lado izquierdo de la gran puerta. Enseguida aparecen escaleras empedradas, en una ancha calle que sube muy empinada. Por la ladera norte de la colina de las Torres Bermejas. Y es largo este tramo de camino y muy pesado de andar por la fuerte cuesta que presenta.

Nada más comenzar la subida por la empinada cuesta que, desde la Puerta de las Granadas me lleva al Carmen de los Mártires, a la derecha veo un texto escrito. Lo han grabado en una gran losa de mármol y la han puesto en la pared. Me paro y leo despacio. Y, entre otras cosas, me quedo con el trozo del final: “Podrán quedar ni aun las sombras de estos muros pero su recuerdo será siempre imperecedero como único refugio posible del ensueño y del arte. Y entonces, el último ruiseñor que aliente sobre el mundo fabricará su sonido y entonará sus cantos como una despedida entre las ruinas gloriosas de la Alhambra. F. Villaespesa”. Y, en la misma pared, como unos treinta metros más arriba, hay dos losas de mármol blanco. En la primera leo: “Fundación Rodríguez Acosa, Instituto Gómez Moreno”. Y una flecha indica que se encuentra en la misma dirección que llevo. En la segunda losa leo: “Carmen de los Mártires, Auditoria Manuel de Falla”.

Subo despacio escalón por escalón. Dejo que mi mente se ocupe en ti y te traigo a este paraíso y a la sombra y el airecillo de la tarde. Mientras yo también me dejo abrazar por el fresco de la sombra y el beso del aire. Por la izquierda me empieza a escoltar la espesura del bosque. Y el airecillo, al llegar a los millones de hojas que cuelgan de las ramas de estos árboles, se deshace en susurros placenteros. Tan delicados y finos que se clavan en el alma y en el mismo corazón de la tarde. Y, aunque esta música no es dolor, parece como si tu recuerdo se avivara y gritara con mucha más fuerza. Como si nada de lo que por aquí me regala el cielo estuviera conforme con lo que has hecho. Porque la razón me dice que todo estaba escrito y bendecido poro Dios, para que fuera hermoso. Y ha resultado todo lo contrario. Y como nada existe en este mundo que no esté creado para la belleza y el gozo, en cuanto sucede l contrario, muchas cosas gritan y gran parte del Universo se revela.

Mi alma huye del dolor, de la ingratitud, de la miseria, de lo negativo, de lo feo. Y como tu recuerdo se ha quedado por aquí tan empañado de algo que roza la miseria, mi alma llora. No está hecha ella para estas realidades tan oscuras y negativas si no para el gozo y la belleza. Porque mi alma es amiga de la libertad, de la luz, de la alegría, de los colores de los bosques y de la música que el airecillo al pasar deja. Y como tú, al irte del modo en que lo has hecho, has negado todo esto, mi alma llora. Quiere elevarse ella a su libertad, a su sueño de estrellas, a su gozo con las cosas limpias, a su juego con las mariposas y a su deleite con la sencilla música de las noches silenciosas frente a las estrellas. Mi alma ama a la vida y está hecha para agradecer y elevarse sobre la tierra. Por eso no entiende y llora y se revela contra la frialdad que por aquí has dejado.

Voy subiendo despacio y cada dos o tres rellanos me paro. Para descansar, recibir la caricia del airecillo y mirar. El aire que esta tarde sube desde Granada llega caliente pero al llegar a estos bosques comienza a tomar la frescura de las hojas verdes. Por eso, todo el airecillo que se pasea por aquí, tiene olor al cielo y acaricia con dedos de terciopelo. Y, en cada uno de mis cortos descansos, tengo para ti unos segundos de recuerdo y una pregunta y casi la misma pregunta: ¿subiste alguna vez por este paseo? Ya sé que es la misma pregunta de una vez y otra pero es porque tú eres continuamente centro.

Y me digo que si subiste por donde yo ahora lo hago, también te quedaras prendada de estos lugares. Porque es bello este rincón, tiene paisajes muy originales y la tranquilidad es casi total y todo estás repleto, como te decía, de sombras y de la mejor música del viento.

En cuanto remonto unos cien metros el camino se divide en dos. Para la derecha se va a las Torres Bermejas. Yo sigo al frente porque es lo más corto para ir al rincón que pretendo. Desde la curva donde el caminos se divide, el ramal por el que continuo, aun se empina más. Perfectamente empedrado y muy reciente. Sé que esto te gustaría mucho. Por el lado de la izquierda, que es el que pega al bosque, al camino le han hecho una canalilla, pequeña acequia, y por ella corre el agua. Clara y fresca y por eso le regala a la tarde una muy honda y amable caricia.

El bosque que me sigue dando compañía por la izquierda es muy espeso. Me admiro y me gusta descubrir que casi todos sus árboles son celtis australis. Una especie muy interesante y casi propia de la Península Ibérica. Y estos que voy viendo, algunos creo que son centenarios. Tienen gruesos troncos, son altos y rectos como verdaderas torres. Es tan denso el bosque y la sombra es tanta que se desarrollan esbeltos buscando la luz del sol. Creo que algunos pasan de los cuarenta metros. Por esto sorprende tanto la belleza de este bosque.

Al terminar de remontar el camino que vengo recorriendo, se torna casi llano. También deja de estar empedrado. Ahora el pavimento es de tierra, albero pero sin polvo. Te digo como otras veces, que aunque solo fuera para contemplar este rincón tan especial merece la pena venir por aquí a disfrutar del bosque. Merece la pena venir no una tarde si no muchas. Para quedarse todo el tiempo que sea necesario por las cosas de estas laderas y barranco.

Termina el camino justo donde ya te he dicho: delante del hotel Palace, ya muy cerca de la explanada que da entrada al Carmen de los Mártires. Sigo al frente para irme acercando. Antequerurla Alta es como se llama este primer trozo del camino que ahora empiezo a recorrer. Si lo siguiera todo, girando un poco hacia la izquierda, iría a salir justo a la Torre de los Siete Suelos. Pero el recorrido que llevo debe continuar al frente. Para ir a salir a lo que se le conoce con el nombre de Paseo de Los Mártires. Al final encontraré la entrada al recinto que vengo buscando. ¿Sabes? En los primeros días del mes de agosto próximo van a asfaltar toda la entrada al Carmen de los Mártires. Al lo largo de todo este mes permanecerá cerrado al público.

La gran cuerda montañosa de la Alhambra, por donde ahora avanzo, se torna casi llana. Aunque es una llanura justo en la cima. Y otra vez ahora tengo la necesidad de hacerte la misma pregunta. Porque tampoco sé si estuviste por aquí o andando o con tu bicicleta. ¿Estuviste y a mí no me dijiste nada? Pues si no fue así te digo que es muy interesante este otro rincón de Granada. Interesante por la historia y también porque es bello. Y se puede visitar gratis.

Antes de llegar, a la derecha, queda el centro cultural Manuel de Falla. ¿Sabías que este gran músico era español? Seguro que sí porque tú eres una chica muy culta. Una de las etapas de su vida la vivió en Granada, justo en el sitio por donde ahora paso. Pues solo dos pinceladas de este recinto.

El Auditorio Manuel de Falla de Granada, es sede y residencia de la Orquesta Ciudad de Granada desde su creación. Fue inaugurado el 10 de Junio de 1978 por la Orquesta Nacional de España. En la cara sur del cerro de los Mártires, cercano al monumental conjunto de las Torres Bermejas, al Carmen de la Fundación Rodríguez Acosta, la Casa Museo Manuel de Falla y al Hotel Palace, el moderno Auditorio Manuel de Falla es obra del arquitecto José María García de Paredes, sede, también, del Centro Cultural y Archivo Musical Manuel de Falla.

Sobre solares que ocupaban los cármenes de Matamoros, Santa Rita y Gran Capitán, en 1978 se realizó el gran conjunto del Auditorio que, con un original concepto de los volúmenes, respetuosos con el entorno, crea unos elegantes y funcionales espacios interiores de alta calidad acústica. En dos salas afrontadas que convergen en el escenario, se resuelve el esquema del espacio principal, bellamente decorado con unos originales faroles granadino, ya convertidos en elementos referenciales de la imagen del monumento, pieza principal en la obra de García de Paredes que con especial cariño cuidó todos los detalles. El edificio en sí se convierte en un afinado instrumento musical, al que se accede por un íntimo y recoleto jardín, propio de un carmen granadino.

28 - Llegando al Carme de los Mártires

En mi cuaderno, donde voy anotando las cosas para regalártelas, estoy dejando algo distinto. Algunos de los rincones de Granada, el aire, la luz, la sombra y tu recuerdo. Pero todo esto desde otra visión muy diferente al común de las personas que conozco. No desde la historia ni para los turistas. Tú has sido por aquí como un sueño en un especial amanecer de primavera y por eso, en mi cuaderno, lo primero que tengo escrito es tu nombre. Después el nombre de esta ciudad y luego los sitios que, siempre contigo en mi mente, voy recorriendo.

A las siete menos diez llego a la entrada de este recinto del Carmen de los Mártires. Encuentro la puerta abierta. A la derecha y sobre la pared veo algunos letreros con los horarios. Todos los días de la semana se encuentra abierto pero, en el mes de agosto, lo cierran. Paso y, antes de comenzar con el recorrido que tengo pensado, en dos pinceladas, te voy a contar algunas cosas que seguro te gustará saber.

Este lugar toma su nombre de los silos y mazmorras que en él existían en tiempos de los árabes, donde se supone que algunos cristianos sufrieron martirio, por lo que las Reyes Católicos erigieron una ermita dedicada a los Santos Mártires. Posteriormente se construyó en el lugar un Convento del Carmelitas descalzos, del que fue prior San Juan de la Cruz, entre 1.582 y 1.588. Aún hoy podemos ver en los jardines el Cedro de San Juan de la Cruz, un ciprés, del que la tradición dice que fue plantado por este santo y, que bajo su sombra escribió su obra "La Noche Oscura del Alma".

El convento fue destruido en 1.842, y los terrenos adquiridos por un particular que edificó en ellos el actual palacete. En 1.958 el Ayuntamiento adquirió la finca, que pasó a propiedad pública. En el año 1.974 es vendida para la construcción de un hotel, que afortunadamente nunca se lleva a cabo, pero se pierde una zona de jardín destinada a bosque y tanto los jardines y el palacete quedan seriamente dañados. Tras la paralización de la obras, el carmen vuelve a ser de propiedad municipal, iniciándose en 1.984 su restauración, primero del palacete y posteriormente del lago, acueducto y jardines, abriéndose al público a medida que las obras avanzaban.

Ahora, este carmen consta de un palacete rodeado de bellos jardines de diferentes estilos, todo ello construido en el siglo XIX. Hay un jardín romántico, con lago, isla, y torreón, escondidas fuentes, el jardín monacal, con cultivos de plantas aromáticas y medicinales, el jardín oriental con una fuente rodeada de palmeras y el patio islámico, con acequia y gruta. Los jardines sorprenden por su variada belleza, la gran frondosidad de sus parterres y las hermosas fuentes cubiertas de musgo. Además, por su privilegiada situación, las vistas sobre la ciudad, la vega y Sierra Nevada son excelentes desde todo el recinto. Todo esto hace de este lugar uno de los más bonitos jardines de la ciudad.

Al frente, según entro, una pequeña gruta hoy sin agua, seca. Cuando otras veces he venido por aquí sí me la encontré toda llena de hilillos de agua clara, muchas plantas acuáticas y variadas florecillas. Preceden a esta gruta dos grandes palmeras y luego siguen otras escoltando la explanada, por la derecha y por la izquierda. La planicie es muy amplia, de tierra y con un buen mirador sobre Granada, en el lado del barrio del Realejo. Hoy, en este gran rellano, han instalado muchas mesas con manteles blancos y sillones del mismo color. Pregunto y me dicen que esta noche se celebra aquí una comida de boda. Es para lo que usan ahora mucho este Carmen de los Mártires. Para celebrar las comidas de las bodas. ¿Sabías tú esto?

Por entre los jardines de este recinto siempre hay pavos reales. Ahora mismo, según voy entrando, me encuentro uno en lo más alto del tejado del palacete, al final de la explanada y antes de los jardines. Grita y no sé decirte qué es lo que le pasa. No está saludando si no más bien llamando o avisando. Sé que allá en tu tierra y país también hay pavos reales.

29 - Las cosas que has dejado sin tu cariño

¿Y sabes? Antes de dar comienzo a mi recorrido por este rincón de Granada, tengo necesidad de comentar contigo un par de cosas. Me brincan en el alma y por eso necesito sacarlas. Porque quiero que sepas que, todo lo que por aquí no he podido compartir contigo, ahora para mí es más hermoso que nunca. Mucho más especial y de una belleza distinta a la que contigo hubiera gustado. ¿Sabes por qué? Porque todo cuanto has dejado por aquí sin tu cariño yo lo he elevado a mi cielo. Desde mi corazón directamente y desde mi sueño. Por eso ahora, cuando miro las cosas, en esta tarde de ardiente sol o en cualquier otro momento, las veo todas como iluminadas. Despreciadas por ti y abandonadas pero amadas por Dios y abrazadas en mi alma.

Y claro que lamento que tú, en lugar de dejar por aquí amor, luz y belleza en las cosas de estas tierras, solo hayas dejado indiferencia y desprecio. Un poco más roto el mundo y un poco más desamparadas las cosas que Dios a todos nos ha regalado. Como si no hubieras sembrado vida. O como si, por los sitios que has pisado, en lugar de dignificar hubieras degradado. Y quizá por esto me duele tanto, tanto, cada paso que doy por estos sitios y cada mirada sobre aquello que me voy encontrando. Es precioso todo y en todo brilla el resplandor de lo inmenso pero de cuanta pobreza tú lo has llenado.

Sigo con mi ruta y continúo contando. Voy ya recorriendo despacio la pequeña explanada de las mesas blancas a la entrada del Carmen de los Mártires. Y me asombro otra vez lo bonito que es este primer trozo del recinto que voy a visitar. Sin duda que, las personas que esta noche celebren aquí la comida de boda, van a pasarlo bien. Al raso frente al cielo, elevados sobre la ciudad de Granada, como en un balcón entre jardines, al fresco de la noche y en este espacio tan amplio y libre. Se me renueva, en la mente, tu imagen y por eso me pregunto: ¿Te habría gustado vivir una experiencia como la que esta noche va a darse por aquí? Creo que sí. Creo que un evento como éste hubiera sido para ti muy interesante. Te habría gustado mucho. Pero mira por donde tampoco has podido. Sin embargo, en la medida que pueda yo, también ahora te lo regalo. Sin ser dueño ni tener arte ni parte ni en este recinto ni en la comida que habrá aquí dentro de un rato.

Para que conozcas más cosas de esta ciudad de Granada. Y, sobre todo, aquellas cosas que soñé mostrarte porque las siento hermosas y las consideraba importantes para ti. Porque esto también es algo que quiero que sepas, por si te sirve para algo cuando alguna vez leas las páginas de mi cuaderno. De mí, si lo hubieras querido, habrías aprendido cosas muy interesantes. Valiosas más que todo lo que te han enseñado en la universidad y mucho más útiles para tu vida que lo que has aprendido recorriendo, en solitario, las calles de Granada. Porque las personas mayores casi siempre llevamos el corazón lleno de lo mejor. Y este es mi caso. Un océano, no solo de ternura y comprensión, sino de madurez y profundidad, es lo que en mí has tenido. Lo mejor de lo mejor para engrandecer tu vida. Y no lo has hecho. Has perdido el tiempo y la oportunidad y, aunque sé que nunca lo sentirás, te digo que es una pena.

Avanzo y sigo regalándote todo lo que por aquí has dejado sin tu cariño. Termino de recorrer la explanada. Subo las escaleras que pegan a la casa. La que es ahora el palacete del Carmen de los Mártires. Remonto hacia el estanque de los patos. Conozco este recinto porque vine por aquí en otras ocasiones. Y te repito, lo que más me gusta de este gran jardín sobre la colina, son las centenarias madroñeras que hay por aquí. Y me encuentro con una que, antes del estanque, crece junto al camino. Tiene un tronco grueso, añoso, retorcido y, de tan vieja, se ha ido encorvando. Por eso es hermosa y el corazón se alegra con su presencia. El camino pasa justo por debajo del arco que traza su tronco. ¿A que tampoco viste esta belleza de Granada? Pues te digo que es un monumento como pocos. Quizá bastante más interesante que muchas de las piezas que muestran en los museos. Así que, como sé que allá en tu país madroñeras si que no tienes, te regalo esta centenaria y sigo.


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