martes, 14 de agosto de 2007

Los rincones más bellos de Granada- 5

46 - Por el Campus de Fuente Nueva y la Piscina Universitaria

Cuando se les hace daño a los amigos es necesario recompensarlos. Para devolverlos a la dignidad que merecen como personas y para rescatarlos. Y también para que en nuestro interior se restablezca la claridad y el gozo de las personas buenas. Porque, cuando le hacemos daños a los amigos, la intranquilidad se instala dentro de nosotros. El malestar, el desorden, la inquietud y el remordimiento. Porque, dañar a un amigo, es como herirnos a nosotros mismos. También a la Creación y a Dios. Pero más a nosotros. ¿Sabías esto? ¿Te ha pasado alguna vez en la vida?

Yo esta tarde, mientras me vengo acercando al rincón de la piscina, te medito y reflexiono de esta manera. Como si dialogara contigo buscando luz para las cosas que han ocurrido. Y por eso me digo que no sé qué oportunidad tendrás de arreglar el mal que por aquí les has hecho a las personas. Te has ido tan lejos y, por aquí, has dejado tanto desolado que será muy difícil que algún día puedas remediarlo. Y, sin embargo, este rincón de la piscina, lugar bonito entre los espacios bellos de Granada, ha sido como tu paraíso pequeño. Como tu refugio para estar contigo. Por donde has vivido, quizá, los mejores momentos de cuantos has disfrutado en España. Yo lo sé y tú lo sabes mejor que nadie. Por eso, cuando esta tarde por aquí me acerco, traigo el alma satisfecha y muy atenta a lo que me vengo encontrando. Como si tuviera muy claro que este rincón sí que te pertenece incluso más que tu residencia.

Lentamente he bajado por la calle Severo Ochoa. Ya llego a la entrada del Campus Fuente Nueva. Recorro la rotonda, busco la puerta que da paso al recinto, entro como recogido en mí y con respeto y miro por si te veo. No podría suceder, lo sé bien pero es mi sueño. Y voy a decírtelo: es la primera vez en mi vida que piso este sitio. Te pasará a ti igual en tu ciudad del alma. Seguro que tampoco conoces todos los lugares que hay en ella. Yo sabía que, Fuente Nueva y los jardines que rodean a la piscina, existían y sabía que era un lugar interesante pero mi mundo y mis sueños siempre han estado en otras partes. Ya lo sabes: en los paisajes de las montañas, sus arroyos, fuentes, cumbres umbrías y solanas… Sin embargo, ahora tú y cuando ya no estás, me traes por aquí para que mis ojos vean y mi corazón sienta. Y me alegro y te doy las gracias.

Porque nada más pisar los primeros metros de este recinto, compruebo que es mucho más bonito de lo que había imaginado. Veo que todo es muy amplio. A la Derecha observo un buen campo de fútbol, con su césped, otro de baloncesto, de tenis… Por este lado quedan las vías del tren de la estación de Granada. Entre los jardines que he dejado atrás y la piscina que vengo buscando. También por este lado quedan los comedores universitarios. Por donde, aquel buen día, tu amiga te trajo. ¿Lo recuerdas? Fue el día de la Ermita de San Miguel Alto, de la Abadía de Sacromonte y de Puerto Lobo. ¿No recuerdas que hacía un sol espléndido y tú eres toda alegría? Yo sí lo recuerdo y tanto que hasta tengo pensado escribir un capítulo especial de aquel acontecimiento. Porque, quizá no lo creas nunca pero aquel primer día de tu presencia, en compañía de tu amiga, puede que sea el más significativo y verdadero en esta ciudad de Granada.

Avanzo por el pasillo central de este recinto. Voy mirando porque me han dicho que la piscina queda a la derecha. Por entre árboles y flores, que es lo que a ti te gusta. Esta ancha, recta y larga calle, la han pavimentado con grandes losas. Es mucho más moderna que el barrio del Albaicín y el del Realejo. También han puesto por aquí asfalto y bancos, a los lados, muy bonitos y cómodos. Y veo que todo este paseo es utilizado por muchas personas. Van y vienen montados en sus bicicletas, paseando, corriendo, haciendo deporte… Es esto un recinto abierto al público y los jardines sí están bien cuidados. Por eso, según voy descubriendo cada detalle, me digo que ha sido bueno que lo conocieras. Me alegro que hayas venido muchas veces a disfrutarlo. De aquí sí que te has llevado un muy grato recuerdo y, a nosotros, nos has dejado mucha esencia de tu alma. Una vez más te agradezco que, habiendo vivido yo tanto tiempo en granada, hayas sido tú la persona que me ha despertado el interés por estos espacios. ¡Fíjate qué bueno!

Veo la piscina. Por el lado de la derecha que es por donde la vengo buscando. Y, al descubrirla, un gozo alegre se aviva en el alma. Como si de pronto supiera que por aquí voy a verte. Pero, como es normal, la piscina está rodeada con una gran valla de seto y alambres. No se puede entrar al no ser por la puerta habilitada para ello y pagando. No me desanimo. Sigo avanzando y me voy diciendo que preguntaré y haré todo lo que pueda para empaparme a fondo de este lugar. Quisiera hacer algunas fotos. Solo para el recuerdo y para ponerlas en mi cuaderno. Aunque me gustaría mandártelas. ¿A que a ti de daría alegría recibirlas? Sé que por mi parte sería un gran detalle pero ¿de qué modo lo hago? Tengo que continuar respetando tu deseo.

Sigo mirando. Giro para la izquierda, llego al bar, pregunto por las taquillas, me indican:
- Veinte metros más y gire para la derecha.
Les doy las gracias y sigo. Aunque es poco lo que veo de la piscina, porque la valla y las plantas me la tapan, compruebo que hay mucha gente. Sobre todo niños y jóvenes. También grupos con sus monitores. Aprenden a nada y esto me hace creer que la piscina es importante.

Se le ve larga, no muy ancha, con divisiones para que los nadadores vayan cada un por su calle, el agua es azul, lo típico en todas las piscinas y, por todo el recinto, parece existir una gran paz. Miro con el deseo de verte pero sé que es puro sueño mío. Sin embargo, sí hago un esfuerzo para imaginarte paseando por el borde de esta piscina, surcando el agua, tomando el sol, gastando la tarde recogida en ti. Uno de los objetivos tuyos al venir por aquí era hacer deporte y tomar el sol. Querías ponerte morena. Y lo primero sí lo conseguiste pero lo segundo, no. Tu tez es blanca, casi como la ropa de lino que siempre vistes o casi como la nieve que cubre tu país en los meses de invierno. Pero tú querías volver morena a tu tierra y lo no conseguiste. Sin embargo, sí has disfrutado mucho del sol de España.

Llego a las taquillas y pregunto:
- ¿Puedo asomarme solo para hacer unas fotos?
Me miran, desconfiando y responden:
- No se pueden hacer fotos. Tendrías que pedir permiso en las oficinas o al director.
Intento explicarle quien soy y lo que por aquí vengo buscando. Pero ni lo consigo ni ellos se fían. Lo considero normal aunque me gustaría recibir otro trato. Te pienso y, sin palabras, te digo:
- Ya ves, no me dejan ni siquiera que me asome a la piscina que tanto te ha gustado y disfrutado. Tú sí sabes que solo quería vivir la experiencia para regalártela pero no importa. Yo sí sé que por este rincón estuviste y por eso tengo tanto interés en pisarlo. No puedo hacer ninguna foto, como había pensado, para el recuerdo pero sigo con mi entusiasmo.

Me retiro, regreso para atrás, sigo avanzando y, desde fuera y sin perspectiva ninguna ni buenos ángulos, sí hago algunas fotos. Para mi satisfacción personal y para que no se me olvide mucho este rincón de Granada. Porque, a pesar de no haberme dejado verlo, me sigue gustando el sitio. Tiene tu presencia, está lleno de de ti y por aquí viviste gratos momentos.

Me dispongo a seguir mi recorrido por el largo y ancho paseo que surca este reciento cuando, me encuentro con tres jóvenes. Dos muchachos y una chica. Ella se parece a ti. Creo que eres tú. Los tres avanzáis portando maletas y parece que no camináis por este suelo. Como si no pisarais el asfalto de la anchan avenida. Y, como la muchacha tiene tanto parecido contigo, el corazón me da un vuelco. Me restriego los ojos para asegurarme de que estoy despierto y, al mismo tiempo, me pregunto:
- ¿Qué haces por aquí si ya te has ido de Granada y de España?
Pero llevas tu maleta y todo parece real, muy real. Por eso no puedo resistir preguntarte:
- ¿A dónde vais cargados con este equipaje?
Me miras y respondes:
- Me han premiado con una beca Eramus para estudiar idiomas en el extranjero. No voy sino que vengo de un país muy lejano. Llego ahora mismo a Granada y me iré dentro de un año.
- ¡Qué suerte has tenido! Y lo digo por lo de la beca, por haber elegido a esta ciudad y por haberte encontrado conmigo.
Y ya no me dices nada más. Tampoco yo me animo a seguir preguntando.

Nuevamente restriego mis ojos y, al mirar otra vez, ya no estás por aquí. No te veo. Ya te has ido porque ha pasado un año y has regresado a tu país lejano. ¡Como corre el tiempo y con cuanta fuerza se queda la vida en los días doliendo! Acabas de llegar y, nada más conocerte y compartir contigo dos palabras, ya te marchas. Dejando, por este rincón de Granada, tus alegrías, juventud y sueños. También tu figura surcando las aguas de la Piscina Universitaria del Campus Fuente Nueva y portando las maletas en busca del avión para irte lejos, muy lejos. Sin embargo, ¡ay que ver cómo te quedas palpitando y viva por todos los sitios de esta ciudad y en la fantasía, el corazón y los sueños de los que te hemos conocido!

47 / 17 de julio: Por el corazón de Granada, acercándome a la Catedral

En la vida, deberíamos pasar pruebas de bastantes cosas. Como haces tú con los idiomas que estudias. Esto ya está bien y sirve para algo. Los estudios, el conocimiento, la cultura, siempre sirven y son necesarios. Pero las pruebas que deberíamos pasar y, quiero decir, son otras, mucho más valiosas que las que haces tú cuando te examinas de idiomas, de literatura, de filosofía…

Por ejemplo: todos los humanos deberíamos someternos a las pruebas de saber amar, saber respetar, saber valorar a los demás, saber adivinar y dar a cada uno aquello que necesita, quiere y merece, saber no agobiar ni reprender… Sí, de estas cosas y otras que voy a decirte, deberíamos, cada persona, hacernos pruebas. Para ver si estamos o no preparados para los objetivos y empresas que soñamos. Pero especialmente, cada uno de nosotros, deberíamos someternos y superar las pruebas del gusto por lo bello, del grado de sensibilidad a las puestas de sol, a los colores de las flores, a la necesidad de volar, a la capacidad de usar la libertad… Y especialmente tú y muchas chicas jóvenes, deberías someteros para comprobar si superáis o no las pruebas de la sensibilidad por lo bello, por lo elevado, por lo puro, por la suavidad de la caricia del viento y por el respeto.

Porque no es gran cosa saber muchos idiomas, haber viajado mucho por el mundo, haber leído importantes y extensos libros y conocer los más hermosos monumentos. No es gran cosa esto aunque sí sea bueno y necesario. Si tú y yo y otros muchos, no estamos preparados para volar y ser amigos del viento y para saber apreciar la libertad que disfrutan las mariposas, nos falta lo esencial, aunque tengamos muchos estudios universitarios. Por eso te decía que debemos, todos los humanos, someternos y superar pruebas de lo que nunca nos examinamos. Y cuando hablo de esto siempre pienso en ti.

Porque ¿qué fue lo que viviste, qué has aprendido, qué experiencia te has llevado de lo que muchos llamamos Corazón de Granada? ¿Te suena la Catedral, la Alcaicería, la Plaza de la Romanilla, la Plaza Bib-rambla…? Creo que sonarte sí te suena y hasta creo que, en estos lugares, estuviste muchas veces. Por eso sabes que la Catedral de Granada se alza casi en el centro de la ciudad. Y sabes que este monumento fue proyectado por los Reyes Católicos, en 1501. Lo mandaron construir porque querían levantar, en esta ciudad, un gran símbolo a la cristiandad. Y pretendían que estuviera a la altura o superara a todos los monumentos árabes que había, por aquellos tiempos, en esta ciudad. Y decidieron que se levantara en el mismo lugar que ocupaba la mezquita mayor. Por esto y otras cosas, la Catedral de Granada fue mezcla de varios estilos. Se pensó como gótica, se construyó renacentista y la fachada fue barroca. Pero, la grandiosidad de este monumento, se encuentra en las columnas que hay en la nave central.

¿A que sí conoces todos estos detalles de la Catedral de Granada? Son cosas sencillas que se pueden leer en muchas guías para los turistas. Pero yo, esta tarde, ya diecisiete de julio y a once días de tu marcha, a mi manera, quiero contarte este otro rincón. El rincón del Corazón de Granada y algunas de las calles y plazas que lo forman. Contigo, solo una vez pasé por aquí y fue muy de prisa. ¿Recuerdas la tarde del tres de mayo? Día de las cruces en Granada. Estaba nublado y, a ratos, llovía. Pero era una tarde hermosa, muy hermosa. A media mañana te dije:
- La fiesta que se celebra hoy en Granada es única. Ya que vives aquí, deberías aprovechar y conocerla. Es una oportunidad también única en tu vida.
- ¿Y de qué cosas está formada esta fiesta?
- De cruces por las calles y plazas, de tablaos flamencos, de flores en las cruces que ponen en los altares de plazas y calles, de gente paseando con su familia, niños, amigos…

Y me dijiste que querías conocer esta fiesta aunque no te vi con mucho entusiasmo. Pero sí me preguntaste:
- ¿Y puedo llamar a una amiga para que venga?
Lleno de ilusión te dije que si y luego me ilusioné más pensando en todas las cosas hermosas que podrías ver en la tarde de este día de las cruces. ¿No te acuerdas como me brincaba de gozo el corazón? ¿Y recuerdas que comenzamos el recorrido por la calle Cárcel Baja? Pues por esta misma calle, yo hoy doy comienzo al recorrido que pretendo contarte. Meditando tu ausencia y vivo, en mi alma, tu recuerdo. Y pensando, como te decía al principio, que no solo es suficiente en la vida conocer y saber muchas cosas. Hay que tener el alma preparada para saber gustar la belleza y, remontar y volar, cuando las circunstancia así lo requieran.

48 - Olores y rincones singulares de Granada

La calle Cárcel Baja es, yendo desde los Jardines del Triunfo, la antepúltima que, al final de la Gran Vía, se aparta para la derecha. Un poco más para adelante, también por la derecha, aparece la calle Oficios y luego la calle Zacatín. La siguiente, ya final de la Gran Vía, es Reyes Católicos. Así que la Catedral de Granada queda rodeada, al levante, por la Gran Vía, al sur, por calle Oficios, al poniente, por la Plaza de las Pasiegas y al norte, por la calle Cárcel Baja.

Desde la Gran Vía, esta calurosa tarde de julio, me aparto y sigo mi ruta por la calle Cárcel Baja. Contigo en mi mente y con la ilusión de regalarte este otro bonito rincón de Granada. Y la calle me la encuentro casi solitaria. Tú estás presente pero mi soledad es total. Aunque por aquí siempre hay muchos turistas.

Enseguida, nada más avanzar cien metros, por la izquierda, aparece un ensanche. Y, en esta anchura, Placeta de Diego de Siloe, una terraza con sus mesas. Por esta zona de Granada, es lo que más abunda, en las puertas de los restaurantes y de los bares. En esta plaza las mesas ya están preparadas y, sentadas en ellas, algunos turistas. Sé que por aquí sí pasaste algunas veces pero no tengo noticias de que, en alguna ocasión, te sentaras en esta terraza. Es muy bonita y, como no hay coches, también se recoge tranquila. ¿Y sabes? Esta pequeña pero hermosa plazoleta, se alarga dándole la vuelta a la catedral por el lado de la Gran Vía. Por eso es todavía más curiosa y bella. En uno de sus lados, el de la derecha, queda la recia pared de la catedral. Y, desde ella, la sombra de la tarde, se proyecta llenando de fresco el rinconcillo de las mesas para los turistas.

Continúo avanzando por la calle que ya te he dicho, Cárcel Baja. También por la izquierda de esta calle se alza la gran fachada norte de la Catedral de Granada. Y, por este lado, también la sombra se derrama en la acera que recorro y el airecillo me regala delicados efluvios de plantas aromáticas. Es por este rincón donde, algunos días del año, hay puestecillos donde venden muchas clases de plantas. Muy olorosas todas, muchas de ellas traídas de las montañas, para curar enfermedades, la mayoría y, otras, solo para perfumar y condimentar comidas. Y es tanto el olor que desprenden estas plantas que llenan toda la calle y rebosa por arriba y por abajo.

¿Viste algún día estos puestecillos de plantas aromáticas? ¿Disfrutaste de los aromas que de ellas manan? ¿Qué pensaste o qué te pareció? Y te lo pregunto porque también creo que en tu Rusia, no hay nada parecido a estos mercadillos de Granada. ¿O sí y yo estoy desinformado?

Desde luego, si algunas de las veces que por aquí pasaste me hubieras permitido venir contigo, te habría comentado. No todas pero sí muchas de las cosas que conciernen al mundo de las plantas aromáticas. Como ya te he dicho, gran parte de las plantas que aquí venden son de las montañas. Y por eso las conozco bien y sé sus propiedades y su historia. Porque, esto es otra cosa que tampoco has aprendido de España. Las plantas y flores hermosas y únicas que crecen en las montañas granadinas, al sur de la Península Ibérica, Son muchas, todas muy bellas y de colores y aromas finísimos. Y decoran armoniosamente laderas, cumbres, llanuras y arroyos de estas montañas. Seguro que te habría gustado mucho conocer este mundo y vivir esta experiencia. Por eso te digo que es una pena más que no hayas vivido esta otra realidad. Ahora seguro que no la echarás de menos ni la recordarás porque no se ama lo que no se conoce pero en tu vida si tendrás siempre esta carencia. ¡Con lo completa que es tu vida y lo mucho que luchas para tenerla cada día más llena!

Por aquí mismo y, a la derecha, me va quedando el mercado de San Agustín. ¿Tampoco sabes lo que es esto? ¿Ninguna vez viniste por aquí? Pues te lo explico muy brevemente y sigo.

El mercado o plaza de abastos, es algo que procede de tiempos lejanos. De cuando en las ciudades todavía no existían lo grandes centros comerciales. Para que las personas se abastecieran de los productos necesarios para la alimentación, se crearon los mercados. En casi todas las ciudades y muchos pueblos grandes. Y casi siempre estaban en el centro. Como éste que ahora mismo voy dejando a mi derecha. Ya no es tan grande como en aquellos tiempos pero todavía, si entras dentro, puedes ver muchos puestos. Como tiendas pequeñas donde se venden las verduras, las frutas, el pescado, las carnes… ¿En tu país existen estos recintos? También creo que no y por eso, una vez más te digo que, no haberlo conocido antes de irte, ha sido desafortunado. Otra pequeña laguna en la oportunidad y experiencia que por aquí has tenido. Porque, este Mercado de San Agustín y otros, son trozos muy singulares de la gran ciudad de Granada. ¿No lo sabías?

La ciudad que ha sido tu casa durante un año y ahora intento regalarte. Para que sepas más de sus cosas y personas. Y, ya estás viendo: además de los verdes jardines, fuentes, ríos y flores, también en esta ciudad hay rincones tan peculiares como éste, junto a la catedral. Con olores a plantas silvestres, con terrazas limpias y frescas para los turistas y con mercados históricos. Merece la pena conocerlos, vivirlos y olerlos. Para tener una visión más real y clara de lo que fue y es Granada.

49 - La fuente de la Catedral de Granada

La mayor parte de nuestra vida ¿sabes a qué lo deberíamos dedicar? A Ordenar y clarificar las cosas en nuestro interior. Con el mismo interés y de igual forma a cuando tú preparas los trabajos para examinarte. ¿Que para qué es necesario ordenar y depurar dentro de nosotros? Para estar siempre orientados y tener una idea exacta del valor que tienen las cosas por las que luchamos y las que cada día nos rodean. Sí, esto que te digo, debería ser prioritario en nuestra vida. Yo lo hago cada mañana, cada tarde, cada día y no me cuesta tanto.

Por eso, cuando esta tarde voy caminando, recorriendo las calles hacia el corazón de Granada, veo y siento todo desde dos perspectivas. Desde los ojos de la cara y desde el corazón, desde el alma. Y las voy ordenando. Para ver con claridad qué valor tiene cada una de estas cosas. ¿Y sabes? Al mirar al frente, según camino, descubro la torre de la catedral. Alzada como un enorme pedestal y sobresaliendo de entre todos los edificios que le rodean. Como si me saludara y, al mismo tiempo, me llamara para acercarme un poco más a mi sueño. ¿Recuerdas aquella tarde de las cruces de mayo? También te saludó esta torre y lo hacía como engalanada con un traje nuevo, mucho más hermoso que el de hoy. Porque, al fondo, el cielo azul y las nubes blancas y negras, la enmarcaban como entre hermosos castillos mágicos.

No te diste cuenta ni tu amiga tampoco pero aquella tarde, la torre inacabada de la Catedral de Granada, te saludó como iluminada. Y hasta me pareció que te decía:
- No te vayas nunca de Granada, tú que eres digna de ocupar un trono en el mismo cielo. Tu sonrisa es hermosa y tu corazón está lleno de los mejores sueños. No te vayas nunca de Granada. Yo me encargo de hablar con las estrellas y de llamar a las puertas del cielo para que te reciban en ese reino.
Pero tú, aquella tarde, ni advertiste esto ni creo que descubrieras la robustez y belleza de la torre que te saludaba. Yo esta tarde, mientras sigo mi caminar lento, sí medito y tomo nota para dejarlo recogido en mi cuaderno.

Y llego al rincón de las plantas aromáticas. Por aquí la calle comienza a estar empedrada. Pero en este caso no con piedras del río sino con losas grandes. No pasan por aquí coches y por eso es más cómodo caminar por ella. Miro para mi izquierda y, junto a la pared de la catedral, veo la fuente de los tres caños. Pasaste aquel día tan metida en ti y, tan ocupada con tu amiga, que ni siquiera viste esta fuente. Quise mostrártela pero como no hacía el calor de esta tarde sino que llovía, no te distraje de tus cosas. Pero ahora, al ver la fuente y sus claros chorros, dejo mi camino y me acerco. Para beber un sorbo y para refrescarme los brazos. Y también por lo que te decía antes: para colocar en su lugar concreto, dentro de mí, este rincón y momento.

Antes de beber observo despacio. Cada uno de los caños tiene una figura diferente. Tallada en piedra y parecen cabezas de leones pero no lo son. Bebo un sorbo, lavo mis manos y brazos y medito un poco. Te traigo a mi mente y me pregunto dónde estarás ahora mismo y qué harás. Te mando, desde esta fuente que también desconoces, un saludo. Elevo una pequeña oración al cielo y me aproximo a uno de los que venden las plantas aromáticas. Le pregunto:
- ¿Con qué nombre se le conoce a esta fuente?
Me mira, como observando, y responde:
- Por aquí, todos la conocemos como la Fuente de la Catedral. Y es buena esta agua, sabe usted.
- No lo dudo. Toda el agua de la ciudad de Granada es buena. Sé que, parte de ella, viene de las nieves de Sierra Nevada y, el resto, de las montañas que conozco.
Y le doy las gracias y sigo.

Ya sabes: en la fuente de los tres caños, en la misma pared de la Catedral de Granada, hay agua buena, sombras espesas y olores mágicos. Huela a plantas aromáticas sazonadas con muchos trinos de pajarillos. Por aquí pasaste aquella tarde y tampoco viste ni gozaste de la sencilla belleza del rincón del ni del agua fresca que tiene sabor a nieve pura. Sin embargo, como para ti vengo esta tarde por el lugar y bebo en ella, te repito lo que te contaba al principio: que la mayor parte de nuestra vida la deberíamos dedicar a clarificar las cosas en nuestro interior. Para darle el valor que se merecen, aunque sean incluso los detalles pequeños que por cualquier sitio encontramos. Para así aprender a conocer todo en su justo valor, desde dentro, desde el corazón, desde el alma.

50 - Plaza de la Romanilla y los aguadores de Granada

Algo que quizá tampoco hayas gustado, en tus días por estas tierras, son las melodías de las noches. ¿No recuerdas que un día te lo comenté? Fue aquella tarde también de las cruces de mayo. Ibas con tu amiga y buscabas, con interés creciente, los rincones donde las cruces se alzaban, cuando te dije:
- No todos los días del año ni en cualquier época pero sí muchas veces y en muchos rincones de Granada, se oyen canciones muy bellas.
Y me preguntaste:
- ¿Qué canciones y quién las canta?
- Siempre son canciones nuevas. Nunca nadie las ha oído antes ni tampoco se sabe quién las canta pero resuenan en el aire y asustan de tan bellas.
- ¿Quieres decir que son melodías misteriosas que solo se oyen en Granada y en algunos lugares y días concretos?
- Exactamente de este modo son las cosas.

Aquel día guardaste silencio y no me dijiste nada más. Yo después, he meditado mucho este momento y he soñado, también muchas veces, poder mostrarte estas hermosa y oculta realidad de Granada. No ha sido posible por todo lo que sabes, tú mejor que nadie, ha sucedido. Pero yo, al ir esta tarde por este rincón especial de Granada, no olvido aquel momento y tu presencia. Y más lo recuerdo al llegar a la plaza del “borriquillo”, que es como la llamo yo. ¿Sabes a qué plaza me refiero? La que todo el mundo conoce por la de la Romanilla. ¿No te acuerdas que aquel día, al pasar por aquí, me pediste que te hiciera una foto? Sí, recuerda que me dijiste:
- Quiero llevarme la imagen de este borriquillo bello cuando me vaya de Granada. Hazme una foto y que salga guapa.
- Pues ponte aquí delante.
- Que salga la estatua y la torre de la catedral y, si es posible, las plantas de este jardín y alguna flor.
- Todo va a salir y tú en el centro.

Y saliste deslumbrante. Vestida con tu traje blanco, adornada con tu clara sonrisa, relajada y hermosa tu cara, tus ojos abiertos frente a la tarde y la catedral y las plantas como decorándote. Tampoco, luego cuando te fuiste, pude darte esta foto. Otro sueño más que, por aquí, dejaste a medio soñar. ¡Cuánto lo siento!

Ahora, esta tarde, me paro junto a la estatua del borriquillo de bronce, me siento al borde del pedestal que lo sostiene y me pongo a meditar. Porque recuerdo que aquel día también me preguntaste:
- ¿Qué representa esta estatua del hombre con el burro y los cántaros?
- Es como un trozo de la historia de Granada. ¿Has oído hablar alguna vez de los aguadores?
- Nunca.
- Pues no hace muchos años, por las calles de Granada, iban hombres con sus burros vendiendo agua. Dicen que la traían de la Fuente del Avellano y era fresca y buena.
- ¿Y a quién vendían esta agua?
- A todas las personas que querían comprarla. En sus burros llevaban aguaderas, esto que ves aquí, y dentro de estas aguaderas, cántaros de barro y de lata llenos de agua buena. Y, con sus burros y estas vasijas, recorrían las calles de Granada pregonando su mercancía. ¿No conoces este trozo de la historia de Granada?
- Nadie me dijo nunca nada y me gusta. Creo que en Rusia nunca hubo estas cosas. Por eso es, para mí, más interesante.

Y aquella tarde, ahora mismo lo recuerdo claramente, también me preguntaste:
- ¿Y todavía quedan burros por algunos sitios de Granada?
No te respondí enseguida porque, en ese momento, a mi mente acudían las vivencias del Cortijo de la Viña, las del borriquillo Sinombre, la de su amiga la niña, la del Anciano y las de las tres amigas rusas. Te dije, resumiendo mucho y antes de que me volvieras a preguntar:
- Creo que, el único borriquillo hermoso que todavía queda por algunos de los paisajes de Granada, es el que yo conozco, mi mejor amigo, en las tierras del Cortijo de la Viña.
Y, después de esto y también brevemente, te hablé de la niña, del Anciano y de las tres amigas. Me preguntaste:
- ¿Quiénes son esas tres chicas rusas y cómo se llaman?
- Sus nombres son Guela, Lera y Julia. La segunda es de tu misma ciudad, Kazán y las otras dos de Izhevk. Y vinieron a España, como tú, con beca Erasmu y a estudiar traducción.
- ¿Y lo del Cortijo de la Viña y el borriquillo Sinombre?
- Esto es una historia tan grande y bella que de ella tengo escrito un libro enorme. Más de cuatro años de trabajo y casi mil quinientas páginas. Solo te voy a contar un breve trozo para que también lo sepas. Porque, cuando pasen los años, puede que esta historia sea una de las cosas más hermosas de Granada. Por eso ahora creo, que ya forma parte de la identidad de esta ciudad.

51 - La Tarasca por las calles de Granada
Del libro “El Sueño más bello, Sinombre y yo”

Y, despacio y del borriquillo Sinombre, me puse a contarte la siguiente escena: “Al despertar por la mañana me voy al lado de Sinombre y le digo:
- ¿Cómo te llevo a ver la Tarasca, Sinombre? Ninguno de los dos sabemos lo que esto. Yo sé que es un desfile de gigantes y dragones que sale por las calles y nada más. Ninguno de los dos somos de aquí y por eso desconocemos tantas cosas de esta ciudad y de sus costumbres, su historia, sus tradiciones… Y, aunque me atreviera y te llevara a ver este desfile por las calles de Granada ¿qué podría yo decirte de la Tarasca, del desfile y todo eso? Ya te he dicho que no sé lo que es la Tarasca. Pero no te preocupes, dentro de un rato sale esta procesión por las calles. Iré a verla, haré fotos, preguntaré y me enteraré de todo lo que pueda y luego te lo cuento ¿Te parece bien? Me pondré al corriente de las cosas y así también aprendo algo. Porque a ti no te puedo llevar. Luego te digo por que no puede ser y verás como te quedas tranquilo.

Y esta mañana, sobre las once para no perderme los detalles, me he ido a la puerta del Ayuntamiento de Granada. Según el programa de feria la Tarasca sale de aquí y es justo a las doce de la mañana. Y así ha sido: ha salido a esta hora y lo he visto todo. He sacado muchas fotos para luego enseñárselas a Sinombre y después he recorrido las calles camino de regreso. Para no perderme ni un detalle. Y he visto y he aprendido más de lo que esperaba. En cuanto he llegado he buscado a Sinombre y le he dicho:
- Ya lo sé todo. O creo que por lo menos lo más importante. Ahora te lo puedo contar y verás como te enteras de lo que es la Tarasca. Y menos mal que no te he llevado a que la vieras. No hubiera sido posible por la cantidad de personas que había en todas las calles. Todos vestidos de feria y todos disfrutando del día y de la fiesta. Mira te lo cuento: A las doce en punto yo estaba en la puerta del Ayuntamiento y lo primero que he visto han sido varios gigantes. Los han sacado tumbados porque no cabían por la puerta. Delante mismo de mí los han puesto de píe. He preguntado y me han dicho que son los Reyes Cristianos y los Reyes Moros. Y en seguida salieron varías personas con disfraces y el dragón. Porque ya lo sé: la Tarasca es un dragón con alas y encima va un maniquí vestido de mujer con las últimas tendencias de la moda. Dos metros mide y este año hasta le han puesto su ropa interior y todo. Le han hecho un peinado especial y el vestido que lucía es de seda pura. Pero por lo visto en Granada la Tarasca no es el dragón sino el maniquí. A este muñeco también lo llaman “La Publica” porque en otros tiempos, toda esta procesión era lo primero que salía por las calles anunciando, publicando, el comienzo de la feria. Detrás de este dragón con alas y con el maniquí encima salieron los cabezudos y con vejigas secas de animales, llenas de aire y en forma de globo, aporreaban a todo el que se acerque a ellos. Sobre todo a los niños y las muchachas. Para divertirse porque en el fondo, según he visto, esto de la Tarasca en una forma de diversión para las personas. Una diversión como tantas otras que viene de tiempos lejanos. Por aquí repiten mucho la frase esa de: “Divertíos como locos”, pronunciada por los Reyes Católicos cuando pusieron en marcha estas fiestas. ¡Fíjate si viene de lejos!

Detrás de estos cabezudos se formó la banda de música con sus instrumentos de viento y sus tambores y a continuación los niños y las personas mayores llevando a los niños de sus manos para que se divirtieran con el jolgorio de la Tarasca. Esto es todo, Sinombre. Pero he comprobado que a este desfile, un tanto extraño por lo irreal, acuden muchas personas. No se podía ni andar. Menos mal que yo me puse de los primeros y luego tuve la suerte de meterme por entre el desfile para hacer las fotos. Ahora te las enseño. Porque he hecho muchas y todas han salido preciosas. Como no sabía qué era lo más importante en este desfile le he hecho fotos a todo. Y luego me he enterado que lo más importante es la mujer que va sobre el dragón. La que visten cada año de una manera y este año, según me han dicho, más rara que nunca. Las fotos son solo para recuerdo, nada más. Porque ¿para qué queremos fotos de este dragón, la mujer vestida con la última moda, los cabezudos y todo eso? Dime ¿para qué, Sinombre? Estas cosas no nos gustan a nosotros ni es nuestro mundo.

Y te cuento un poco más porque me han pasado algunas anécdotas curiosas. Me han sacado en la Televisión de Granada y también me han preguntado por ti. Estaba yo distraído mirando a la Tarasca y un muchacho se acercó con el micrófono. Me saludó y luego me preguntó:
- ¿Qué me dices de la Tarasca?
Le respondí:
- No te puedo decir nada porque es la primera vez que vengo a verla.
- ¿No eres de aquí?
- Vivo en esta ciudad pero no soy de aquí.
- Por cierto, tu burro Sinombre ¿dónde está?
Y al oír esta pregunta me quedé extrañado. ¿Cómo sabían de ti los de la tele? Yo no se los he dicho y sé que tú tampoco. ¿Quién se lo habrá dicho? Me quedé estupefacto y por eso le dije:
- De Sinombre no quiero decir nada.
- ¿Por qué no lo has traído a esta fiesta? Lo podríamos haber sacado en la Tele.
Le volví a decir que de ti no se hablaba nada. Porque tú no eres burro de fiestas y menos de tele. Que tú existes solo en este paraíso nuestro y que de ti solo sabemos los dos y la Princesa. Bueno, algunas personas más, pero pocos y sin que sepan ni siquiera lo que eres. Pero me siguieron diciendo:
- A ver si un día quedamos y le hacemos un reportaje bonito. Un burro como ese tuyo es una pena que nadie lo conozca. Y por eso repito que es también una pena que no lo hayas traído para pasearlo por las calles de Granada. Nos podríamos haber puesto de acuerdo y le hubiéramos preparado una carroza y todo. Y habría sido una diversión nueva.
Esquivando el tema le pregunté:
- ¿A qué hora sale esto en la tele?
- Esta noche a las diez en Telenieve.
Le di las gracias y luego nos alejamos. Así que ahora ya sabes: esta noche voy a salir en la tele de la ciudad de Granada y algo van a decir de ti. A ninguno de los dos nos gusta pero las cosas han salido así.

Seguí por la calle Reyes Católico arriba detrás de la Tarasca y todavía hice algunas fotos más. Sobre todo cuando ya el desfile entró en la Gran Vía y luego frente a la Catedral. Un poco más adelante el desfile se fue por una calle de la izquierda y yo ya me preparé para regresar y venirme contigo. ¿Y sabes qué me pasó? Venía yo pensando en ti y en la Princesa cuando por la Gran Vía y en dirección contraria aparecieron tres elefantes. Sí, tal como te digo: elefantes de carne y hueso. De los circos que hay en la feria que los llevaban dando un paseo por las calles para hacer propaganda. Detrás de los elefantes iban unos caballos preciosos, bailarines, un mono metido en una jaula, artistas subidas en coches de lujo y en grandes camiones decorados con banderitas y globos de colores y luego más artistas del circo. En fin, todo un circo por la Gran Vía para que los niños lo vieran y se divirtieran un poco más. Y los niños, ¡cuántos niños y niñas, Sinombre, por las calles de Granada! Parecía una fantasía real. Todos los niños y niñas vestidos con sus ropas limpias y de colores y las muchachas lo mismo. ¡Qué guapo todo esto, de verdad! Pero no me gustó ver a los pobres elefantes. Grandes y limpicos pero los animales se crían que las piernas de los niños eran caramelos y se las querían comer agarrándolas con sus trompas. Se crían que las manos de las niñas eran frutas o algo así y también se las querían embuchar. Se creían ellos que las coletas de las muchachas eran manojos de hierba y también se las querían jalar. Lo mismo que los gorros de los hombres y los trajes de colores de las mujeres. Sinombre, los pobres elefantes, se ve que tenían hambre de hierba fresca y de prados con río de aguas claras y, como la Gran Vía solo tiene asfalto negro y estaba ardiendo por el sol, se lo querían comer todo con tal de aliviarse algo. ¿Cuánto tiempo crees tú que estos elefantes no han probado un bocado de hierba como la que crece en tu pradera? ¡Pobrecillos! Si estuvieran libres por aquí cuánto disfrutarían. Y te aseguro que si nos dejaran, nosotros nos los traeríamos aquí enseguida.

Y a los caballos, negros, blancos, rojos y uno color oro viejo, les pasaba lo mismo. Me acordé de Bandolero y de ti y me hubiera gustado que hubierais estado allí. Los caballos eran bonitos y, sobre todo, el de color oro. Pero les pasaba como a los elefantes: estaban ya cansaditos de tanto pisar asfalto negro y caliente por el sol y, sobre todo, noté que ya no podían más de tanta gente, tantos ruidos, tantas casas, tantos coches, tanto de todo, Sinombre, menos lo que ellos necesitan: campos y prados y aire puro y libertad y mucha hierba como tienes tú. Que los caballos son animales con alma y corazón y los que esta mañana vi por la Gran Vía de Granada eran juguetes por entre los laberintos de las ciudades humanas. Y esto no me sentó bien. Era bonito pero no me gustó nada. Me acordé de ti en todo momento y de Bandolero y de la Princesa porque seguía pensando que os hubiera gustado ver lo que vi yo. Y todo el rato me estuve diciendo: “Esta es la feria. No toda la feria pero sí una parte y una cara de los jolgorios humanos. Así son todas las ferias.” Y luego pensé que lo nuestro es otra cosa. Lo nuestro es otra realidad. Y por eso vivimos donde vivimos y pensamos y hacemos lo que pensamos y hacemos. Y ahora ya concluyo: según la información que he podido recabar te explico con más detalle el origen y significado de todas estas cosas de la Tarasca.

El dragón, animal fabuloso con aspecto de gran serpiente dotada de alas, garras potentes y boca monstruosa capaz de arrojar fuego, es un ser especialmente presente en las viejas mitologías. La palabra griega drákon está relacionada, en el mismo idioma, con el término dérkomei, mirar con fijeza. En esta relación semántica se puede basar la importancia que la iconografía del dragón da a su mirada terrible y seductora. En esas antiguas tradiciones, asiáticas, nórdicas o griegas, los dragones aparecen como guardianes de manantiales y cuevas singulares, conocedores de la sabiduría y los secretos escondidos en la tierra, protectores de tesoros y doncellas. En la mitología grecorromana adopta en ocasiones la forma de serpiente benefactora representándose junto a ciertas divinidades. En Egipto o en el mundo árabe, una serpiente mordiéndose la cola era el símbolo de la vida o de la eternidad. En diferentes simbologías guerreras el dragón o la serpiente en actitud amenazante era el signo más temido por el enemigo. El reptil enroscado y erguido representaba el poder y la victoria sobre el adversario. Sin embargo, al dragón, en las mismas culturas antiguas, se le ha asignado simultáneamente un protagonismo bien diferente, pasando a ser la encarnación del espíritu del mal y del origen de las calamidades en el mundo, empezando por ser el causante de los eclipses de sol. Con esta otra visión, este poderoso reptil se convierte en un monstruo terrorífico y repugnante, destinado a ser vencido por los dioses o los héroes y a ser arrojado a los infiernos, en donde habitará eternamente.
Con el triunfo del cristianismo, la serpiente es humillada para siempre, pasando a ser imagen del demonio, de la idolatría, del anticristo. Así pues, de esa arcaica dualidad ha prevalecido hasta nuestros días, en el seno de la cultura cristiana, la predestinación maldita de este ser de la creación. Por el contrario, en viejos ritos orientales, las vistosas y artísticas representaciones procesionales de los dragones siguen manteniendo, con plena vigencia, su función benéfica y protectora frente a los males. Mirando desde occidente, acostumbramos a decir que también hay dragones buenos. La serpiente aparece con frecuencia en los textos bíblicos, asumiendo papeles relevantes. En el Génesis, en el Paraíso, la serpiente tienta a la mujer, Eva, con la manzana. En el Éxodo, en el pasaje de las plagas de Egipto, Aarón convierte su vara en serpiente. Moisés, en el Libro de los Números, por orden divina, hace una serpiente de bronce y la muestra enroscada en un asta como emblema sanador contra las mordeduras de las serpientes venenosas que Dios había enviado como castigo a los israelitas. En el Apocalipsis, un dragón con siete cabezas y siete coronas se dispone a devorar a la criatura que va a nacer del seno de otra mujer, esta vez vestida del sol y la luna como pedestal. Reptiles de diferentes morfologías se ven derrotados en las iconografías de San Miguel Arcángel, San Jorge, Santa Margarita o Santa Marta. Muchas veces más, en la representación de la Concepción Inmaculada de la Virgen, la serpiente es herida en la cabeza cuando hiere a María en el talón. Dragones fantásticos han seducido durante siglos a nuestros antepasados desde capiteles, ménsulas o canecillos existentes en los templos, principalmente en los edificados en la Edad Media, con una clara función didáctica. Leyendas y creencias tradicionales siguen dando movimiento a estos viejos monstruos. No son pocos los que, introduciendo la cabeza en una estrecha oquedad del santuario de San Miguel de Aralar, oyen en su cueva al dragón que atacó a don Teodosio de Goñi en aquellas alturas. En la vida festiva religiosa de algunas poblaciones, el dragón ha tenido, y sigue teniendo, un papel destacado. En este tipo de actuaciones rituales el dragón recibe generalmente el nombre de tarasca.
El gramático Sebastián de Covarrubias, docto en las lenguas latina, griega y hebrea, en su obra Tesoro de la lengua castellana o española (1611), relaciona la palabra tarasca con el término griego theracca (espantar). Otros diccionarios se refirieren a la ciudad francesa de Tarascón para localizar la etimología de la expresión tarasque. La tarasca de Tarascón, inmersa en la leyenda de Santa Marta, tuvo gran celebridad en otro tiempo, si bien existieron otras en Francia con semejante fama: la gargouille de Rouen o de Metz, la kraula de Reims, la chair salée de Troyes, la grand gueule de Poitiers, el dragón de San Benaurat de Vandôme o el dragón de San Marcel de París. Todas estas figuras que se dejaban ver en las viejas ciudades catedralicias galas, fueron suprimidas en 1760. En Tarascón, la tarasca siguió saliendo por las calles con la espectacularidad de siempre, a pesar de la prohibición. Quizás este renombre y pervivencia haya contribuido a afianzar la relación etimológica entre tarasca y Tarascón. En España la existencia de la tarasca ha estado sólidamente unida a las procesiones del Corpus que, desde finales del siglo XVI, han ostentado una sorprendente solemnidad si se contemplan desde nuestros días.

Y esto es todo, Sinombre. Ya sabemos lo que no sabíamos y yo he visto lo que nunca antes había visto. Ninguna cosa del otro mundo. Pero como estamos en este mundo tampoco podemos permanecer al margen de él por completo. Pero te digo la verdad: ¡qué ganas tenía de regresar del barullo donde me he metido esta mañana! Lo nuestro y nuestro mundo es otra realidad. El estar aquí al lado tuyo, en tu pradera, sobre la hierba que tapiza y respirando este aire tan delicioso, qué sensación más honda y nadando sobre el alma. Y esta soledad y este sueño nuestro siempre brincando por el lado norte y esta sensación de paz y todo este mundo nuestro, Sinombre, qué realidad más distinta a la que he visto esta mañana. Cada día me convenzo más: nunca serví ni sirvo ahora para las cosas de este mundo. Y creo que cada día que pase valdré menos. ¡Qué suerte tenerte a ti!

52 - El borriquillo de bronce en la Plaza de la Romanilla

En lo alto de la plataforma de obra, elevado y en una esquina de la Plaza Romanilla, se encuentra el borriquillo del aguador. De bronce y de tamaño casi real. No es una estatua bella pero sirve para recordar la historia de aquellos hombres. Es ya una realidad lejana pero, como existió, casi al mismo tiempo por toda España y en otras partes del mundo, es interesante y merece la pena conocerla. En tu Rusia, por aquellos tiempos ¿cómo llevabais el agua a las casas? Ahora, como todo el mundo, por tubos y grifos pero en aquella época ¿había aguadores por las calles de tu ciudad? Alguien me dijo alguna vez que, de los ríos y lagos es de donde muchas personas cogían el agua para el consumo. Y que todavía es así en algunos pueblos de tu gran país.

Delante de la estatuilla de este borriquillo de bronce he estado un buen rato. He pensado en ti, te he hablado un poco del mi amigo Sinombre, compañero por muchos rincones de Granada y en el Cortijo de la Viña y también por el río Genil y cumbres de Sierra Nevada. Y recuerdo también que, antes de irte de España, te regalé y librito con un trozo de la historia de este borriquillo mío. ¿No lo recuerdas? Su título es “Sinombre y yo, por Segura de la Sierra”. Te lo firmé y todo y me dijiste que ibas a leerlo. También te regalé otros libros míos: “Bajo las Aguas del Pantano del Tranco, Rumor de Poemas, La Cruz Sobre las Cumbres”. Y te los llevaste ilusionada y yo me quedé contento pensando que sí los leerías. Porque esto sí es cierto: leer te gusta mucho. También estudiar y aprender idiomas pero escribir ya no tanto. Y, sin embargo, yo te he animado muchas veces para que escribas. Porque creo que es bueno para ti y también necesario para tu futuro y país. Tengo gran fe en la inquietud que llevas dentro. Y por eso pienso que, algún día, quizá logres escribir buenos y bellos libros. Al menos, sí creo que tienes mucho que decir.

Varios jóvenes, mientras estoy pensando frente a la estatua del Aguador, se paran y hacen fotos. Como tú aquella tarde. Y es que este rincón tiene un no sé qué especial. La pequeña Plaza de la Romanilla, toda en sí, tiene un encanto especial. Quizá por las palmeras que de ella emergen, quizá por la imagen de la gran torre de la catedral, quizá por el borriquillo de bronce, quizá por las mesas y sillas que por aquí ponen. Porque, entre las palmeras, rosales y otras plantas, hay una o dos terrazas con muchas mesas y sillas, para los turistas. Y sí, a ellos les gusta este rincón. También te gustó a ti y por eso te lo cuento y lo dejo recogido en mi cuaderno.

¿Y sabes? Cuando pase el tiempo, quizá un par de años, este rincón no será el mismo que ahora describo. Tienen proyectado, construir por aquí, un gran edificio en honor de Lorca. Dicen que un gran cubo colgante albergará el legado del poeta en el futuro centro de La Romanilla. El Consorcio del Centro Lorca fija el final de las obras a principios de 2010, con un presupuesto final aprobado de 18,5 millones de euros El edificio será de granito gris oscuro, igual al que se pondrá en el pavimento de la totalidad de la plaza, que será totalmente reformada.

¿Vendrás por aquí, más o menos en esas fechas, a ver esto? Lo dudo. Tú amas mucho a Rusia aunque la quisiera de otra manera y con otro corazón. Pero si no vuelves nunca más a Granada, al menos tendrá la suerte de que, para ti, dejo éstas y otras muchas cosas escritas. Para que sigas vivas, que es lo que siempre más has deseado.

Los de las terrazas acaban de regar el suelo y las plantas de esta plaza. Y por eso hay una muy delicada sensación de frescor. La sombra de las palmeras ayuda algo más a ello. Sigo mi ruta y continúo describiéndote el entorno de esta bonita plaza. Desde el lado de la tarde, la sombra de las casas, viene cubriendo todo el recinto. Y, por este mismo lado de la tarde, es por donde se ven las obras del nuevo edificio, para las cosas del poeta. Lo miro y todo lo encuentro roto, desordenado, lleno de polvo… Como son siempre las obras de calles y edificios en esta primera fase. Pero me pregunto que, cuando terminen las obras que ahora hacen aquí, ¿cómo serán y qué nuevo aspecto le Imprimirán a la pequeña plaza de las palmeras y el borriquillo de los Aguadores? ¿Dejarán la estatua para que, siga presente, la historia de aquellos tiempos?

Me voy retirando del rincón. Quiero seguir y, lo más próximo, ya sé que es la Plaza de las Pasiegas. Otro lugar con mucha historia y muy hermoso y significativo en esta ciudad de Granada.

Hay por aquí muchos gorriones. Y, como la tarde cae y hace calor, desgranan sus trinos como si llamaran. También parece que proclamaran. ¿Sabías que los gorriones que pueblan las plazas y jardines de Granada, también ponen su especiales pinceladas de magia? Ellos, quizá sin saberlo, llenan la ciudad de una vida distinta. De algo que nada tiene que ver con el asfalto, los coches, los turistas, las terrazas, los bares… Por cierto, uno de los restaurantes que hay aquí, por el lado que pega a la catedral, tiene el curioso nombre de “El Aguador”. Lo que representa el borriquillo de bronce, con sus aguaderas, cántaros y el hombre que lo acompaña. Pero, paso por delante y me vengo para la fachada principal de la catedral. Ya he dejado escrito en mi cuaderno y, para ti, otro rincón de Granada. Te lo regalo envuelto en los recuerdos.

53 - Por la fachada de la Catedral de Granada

La calle se llama Pie de la Torre. Porque discurre, desde la misma gran torre de la catedral y avanza siguiendo la fachada principal, hasta la puerta grande. Y es una calla estrecha, pavimentada con grandes bloques de piedra y resulta bonita. Quizá por la tranquilidad que hay en ella o quizá por la ausencia de coches. Solo cuatro tiendas y, lo que en la segunda se vende, es música flamenca. Lo que a ti te gusta. ¿A que lo recuerdas?

Pues, por esta calle tan bonita, arropado por la sombra y la tranquilidad, avanzo recogido en mí. Y, al ver la tienda segunda, la de la música flamenca y un poco antes de la histórica plaza ¿sabes de qué me acuerdo? Del flamenco que a tanto de gusta y del disco de música que un día grabé y quise regalarte. Una música original, todo creación mía, interpretada por mí y dedicada exclusivamente a Granada. No la oíste nunca ni tampoco otras personas pero yo la titulo con el mismo nombre que las páginas que escribo en mi cuaderno: “Desde Granada para ti”. Y te repito, son temas dedicados a la Alhambra, a la Catedral de Granada y a la ciudad en general. Y, como todo es mío y está creado por mí, me gustan mucho las nota del piano, los coros clásicos, la flauta y la guitarra.

¿Que por qué no te la regalé? Tantas cosas soñé regalarte y enseñarte de esta ciudad mágica que ya estás viendo: necesito escribir un libro para contártelo. Porque yo quise dártela lo mismo que deseé compartir contigo tu interés por la música flamenca. Recuerdo ahora que un día me dijiste:
- El flamenco es la música más hermosa que he oído nunca. ¿Estás de acuerdo?
Y te respondí:
- La música flamenca, la auténtica de estas tierras, es hermosa como pocas otras.
Y me respondiste:
- Por eso me he matriculado en un curso de baile flamenco para extranjeros. Quiero aprender a bailar. ¡Es tan bonita esta música y me gusta tanto!

Y no quise quitarte la ilusión pero, al oírte esto, enseguida pensé que no sería fácil para ti realizar este sueño. Porque bailar flamenco no es cualquier cosa. Dicen los expertos que hay que llevarlo en la sangre. Que tiene que correr por las venas y haberlo mamado desde “chiquitita”. Pero también es cierto que, a vosotros los extranjeros, os deslumbra tanto esta música y el baile flamenco que, en cuanto llegáis a España, todos queréis aprenderlo. Todos queréis aprender a tocar la guitarra y bailar con soltura el flamenco. Y tú, quizá más que nadie, estabas deslumbrada por esta música de Granada y este baile. Pero te fuiste de España y, de este sueño tuyo, yo no supe más de lo que aquí te he contado. ¿Aprendiste mucho antes de marcharte?

En fin, mucho o poco, era tu sueño y, como me lo contaste, al pasar esta tarde por delante de la tienda que vende discos de música flamenca, te recuerdo y se me ha venido a la mente tu sueño. ¿Sabes? Miro muy interesado la calle que voy recorriendo y la fachada principal de la catedral. Según avanzo hacia la plaza histórica, la hermosa fachada, me va quedando por la izquierda. Al frente y algo por la derecha, se me va abriendo la plaza que quiero contarte. La que es también pequeña pero algo más grande que la del borriquillo. Y tú sí sabes su nombre. Me preguntaste aquel día de las cruces y te dije:
- Se le conoce a esta plaza con el nombre de Las Pasiegas.
- ¿Y de dónde procede ese nombre?
- El apelativo de Pasiegas se debe a que, en esta plaza, hubo comercios de tejidos de varias pasiegas, personas oriundas del valle de la Pas. También se ha atribuido su origen, aunque parece que con menor fundamento, a las amas de cría, originariamente pasiegas de nacimiento y después, en buen número, gallegas, que paseaban a los infantes granadinos por este lugar.

¿A que recuerdas esta conversación? ¿Y a que recuerdas también la cruz que aquí mismo habían montado? Bastante cerca de la puerta de la catedral y estaba hecha toda de claveles rojos. Nos paramos frente a ella y me dijiste:
- Quiero una foto para el recuerdo.
Y te hice la foto. Saliste muy guapa.

Llovía. Un pequeño chaparrón caía en aquel momento y por eso no pudimos gozar de toda la belleza de esta plaza y la cruz de mayo. Pero la lluvia, las nubes, las piedras de la fachada de la catedral, el vientecillo y la tarde, me trajeron el recuerdo de otro sueño mío. El de la catedral natural, en las junta de los ríos claros, en las tierras del Cortijo de la Viña. Por eso, frente a la cruz de claveles rojos y mirando a la fachada de la Catedral de Granada, te dije:

54 - La gran catedral de Granada y mi sueño

- La más bella de todas las catedrales del mundo no está hecha por las manos de los humanos sino directamente por el arquitecto Dios.
Y me miraste interesada. Al rato me preguntaste:
- ¿A qué te estás refiriendo?
- A la catedral de rocas y agua y de sol y viento que conozco.
Y entonces me dijiste que, como yo soy amante de las montañas, de los ríos y de los pájaros, estaba comparando algunas de aquellas bellísimas obras naturales con esta artificial de Granada. Te aclaré:
- Sí, es eso pero, en este caso, yo no comparo nada. Solo quiero hablarte para que sepas que, en las tierras de mi Cortijo de la Viña, al norte de esta ciudad, existe un monumento natural que es bello, muy bellos.

Nos paramos, aquella tarde de mayo, lo mismo que yo ahora, justo delante de la puerta principal de la gran catedral de Granada. Miramos al frente, superados por el robusto arco de piedra en la amplia fachada y, de nuevo, me dijiste:
- En Rusia, mi país ahora lejano, las iglesias y catedrales, son muy diferentes a estas de España. Allí, todas están pintadas de colores blancos, verdes, azules y oro.
Y quise preguntarte a qué se debe que en tu país pinten las catedrales con estos colores. No lo hice aunque sí pensé que algún día y en algún momento tendré yo que enterarme de esto.

Y, como aquella tarde de las cruces de mayo la lluvia seguía cayendo, nos alejamos del rincón camino de la plaza del Ayuntamiento. En busca de la cruz y el tablao flamenco que, por estas fechas, también allí montan. Se me quedó a medias el relato que había comenzado a contarte. Lo de la gran catedral natural en los ríos del Cortijo de la Viña. Por eso, esta tarde y de nuevo frente a la fachada principal de la Catedral de Granada, quiero seguir comentándote algo de aquello. Para que también conozcas un poco más los paisajes de estos lugares de España. Y para que tengas ideas claras de cómo son las cosas que tanto deseé compartir contigo. No solo las calles y plazas y rincones de Granada sino los sitios y paisajes en las montañas que rodean a esta ciudad.

Y te digo que la catedral de piedra, agua sol y viento, del Cortijo de la Viña, se encuentra donde se juntan los ríos. Tres ríos no muy grandes que bajan repletos de aguas claras desde las altas cumbres. Hermosos los tres como limpios sueños y cuajados de remansos, de cascadas y de azules charcos. Unas altas rocas, doradas como el sol de la tarde y como el oro más puro, le salen al encuentro. Justo donde los tres ríos se funden en uno. Por eso aquí, las aguas han tallado, para abrirse paso, no una catedral natural sino un castillo palacio, recio como el más duro mármol y asombroso y mágico.

Los dos ríos de los extremos, han cortado las rocas casi a tajo. Como su hubieran pretendido tallar una fachada natural, cinco o seis veces más hermosa y grande que esta de la Catedral de Granada. El río del levante, en la fachada color oro y sol de la tarde, ha esculpido una gran cascada. Como un surtidor de cristal líquido transparente, que cae y busca la poza donde los tres ríos se juntan. Y, el río del centro, el más misterioso, caudaloso y claro, se han entretenido en labrar un arco. Como una gran cueva o galería principal del palacio. Y, entre la fachada principal, el inmenso arco del río del centro y las aguas serenas del río tercero, los tres ríos han construido un amplio charco. Azul, como el cielo que cubre, verde como los bosques que le rodean y transparente como el viento que lo mece. Y, en este espejo tan puro, se reflejan las rocas de los lados, las de las laderas que suben y las de las altas cumbres. También los rayos dorados del sol de la tarde. Como si todo aquello fuera la plaza principal que precede a la gran catedral. Como ésta que hay por delante de la Catedral de Granada pero sin que se puedan comparar.

Desde aquella plaza, agua y viento y cielo y sol, es desde donde se ve con toda claridad y grandeza la catedral que te estoy diciendo. Algo parecido a lo que sucede en la Plaza de las Pasiegas, cuando nos paramos en ella y miramos al frente. Tanto en la catedral natural de los ríos del Cortijo de la Viña como en ésta del corazón de Granada, nos sobrecoge la grandiosa fachada. De piedra pura las dos, color puesta de sol y elevadas en un pedestal, como si pretendieran sujetar la mismo bóveda del cielo. Pero aquello es mucho más. La catedral de los ríos claros, es como el sueño más bello que nunca nadie haya soñado. Por eso he querido hablarte de ello y por eso me hubiera gustado enseñártelo. Para que te hubieras llevado, de estos lugares de Granada, otro hermoso recuerdo. Pero no fue posible.

Sin embargo, ahora aquí y, a mi manera, ya lo he compartido contigo. Y lo he dejado escrito en mi cuaderno para que, el día que tengas tiempo, puedas disfrutarlo. Y para que sepas un poco más de las cosas que, por estas tierras, venías buscando. Las cosas y sueños que tanto has amado y, a medias, has conocido.

55 - Plaza de las Pasiegas, escenario singular

La Plaza de las Pasiegas, es u recinto excelente para celebrar actos culturales. Esta tarde, al pasar yo por aquí, ocupándome en ti, no se celebra nada. La miro, desde el nivel que hay delante de la puerta principal de la catedral, y la encuentro silenciosa. Solo algunos turistas, dirección a la Plaza Bib-rambla y solo algunos jóvenes, veo por aquí. Todo el recinto en sí, la sombra que llega del lado de la tarde y el aire suspendido, parece como si estuvieran esperando, no sé qué acontecimiento importante. Los jóvenes que te digo, sentados en las primeras escaleras de mármol blanco, también parecen esperar algo. Pero ¿sabes lo que hacen mientras tanto?

Tres de ellos, dos muchachas y un joven, simplemente se recuestan en las escaleras. Otro joven toca la guitarra, una melodía muy elemental, y lo acompaña un segundo muchacho. Con un instrumento de madera, en forma de tubo largo, que sujeta con las dos manos y lo apoya en el suelo. Sopla, sin parar, por uno de los extremos y el sonido que se oye es grabe. Ronco como el de un trueno que resuena y parece no tener fin. Sé que es un instrumento universal este largo tubo de palo pero no conozco su nombre. Es el mismo que tocaba aquel joven en el pasillo de Puerta Nueva, en el barrio del Albaicín. ¿Lo recuerdas?

Me acerco a ellos, con cuidado y respeto, los escucho un rato y, al parar, les pregunto:
- ¿A quién dedicáis vuestra música?
- Solo matamos el tiempo. Y tocamos porque nos gusta. Pero sí, dedicamos nuestra música a la tarde, a una persona ausente, a nuestro sueño y a ti que tienes interés en escucharnos. ¿A que también estás buscando?
No respondo a su pregunta pero sí pregunto de nuevo:
- ¿Y como se llama este instrumento, para mí, tan extraño?
Señalo al trozo de madera, largo y hueco. Me cuenta:
- Su nombre es didgeridoo. Y es un instrumento de viento, ancestral utilizado por los aborígenes de Australia. Como ves no es melódico y sí emite una vibración grave y profunda que pueden ser modulada y dotada de ritmo. Se supone que tiene unos 20.000 años de existencia aunque los propios aborígenes le dan una antigüedad de hasta 40.000 años.
Fue creado a partir de troncos muertos de árboles, principalmente eucaliptos, con su interior roído por las termitas. Al limpiar el tronco se obtiene un tubo largo, el cual se hace sonar haciendo vibrar los labios en uno de sus extremos. Una de sus particularidades es que se puede tocar durante un tiempo ilimitado mediante una técnica denominada respiración circular, que consiste en mantener continuamente una cierta presión de aire en la boca, inhalando aire por las fosas nasales. Un didgeridoo mide entre 8 y 12 cm. de diámetro y su longitud puede variar desde 50 centímetros hasta dos metros. La longitud del instrumento determina la gravedad de su sonido.

Le doy las gracias y sigo en lo mío. Y te decía que, esta tarde, en la recogida Plaza de las Pasiegas, no hay más espectáculos. Pero, a lo largo del año, sí se celebran muchas cosas aquí. Conciertos de música moderna, teatro para niños, baile flamenco, música con piano móvil, títeres, pasacalles… Y, en Semana Santa, en el recinto de esta plaza, montan un gran espectáculo. Sillas en forma de gradas que alquilan a las personas. Porque por aquí pasan todas las procesiones de la Semana Santa de Granada. Por eso este lugar adquiere la categoría de “Carrera Oficial”. Todos los pasos y, desde todos los puntos de la ciudad, confluyen en esta plaza. Para esto son las sillas, en forma de gradas, que te he dicho. Las personas pagan unos euros por las sillas, se sientan en ellas, justo cuando los tronos cruzan la plaza y tranquilamente los ven entrar por la gran puerta de la Catedral de Granada.

¿Viste, en la Semana Santa pasada, esta otra realidad de Granada? Creo que no. Te pasó lo mismo que con tantas otras cosas. Y también te digo que, si te perdiste esta experiencia, es una pena. No tendrás, nunca más en tu vida, otra oportunidad como ésta. Y, la Semana Santa de Granada, vista desde esta plaza, sí que es bonita. No hay nada en el mundo que se le parezca. Ni en Sevilla, ni en Málaga ni en Córdoba ni en Rusia. ¿Sabes? No quiero decirte que lo siento si desaprovechaste ver la Semana Santa cruzando la Plaza de las Pasiegas. Aunque es verdad que lo siento. Porque, si dejaste de ver lo que te estoy describiendo, te has empobrecido a ti misma, haciéndole daño a tu propio sueño.

Pero en fin, son tantas las cosas que hay que ver y conocer en Granada, que en normal que no hayas podido llegar a todas. Sin embargo ¿sabes qué pienso? Que la vida, tu lucha por alcanzar las metas, mi deseo, tu sueño y el de otras personas, no tiene sentido ni merece la pena si no se llena cada día de realidades concretas. ¿Para qué vivir un día más si en él no tienes una mata que alcanzar? Vivir por vivir no tiene sentido. Diez años, cincuenta, cien, qué más da. Como tampoco le veo sentido, o al menos no un sentido completo, a muchas de las cosas que hiciste por estas tierras. Porque te quedaste solo en lo más común y no te esforzaste por llegar al corazón, a lo esencial, a lo mejor. La vida, sea corta o lagar, no tiene sentido se no se llena cada día de realidades sinceras y concretas.

Pero yo sé que, por la Plaza de las Pasiegas, pasaste muchas veces. Y sé que desde tu tierra ahora, algún día la recordarás. Y hasta verás la fachada de esta catedral y las personas que por aquí vienen y van. La tarde de hoy y aquella de las cruces de mayo, son bellas y están llenas de cielo, de aire, de sol, de algún silencio, a pesar del ruido y de la espera. Estoy por aquí ahora mismo y solo conmigo. Y, sin que nadie me lo diga, creo que sí merece la pena hacer lo que estoy haciendo. Lleno mi vida, mis horas, mis momentos, de tu ausencia y de los rincones y plaza de esta ciudad de Granada. Estoy luchando por una meta y rezo al cielo. Quiero que sepas que, a pesar de que por aquí has dejado muchas cosas sin sentido, tú y tu sueño merecéis la pena. Por eso intento hacerte esencia, que no mueras nunca, que quedes eterna entre las cosas más nobles de esta ciudad, por ti tan amada.

56 - Por la Iglesia del Sagrario y Plaza Alonso Cano

Estábamos, tu amiga, tú y yo, frente al altar con su cruz de flores y me preguntaste:
- A la derecha, según se entra a la catedral, veo otra gran puerta. ¿Qué hay detrás de ella?
- Es la Iglesia del Sagrario. También un recinto muy hermoso que aun no conoces. ¿Quieres que entremos?
- Otro día la vemos.
Y luego me preguntaste:
- ¿Y qué conoces de ella?
- Esta iglesia, como puedes ves, ocupa también su correspondiente parte de la antigua mezquita de la ciudad. El edificio que ha llegado hasta nuestros días fue construido en 1704 y presenta planta de cruz griega, guardando en su interior interesantes cuadros de los siglos XV y XVI y una sensacional pila bautismal del Renacimiento. La portada tiene dos cuerpos, el inferior con un arco de medio punto que sirve de acceso al espacio sagrado, flanqueado por sendas columnas.

Esta tarde del mes de julio, avanzo, en la ruta que voy trazando por la fachada principal de la Catedral de Granada. Dejo atrás la puerta grande y el rellano de la bonita plaza de la que ya te he hablado. Y, aunque esta tarde no es Semana Santa, todo el recinto huele a incienso fresco. Y, sobre todo, el lado por donde, aquella tarde de mayo, estuviste frente a la cruz de claveles rojos. Me voy acercando a otra pequeña plaza, la conocida con el nombre de Alonso Cano. Y recuerdo que también, aquella tarde, me preguntaste:
- ¿Por qué le pusieron este nombre?
Te aclaré:
- La fachada principal de esta catedral fue proyectada por Alonso Cano en 1667. En su honor, le han dedicado esta plaza.

Por la derecha, esta tarde de tu ausencia, me va quedando un robusto edificio. Una construcción antigua pero remodelada no hace mucho. Tiene una gran puerta de cristales y un letrero donde leo: “Centro cultural Nuevoinicio”. No sé qué es esto y por eso tampoco pude contártelo aquel día. Me asomo un poco y, a un joven que atiende en la puerta, le pregunto:
- Ignoro lo que hay aquí ¿puedes decirme algo?
- Este edificio es el Arzobispado de Granada.
- ¿Puedo pasar a verlo?
- Sí, y puedes ver también la exposición que hay ahora mismo en la sala principal, al cruzar el patio.
Me alarga un pequeño catálogo y entro.

El palacio es pequeño pero tiene su encanto. La sala, al frente, también es chica pero la encuentro llena de pequeñas estatuas. Leo en el catálogo que me acaban de dar: “Antonio Campillo, de la escultura religiosa”. Y me digo que seguro a ti te habría gustado. Te gusta mucho todo lo que sea artístico y bello. Miro despacio, sin detenerme mucho y salgo. Solo pretendía conocer un poco el sitio para contártelo. Y el rincón, ya te lo he dicho, no es gran cosa pero forma parte de la ciudad que has amado. Sin embargo, la entrada, la Plaza de Alonso Cano, sí es bonita. Toda pavimentada con los mismos bloques de piedras que la calle y plaza que ya he dejado atrás.

Los árboles regalan su sombra. Aquel día llovía y hacía algo de frío. Hoy hace calor y por eso se agradecen estas sombras. La fachada de la Iglesia del Rosario, mirada despacio y de frente, es bonita. En realidad, es bonito todo el rincón y tranquilo. Por eso me entran ganas de sentarme y, sin prisa, quedarme por aquí un buen rato. Para gustar un poco más este espacio y para ofrecértelo como mereces. Pero voy a seguir. Todavía me quedan muchos rincones por visitar y mucho que contarte. Pero ya sabes: lo que realmente me gustaría ahora mismo, es que estuvieras. Que nunca te hubieras ido. O que, habiéndote marchado, hubieras vuelto. No sé de qué modo pero lo importante es que estuvieras.

Por eso, una vez más, pienso que esto de recorrer las calles de Granada para contártelas, en el fondo tiene un valor limitado. Lo esencial es el sueño, el corazón… La realidad que hay más allá de lo que por aquí toco y veo. Aquella de la que tanta necesidad tenemos y nos pasamos la vida buscando. Lo que, en el fondo, por aquí viniste buscando.

57 - La calle Oficios y tú por ella

Al final de la Gran Vía, desde los Jardines del Triunfo, a la derecha, se aparta la calle Oficios. Es la penúltima antes de Reyes Católicos. Y es una calle pequeña, muy hermosa toda ella, recogida en sí aunque siempre llena de turistas, curiosos, vendedores de cualquier cosa, tocadores de guitarras, algunos pintores y tiendas y muchas más cosas. Una calle cortita, no muy ancha, protegida por la fachada sur de la catedral, bulliciosa toda ella pero hermosa como muy pocas otras calles de Granada. Por el nombre que la nombra, por el ambiente que la llena, por los naranjos que la adornan, por la cancela y las cadenas y por las casas y por las tiendas. Porque el nombre, Calle Oficios, fíjate qué poca cosa y, a la vez, cuanta redondez. ¿Te acuerdas cuantas veces pasaste por esta calle?

Puede que muchas, quizá ninguna, conmigo, nunca, pero, esta tarde, por ti y solo por ti, es para mí importante, muy importante. Porque nunca antes me había fijado yo con tanta atención en esta calle. Y la he andado más de mil veces. Sin embargo hoy, al salir de la Plaza de Alonso Cano, llego a ella. Como si la viniera buscando o como si me saliera al encuentro para que la viera y también te la regale y deje recogida en mi cuaderno. Y así lo hago. Con el mismo cariño y el mismo llanto que los otros sitios que, para ti, ya he andado. Porque quiero que sepas que, este pequeño rincón de Granada, el que siempre se encuentra repleto de turistas y de gitanas con trozos de romero, también te pertenece.

Por eso, despacio y como perdido entre la gente, entro a esta calle. Ya te he dicho que lo hago desde el lado de la Iglesia del Sagrario, Plaza de Alonso Cano. Llego por aquí al contrario de como lo hacen la mayoría de las personas que recorren esta calle. Porque, los turistas y otros, casi siempre entran por la cancela de hierro que da a la Gran Vía. Pero yo, esta tarde, entro por abajo, me paro al llegar a ella, miro sin prisa, busco por si te veo, aunque sé que es imposible y me quedo quieto. Mirando desde abajo para arriba y prescindiendo de las personas que me miran. Me entran ganas de preguntarles, a los que llevan desde la Gran Vía, si te han visto por algún lado. Si te conocen y si saben que eres hermosa como la misma luz del Alba. Pero no le pregunto a nadie. Sigo quieto parado al final de la calle. Justo donde comienzan dos calles más: Libreros y Alcaicería. ¿Las conoces? Ya te las contaré dentro de nada. En cuanto termine de narrarte esta calle Oficios que estoy mirando.

¿Y sabes? La miro como sino estuviera aquí. Como si esta tarde y el momento no fuera real sino sueño. Por eso creo que te veo y no me asombro. Sino que acepto que camines lentamente llegando por donde todos los turistas y las demás personas. Por donde la gran cancela de hierro. Vienes vestida de blanco, sola como casi siempre a lo largo del tiempo que estuviste en Granada y miras buscando. Muy interesada en todo lo que te vas encontrando. No estoy contigo, te veo solo desde mi sueño pero oigo que me preguntas:
- Lo que nos queda a la derecha, según hemos entrado por la gran cancela de esta calle Oficios, esta verja de hierro entre naranjos ¿qué es y a dónde lleva?
Es para mí un placer inmenso compartir y comentar contigo los rincones de Granada. Por eso, muy lleno de gozo, te respondo:
- La verja de hierro que va por entre los naranjos, delimita el camino que deben recorre los turistas que entran a la catedral de visita. Por la puerta que ves al fondo, entran, compran el tique y pasan a la catedral. ¿Quieres que entremos a verla?
- Otro día, hoy tengo prisa.

Y me dan ganas de preguntarte:
- ¿Prisa? Si vas como de paseo, tranquila, muy tranquila. Tanto que hasta pareciera que solo vienes por aquí buscando gastar el tiempo. ¿O es que como estoy contigo, sí tienes de verdad prisa?
Y me respondes:
- Sí que parece eso pero no es así. Luego te cuento.
Y caigo en la cuenta y, para mí me digo, que son muchas, muchas las cosas que has ido y vas dejando para luego. Por eso, otra vez me entran ganas de decirte:
- ¿Sabes? Hay cosas en la vida que, cuando se presentan, nunca se deberían dejar para luego. Solo existen y tienen un momento y luego ya no son las mismas. Porque la vida en sí, el tiempo, nuestros sueños, lo que ahora mismo tienes ante ti, es como las aguas de un río. Pasan y se alejan y ya no vuelven nunca. Todo continuamente es nuevo. Así que, todo aquello que se deja para luego, es como si fuera algo sin sentido. Algo que ya está fuera de su tiempo y, por eso, no puede de ninguna manera ser lo mismo.

Me doy cuenta que miras al suelo. Serenamente quieta y luego me miras y me dices:
- ¡Fíjate! Está calle también está empedrada como las estrechas y hermosas del barrio del Albaicín y el Paseo de los Tristes. ¡Qué bonito es esto!
- Sí que lo es. Y me alegro mucho que te fijes en ello.
- Es que en Rusia, ya te lo dije otras veces, las cosas son diferentes. Todo, todo. Hasta el olor que ahora mismo nos regala el aire.
Y, el aire, el olor que regala sabe a jazmín, algo a incienso y un poco a tierra mojada, como aquella tarde de las cruces de mayo. Seguimos parados a solo diez metros de la cancela que da entrada a la calle.

Desde esta misma cancela de hierro, la calle Oficios, discurre bajando lentamente. No demasiado pero sí estrecha en estos primeros metros. Con el pavimento empedrado y con algunos escalones en rellanos anchos. Parecidos a los de la Cuesta del Realejo y Cuesta de los Chinos. Lo que a ti tanto te gusta en esta ciudad.

Después de los cincuenta metros primeros, la calle Oficios, se ensancha un poco más. En el trozo que va desde el final de los cincuenta metros primeros hasta el final de la fachada de la Madraza. Y también continúa empedrado este ancho trozo de calle. Algo más llano que el primer tramo y, por eso ya, sin escalones. Por la izquierda, como ya te he dicho, queda la fachada de la Madraza y, por la derecha, el lateral sur de la catedral. Decorada por un sembrado de torres altas y bellas. Son las que corona a la construcción de la Capilla Real.

Y, en este tramo segundo de la calle Oficios, al ser más ancho que el primero y quedar perfectamente recogido y sin tiendas a los lados, es donde se ponen los vendedores de cosas. Estafadores, algunos, porque lo que venden son tonterías y, pequeños artistas, otros, porque sí venden creaciones propias. Pinturas sencillas pero algunas muy bellas, objetos hechos a mano y cosas así. Y también aquí, algunas veces, hay tocadores de guitarras y algunos payasos haciendo bobadas. Como por ejemplo: un joven todo pintado de color plata vieja y de pie quieto, sin mover una pestaña. Con alguna vasija en el suelo para que los niños les echen monedas. Y, al suceder esto, mueve cualquier parte de su cuerpo como dando las gracias.

En el tercer tramo de esta calle Oficios, por la izquierda queda una callejuela con el nombre de Estribo. Y, por la derecha, se abre una pequeña plaza. Por eso por aquí la calle ya es mucho más ancha. Sigue con el suelo empedrado con piedrecillas del río y el nivel es casi llano. Es este un trozo muy concreto y bonito en la calle Oficios. Porque justo en esta pequeña plaza, un poco al frente y adosado al conjunto de la catedral, se encuentra la fachada de la Lonja y entrada actual a la Capilla Real. Dos pinceladas de lo que es este lugar.

La Lonja se construyó en 1518 por el Ayuntamiento de la ciudad como espacio abierto dedicado a la banca y al comercio. Fue casa de contratación y banco para el negocio de la seda granadina, la mejor del mundo según el viajero alemán Münzer. Se utilizó piedra de Alfacar, localidad muy próxima a Granada. Escudos de la ciudad enjutan los arcos inferiores, mientras que los pretiles flamígeros de los superiores se adornan con divisas de los Reyes Católicos.

La Capilla Real alberga los restos mortales de Isabel I de Castilla y de Fernando V de Aragón, los Reyes Católicos. También acoge los restos de Juana I y Felipe I. Y los restos del pequeño Príncipe Miguel, muerto en 1500 en Granada. Era hijo de Don Manuel el Afortunado y de Isabel, hija mayor de los Reyes Católicos. Yacieron aquí los restos de la Emperatriz Isabel, hija de los anteriores y esposa del Emperador Carlos, de sus hijos los Infantes Fernando y Juan y de la Princesa María, primera esposa de Felipe II. Los cuatro fueron trasladados a El Escorial por Felipe II en 1574.

Primeramente mandamos que en la Iglesia Catedral de la ciudad de Granada se haga una honrada capilla en la cual sean, cuando la voluntad de Nuestro Señor fuere, nuestros cuerpos sepultados. Dicha capilla se ha de llamar de los Reyes bajo la advocación de San Juan Bautista y San Juan Evangelista (Carta de Privilegio de los Reyes Católicos)

Y ya, al final de este tercer tramo de la calle que te describo y, en sueño hoy venimos recorriendo, todo se estrecha mucho. Por la izquierda van apareciendo las primeras tiendas con productos para los turistas. Y también por este lado queda el edificio Centro José Guerrero. Aquí se exponen obras suyas pero no es gratis. Hay que pagar para verlas. ¿Por qué no es gratis, como tantas exposiciones de pinturas? Yo, esta tarde, solo quería hablarte de las pequeñas bellezas y lo recogida que es esta calle de Granada. Con su verja de hierro por la derecha, escoltando el camino que lleva a la entrada a la catedral, con su empedrado en el pavimento, con el edificio de la primera universidad de Occidente, la Madraza, con la plaza chica a la entrada a la Capilla Real, con esta Capilla Real y la historia que ahí se guarda, con el Centro José Guerrero y con los vendedores de pequeñas cosas y el bullicio que va y viene.

De La Madraza, también quiero decirte lo siguiente: Fue Casa de la Ciencia, fundada por Yusuf 1349, primera universidad de Occidente al estilo de la norteafricana. Fue también edificio religioso y dedicado al estudio de las ciencias teológicas y la jurisprudencia.
Estos edificios tenían un patio con naves en torno a él, ocupadas por habitaciones de estudiantes, una sala grande abierta en uno de los lados para la enseñanza y la oración colectiva. Cedido el edificio por los Reyes Católicos para la casa del Cabildo fue derribado casi entero a partir de 1722, quedando en pie la sala de oración y fragmentos de su portada. En la actualidad pertenece a la Universidad de Granada, área de cultura. En algunas ocasiones hay exposiciones y, en su interior, una pequeña tienda con artículos de souvenir.

Tú, parada a solo diez metros de la gran cancela de hierro al comienzo de la calle, miras a los naranjos, miras a las personas que por aquí pasan y miras a los que vende las cosas sin valor. Quiero decirte algo pero temo importunarte. Siempre he tenido mucho cuidado al hablar contigo. Por respeto a tu persona y a tu cultura y a tus creencias. Por eso, mudo y esperando, dejo que te llenes de lo que ves y sientes y sigo en la espera. Es la asignatura que mejor me has enseñado, lo que más he practicado desde que te conozco. Miras de nuevo al suelo, entusiasmada con el empedrado, me miras a mí y te pones en movimiento. Lentamente pero andando con gran solemnidad calle abajo. Como si vinieras a mi encuentro, el que esta tarde sí soy real al final de la calle Oficios. Pero a tu lado vengo el otro: el que soy sueño, dándote compañía a ti que también eres pura fantasía. Porque en estos momentos no estás en Granada sino en tu gran país lejano. Donde, desde que te marchaste, eres silencio y creo que así lo será hasta el fin de los tiempos.

Pero, la que ahora mismo aquí eres sueño dentro de mi sueño, me pregunta, muy interesada y con mucha dulzura:
- Hoy no tengo mucho tiempo pero otro día y, antes de que me marche de España ¿me traerás por este sitio para explicármelo entero y despacio?
Y, en esta ocasión, sí te digo:
- Luego, mañana, otro día, dentro de un tiempo, siempre será tarde porque luego, nunca las cosas serán lo que son en este instante.

58 – Te pierdo por el corazón de la Alcaicería

Tú, cuando caminabas por las calles de la ciudad de Granada, siempre ibas mirando. Siempre metida en ti, como rezando y al mismo tiempo, observándolo todo. Los escaparates, los edificios, los jardines, las flores, las calles, las macetas en los balcones… Todo, todo, siempre tú lo ibas mirando. Como si lo descubrieras por primera vez y como si te interesara mucho aprender, de las cosas, algo. Te pregunté, en una ocasión, y me dijiste:
- Es que por aquí, por Granada y España ¡todo es tan distinto! Las tiendas, las casas, las calles, las personas… Todo por aquí es como en un país encantado. Tanto que, hasta las personas cuando hablan tienen otro acento y son mucho más educadas.

Sé, por esto, lo mucho que a ti te gusta Granada y España. Y, esta tarde de verano, también veo que caminas metida en ti, muy metida en ti y, al mismo tiempo, mirando. Desde el final de la calle Oficios, donde ya se acaba la Plaza Alonso Cano, te observo y así es como te veo: Por entre la gente caminas lenta y te acercas. Quiero salirte al encuentro para ofrecerte mis saludos y poner en tus manos mi respeto. Quiero hacer esto pero no lo hago. Sigo quieto frente a la calle que da paso a la Alcaicería diciéndome que, al llegar, te voy a proponer recorrer despacio este bonito rincón de Granada. Para tener la oportunidad de explicártelo y para que aprendas cosas de estas que a ti te gustan tanto.

Y ¿sabes cómo te veo, mientras caminas lenta, casi perdida entre la gente, calle abajo? Te veo primorosa. Sencilla y sonriente como siempre, vestida de blanco puro y como amiga del misterio y de lo ausente. Tanto es así que, hasta me parece ver que contigo, como jugando a un juego alegre, viene una aureola de luz azul y verde. Y, por delante de ti, como suspendido en el viento que te precede, viene el revoloteo de esta luz alegre. Como alumbrando a tu sonrisa o como trayéndote de la mano para llevarte a los sitios que te gustan. Por eso, en este momento, mis ojos advierte que la calle Oficios se ha transformado repentinamente. Todo es lo mismo pero tú la llenas como de una eternidad inocente. Como si la elevaras a un cielo muy celeste o como si la transportaras a la región donde los sueños viven y crecen.

Por todo esto, ya te digo, estoy quieto y miro fijo y espero a que llegues. Con el corazón entusiasmado y con el alma brincando alegre. Pero, de pronto, cuando ya te quedan solo unos metros para llegar a donde espero, te pierdes. Veo que giras para la izquierda y, por entre las cosas de las tiendas que por aquí venden, te ocultas. Pero sé que no es así. Solo has girado para la izquierda buscando meterte por la puerta bella que también da entrada a la Alcaicería. ¿Puerta hermosa? En realidad no sé cómo se llama. Yo la nombro así porque es muy bonita. Forma un pequeño arco, decorado todo con esos típicos dibujos árabes y lo mismo en las columnas de los lados.

Queda perdida, la puerta que llamo hermosa, entre los productos que las tiendas venden pero se ve claramente. Y, en cuanto se entra por ella, aparece una calle estrecha. Con flores variadas y más productos para los turistas, a los lados y al frente. Y luego, a unos veinte metros, aparece un pequeño patio. Aunque también tiene apariencia de plaza o rincón donde confluyen o arrancan varias calles. Su nombre es muy hermoso y casi nadie lo conoce. Ni siquiera viene en los planos para los turistas ni en el callejero. Pero yo sé que esta es la Placeta de la Seda. ¿Ves? Nombre muy bello y que tiene raíces en la historia de este lugar.

Es una plaza, casi en miniatura pero inmensamente bella y sorprendente. Porque a la derecha, en azulejos granadinos y adosados a la pared, hay tres o cuatro cuadros. Mostrando rincones ya desaparecidos de Granada. Y, a los lados de estos cuadros, algunas flores y más objetos de las tiendas que aquí venden. En realidad, la plaza de juguete y el trozo de calle y las que siguen, son un escaparate continuo. De aquí que el rincón, aun siendo bello, recogido, repleto de color y alegre, todavía parece más fantasía. Y, por eso me pregunto: si tú estuvieras en ella, en su centro, por ejemplo ¿cómo sería esta placeta?

No vine yo nunca contigo por este artístico rinconcillo de Granada. Por eso no pude explicártelo ni conozco a lo que sabe con tu presencia. Pero sé que este reducido espacio, corazón real de lo que es la Alcaicería, a ti sí te gusta mucho. Por sus colores vivos, por lo recogido en sí, por los dibujos árabes en las paredes, por el bullicio de la gente, muchos extranjeros y por la luz y el airecillo que por aquí se mece. Por eso, esta tarde tan única, te estaba esperando, todo ilusionado. Quería, entre otras muchas cosas, traerte a este encantador rinconcillo para que lo vieras y gustaras. Y también para explicarte algunas cosas de aquel antiguo mercado de la seda y del hermoso nombre que ahora tiene esta placeta. Ya sabes: Plaza de la Seda y lugar donde se tintaban las telas, corazón ahora mismo, de la Alcaicería de Granada.