lunes, 17 de septiembre de 2007

LOS RINCONES MÁS BELLOS DE GRANADA
Para ti, desde Granada, Andalucía, España


Ver el libro completo y descargarlo gratis en algunos de estos dos sitios: Los rincones más bellos de Granada
LOS RINCONES MÁS BELLOS
Autor: José Gómez Muñoz. Temática: Historia
Género: Narrativa. N° de páginas: 218. Tamaño: 15x21
Encuadernado: tapa blanda. Impreso: todo color tinta interior


Nota de transcripción:

El texto que sigue a continuación ha sido rescatado de uno de los viejos cuaderno del Anciano del Cortijo de la Viña. En su portada tenía y tiene el mismo título que se ve aquí y, en sus primeras páginas y todo su interior, el relato que se puede leer en las páginas que siguen.

Índice

1 - Los cuadernos del Anciano del Cortijo de la Viña
2 / 9 de julio: el primer día de tu ausencia
3 / 11 de julio: Cuesta de Alhacaba y barrio del Albaicín
4 - Por el mirador de San Nicolás del barrio del Albaicín
5 - El banco donde estuviste sentada la primera tarde,
junto a la iglesia del Salvador, en la Plaza del Abad
6 - Desde el corazón del barrio del Albaicín
7 - Por la calle San Juan de los Reyes
8 / 13 de julio: Desde el Puntal de los Almendros,
tu residencia y, Granada, durmiendo en la Vega
9 - Plaza Cruz de Piedra camino a la ermita
de San Miguel Alto, en el barrio del Albaicín
10 - Visitando las cuevas en el cerro de la ermita
de San Miguel Alto del barrio del Albaicín
11 - Desde las cuevas a la ermita de San Miguel Alto
12 / 14 de julio: Hacia la Cuesta de los Chinos
13 - Por la Cuesta de los Chinos o del Rey Chico
14 - Por algunos de los sitios de la Alhambra
15 - Por la muralla de la Alhambra
16 - Las banderas y Torre de la Vela
17 - La muralla de la Alhambra por el lado del Albaicín
18 - Por las sombras del bosque de la Alhambra
19 - La Alhambra no se entiende en profundidad
20 - Por el corazón de la Alhambra
21 - Festival de música y danza de Granada, historia de un sueño
22 - Saliendo del reciento amurallado de la Alhambra
23 - Te encuentro sentada en los bancos del Pilar de Carlos V
24 - Sueño en los jardines de la Alhambra
25 - Final de la ruta que, por la Alhambra
26 / 15 de julio: Tarde del domingo, Carmen de los Mártires
27 - Por la Cuesta de Gomérez aproximación al Carme de los Mártires
28 - Llegando al Carme de los Mártires
29 - Las cosas que has dejado sin tu cariño
30 - Las madroñeras y el estanque del Carmen de los Mártires
31 - El estanque, las escaleras y el huerto
32 - El ciprés de San Juan de la Cruz
33 - Por el carril del nuevo jardín botánico
34 - El tronco viejo del olmo gigante
35 - Meditando las pequeñas cosas de este jardín
36 - Desde el mirador de las madroñeras
en el Carmen de los Mártires
37 - Acercándome al barrio del Realejo
38 - Por la Cuesta del Realejo
39 - Elevando a la eternidad trozos del barrio del Realejo
40 - Lo más esencial para recorrer y conocer Granada
41 - Junto a una pequeña fuente clara
42 / 16 de julio: Por los Jardines del Triunfo
43 - Desde el corazón de los Jardines del Triunfo
44 - Recordándote por los Jardines de Fuente Mueva
45 - Cuando el otoño llegue
46 - Por el Campus de Fuente Nueva y la Piscina Universitaria
47 / 17 de julio: Por el corazón de Granada, acercándome a la Catedral
48 - Olores y rincones singulares de Granada
49 - La fuente de la Catedral de Granada
50 - Plaza de la Romanilla y los aguadores de Granada
51 - La Tarasca por las calles de Granada
Del libro “El Sueño más bello, Sinombre y yo”
52 - El borriquillo de bronce en la Plaza de la Romanilla
53 - Por la fachada de la Catedral de Granada
54 - La gran catedral de Granada y mi sueño
55 - Plaza de las Pasiegas, escenario singular
56 - Por la Iglesia del Sagrario y Plaza Alonso Cano
57 - La calle Oficios y tú por ella
58 - Te pierdo por el corazón de la Alcaicería
59 - Por las calles de la Alcaicería
60 - Pregunto por ti y me dicen que te han visto
61 - Como si te hubieras ido a las estrellas, al cielo mismo
62 - Por la Plaza Bibarrambla, Puerta del Arenal, preámbulo
63 - Lo que hay en la Plaza Bibarrambla
64 - Una oración al cielo desde la Plaza Bibarrambla
65 - De nuevo te alejas de espaldas
66 / 18 de julio: Por la Gran Vía de Granada

67 - Plaza de Isabel la Católica, corazón de la ciudad de Granada
68 - Por la Plaza Luís Rosales, bajo la lluvia
69 - El ameno rincón de la Plaza Tovar
70 - Por el Corral del Carbón
71 - Plaza del Ayuntamiento de Granada
72 - El escudo de Granada en la plaza del Ayuntamiento
73 - Los churros del Café Fútbol en Plaza Mariana Pineda
74 - Los gigantes de la Plaza del Campillo y,
Granada, como un libro
75 - Granada, desde la Fuente de las Batallas
76 - Los frutos de otoño por la fiesta de la Virgen
77 – Plaza de Bibataubín y el color granate
78 - Tarde lluviosa de mayo por la plaza de Bibataubín
79 - La Carrera de la Virgen, el más hermoso paseo de granada
80 - Jardines del Salón, Puente Romano y río Genil
81 - El jardincillo centenario junto al puente romano
82 - Ventana al corazón de Granada.
83 - Aproximación al Puente Romano

84 - La despedida
85 - El Santuario de la Patrona de Granada
86 - Adiós y un abrazo


1- Los cuadernos del Anciano del Cortijo de la Viña

Llegaron las vacaciones de Navidad y, en el Cortijo de la Viña, cambiaron un poco las cosas. Sobre todo en la vida de la niña. Al no tener colegio todos los días se levantaba algo más tardes. Y luego, muchos ratos a lo largo del día, se iba a jugar con su caballo Enebro y con el borriquillo Sinombre. No había llovido mucho todavía pero en los campos la hierba estaba naciendo y, junto al arroyo del balneario, la tranquilidad era total.

Un poco antes de fin de año, por la noche, se levantó algo de viento. Cayeron algunos chaparrones y, al amanecer, las nieblas cubrían por los barrancos, ascendían por las laderas y se iban despacio hacia las cumbres de las montañas. Sentados, la niña, la madre y yo junto al fuego en la sala del cortijo, a través de los cristales de la ventana, observábamos al caballo Enebro y al borriquillo Sinombre comiendo tranquilos en la hierba de la llanura. Indiferentes ellos al paso del tiempo. Me decía la niña, como sumida en un sueño mientras se fijaba en el borriquillo:
- También ya se está haciendo viejo. El día que menos lo esperemos podremos quedarnos sin él, como nos pasó con Bandolero, con la Princesa, el Anciano amigo nuestro y Julia, Guela y Lera.
Guardé silencio y medité sus palabras. Sabía que tenía razón. Porque ya hacía mucho tiempo que no estaba con nosotros ni el Anciano ni la Princesa ni las tres amigas con las que tanto habíamos compartido, años atrás. Todos se habían ido muriendo o marchándose y solo nos quedaba el caballo Enebro y el borriquillo. Dijo de nuevo ella:
- El día que se muera el borriquillo y también te mueras tú ¿qué haré yo tan sola y con tantas recuerdos?

Tampoco respondí a esta pregunta suya. Pero me siguió comentando:
- Y del Anciano, nuestro amigo más bueno ¿cómo voy a olvidarme nunca? Nos ha dejado todos los libros que escribió, todos sus cuadernos, todo su corazón y sueños… Cuando tú te mueras ¿Qué haré yo con esto?
El Anciano se había pasado la vida entera escribiendo. Su amor a las personas, a la naturaleza, a los animales, a la libertad, a Dios, al Universo… Y ni un solo libro le había publicado nunca nadie. Todos se los habían rechazado de todos sitios. Y le decían que no eran buenos, que no tenían calidad, que no se ajustaban a sus proyectos, que no eran comerciales, que… Pero en sus humildes cuadernos él había dejado escrito lo mejor de sus sentimientos, su vida entera y las historias más hermosas que nunca nadie haya escrito. La niña tenía todos estos cuadernos amorosamente guardados en su habitación. Todo como esperando algún importante momento. Por eso me seguía comentando:
- Yo no entiendo como nunca nadie quiso publicar ni una sola página de las cosas tan bellas que ha dejado escritas este amigo nuestro.

En sus manos me mostraba uno de estos cuadernos. En la tapa se podía leer el título de la historia que se narraba dentro. Despacio leyó la niña y a continuación me dijo:
- “Los rincones más bellos de Granada”. Nunca me cansaré de leer esta tan extraña y a la vez hermosa historia, escrita por él. Creo que cuando la escribió aquel verano se encontraba muy desanimado y por eso sufrió mucho. ¿Por qué tampoco pudo publicar este libro antes de morirse?
Una vez más no supe qué responder. Pero ella continuó razonando:
- Yo creo que hoy es un día muy bueno para leer y saborear despacio lo que el Anciano ha dejado recogido en este cuaderno. ¿Porque no me lo lees tú mientras nos calentamos en este fuego y dejamos que pase el día?
Cogí el cuaderno de sus manos y le dije:
- Sí, voy a leerlo porque estoy de acuerdo contigo: lo que el Anciano ha dejado escrito en este cuaderno es muy hermoso porque está lleno de bondad y de amor por las personas y las cosas.

Fuera. El borriquillo Sinombre y el caballo Enebro seguían en su pradera comiendo hierba. Hacía frío y la niebla mostraba un auténtico día de invierno. Leí despacio el título de la portada y los cuatro renglones que había debajo: “De Granada, quiero regalarte el sol del verano, el aire de esta ciudad, el silencio y los paisajes que hay por aquí. Tengo que compartir todas estas cosas para que en mi corazón no se instale la ingratitud ni en mi alma se encalle lo negativo”.

Abrí luego el cuaderno y le dije a ella:
- Voy a leértelo y sirva ello como un sencillo homenaje a nuestro mejor amigo, el Anciano del Cortijo del Laurel. Creo, como tú, que en este libro suyo él ha dejado escrito un sencillo, bellos y hondo mensaje. Tal como era y vivió.
Y comencé a leer despacio lo que sigue a continuación:

2 / 9 de julio: el primer día de tu ausencia
Amanece hoy lunes y Granada ya está sin ti. Ayer hizo mucho calor y parece que hoy será igual. ¿Te acuerdas de los cielos rosados de los amaneceres de Granada en verano? Pues de este color se viste el cielo esta mañana. ¿Qué color tiene hoy el cielo del rincón del país, donde te despiertas? ¿Cómo fue ayer tu viaje y cómo encontraste a tu gran nación cuando llegaste? ¿Te estaban esperando y te dieron todos los abrazos que soñabas? ¿Echas de menos a las tierras que has dejado por aquí?

¿Sabes? Los humanos, todos, todos, somos tan poca cosa y es tanta nuestra indigencia, que nunca deberíamos permitirnos prescindir de nadie. Es un lujo que no está a nuestro alcance. Porque nos necesitamos unos a otros como el aire que respiramos. Aunque no lo creamos o, muchas veces, queramos aparentar que podemos vivir sin los que nos rodean. Tú y yo y todos somos menos que una pavesa en la suma de la Creación, en la vida y en esta tierra. De aquí que, en lo que más abundamos, es en la indigencia, la pequeñez, el desamparo, la incertidumbre…

¿Sabes qué haré? Desde hoy mismo, hasta que se me acaben las fuerzas, cada día voy a escribir un poco. Para contarte cosas de Granada, de sus calles, rincones, plazas…

3 / 11 de julio: Recordándote por las calles de Granada.
Cuesta de Alhacaba y barrio del Albaicín

De Granada, ahora ya en tus tierras, recordarás muchas cosas. Pero puede que, según corra el tiempo, todo se te vaya borrando y, poco a poco, olvides. Seguro. Es propio de la condición humana. Pero, para que lo valioso, lo mantengas vivas en la memoria, para que no se te borre nunca, porque hay mucho muy bueno, voy a escribirlas en mi cuaderno. Las ordenaré un poco y luego te lo regalo.

Y ya empiezo. En la tarde de ayer, me fui por uno de los rincones que anduviste antes de irte. ¿Te acuerdas de la calle Cuesta de Alhacaba? Sí, la que sube desde Arco Elvira a Plaza Larga, en el mismo corazón del barrio del Albaicín. Esta es la calle que, ayer por la tarde, recorrí para recogerla y regalártela.

Aquella tarde la recorriste con una de tus amigas. Hacia mucho calor. Igual que hoy. Pero subiste entusiasmada. Hoy sigue haciendo mucho calor y la calle me la encuentro solitaria. En el cielo hay nubes que tienen pinta de tormenta. Y recuerdo ahora que, al comenzar a subir y ver el nombre de la calle escrito en su azulejo, preguntaste:
- ¿Qué significa la palabra Alhacaba?
Te aclaré:
- El nombre Alhacaba, al-'Acaba, significan La Cuesta. Hace referencia a su situación en esta ladera. Como estás viendo, la calle Alhacaba, sube desde la llanura, ladera arriba hasta la parte alta de un cerro.

La calle está toda empedrada. Y recuerdo también que te llamaba mucho la atención, según íbamos subiendo, precisamente esto. Descubrías, por primera vez en tu vida, que toda la calle, las aceras y las calles que de ésta salen, se encuentran empedradas. Con piedras pequeñas del río. Al pisar, las mirabas y decías, como si preguntaras:
- ¡Qué curioso es esto! En mi país nunca vi nada parecido.
Te aclaré:
- Y este empedrado, no todo pero sí muchos trozos, todavía es el de tiempos antiguos. Y está construido con pequeñas piedrecitas recogidas en los arroyos y ríos. Así es como aquellas personas primeras, construyeron este barrio, sus calles, plazas, cármenes, casas y aljibes…Éste es su pavimento típico.
Y mirabas y mirabas como si, a pesar de ir pisando el empedrado, no te lo creyeras del todo. Pude entender y entiendo que te llamara tanto la atención las piedrecitas en el firme de la calle.

Preguntaste:
- ¿Cuántos tipos de pavimento hay en Granada?
Y te aclaré:
- En Granada capital hay varias clases de pavimentos: losas de piedra o baldosas, empedrados artísticos granadinos, adoquines de granito, baldosas de pizarra… A veces, se mezclan distintos materiales, colores y texturas para formar composiciones. Junto con el empedrado artístico granadino se mezclan pavimentos de piedra, adoquines de granito, combinando la piedra con ladrillo…El color, la trama en el pavimento se usa para marcar los pasos de peatones, cruces en vías rodadas… En el barrio del Albaicín, por lo general, se utilizan pavimentos empedrados, algunos muy artísticos y otros no tanto. Ya lo irás descubriendo.
Y seguiste preguntando:
- ¿Y qué características tiene el empedrado granadino?
- Es un suelo de piedra, muy resistente y adaptable a cualquier entorno, gracias a su flexibilidad en cuanto a diseño y marco. Está compuesto por pequeños cantos redondeados de mármol blanco, éstos forman el fondo, y cantos de río alargados de color gris oscuro, forman el dibujo. Su colocación se hace piedra a piedra, trabándolas bien para que queden pocos huecos, de forma por completo artesanal. Igual que se hacia en la época árabe. Este trabajo está muy relacionado con el sistema romano. De ellos lo copian los árabes añadiendo sus modificaciones.

Tampoco aquella tarde sabías que esta Cuesta de Alhacaba discurre y avanza casi por el corazón de lo que fueron los primeros cimiento de la ciudad de Granada. Te lo explico brevemente:
- Sobre la parte más elevada de lo que hoy es el Albaicín, derecha de Cuesta Alhacaba en su parte alta, se emplazó el antiguo asentamiento que dio origen a la ciudad de Granada. Aquí se formó una población ibérica desde el siglo VII a.C. Su primitivo nombre fue Illiberis o Iliberri, ciudad que obtuvo el rango de municipio latino a partir del año 45 a.C. A inicios del siglo VIII, los conquistadores musulmanes debieron encontrar una ciudad en decadencia, después de una etapa visigoda de pocas construcciones. El antiguo nombre se arabizó como Ilbira pero los nuevos gobernantes instalaron la capital de la cora o provincia en Madinat Ilbira, cerca de Sierra Elvira. La parte central o quizás todo lo que fue Iliberri, se empezó a denominar Hisn Garnata o Qal`at Garnata Castillo o Ciudadela de Granada.

Más adelante, en su momento, te explicaré con más detalles el rincón donde estuvieron los primero edificios que dieron lugar a la ciudad de Granada. Porque es punto y a parte este rincón, sobre lo más alto del cerro que ocupa el barrio del Albaicín. Pero, por entre los muros antiguos y callejuelas de lo que fue el primer corazón de Granada, tampoco estuviste. Ni siquiera sé si leíste algún documento sobre este lugar o si alguien te comentó algo. Luego, en su momento, ya te contaré.

Nada más comenzar a subir, la calle se divide en dos. La de la derecha es la principal. Tiene casas pequeñas, todas muy parecidas a las que hay en el barrio que se derrama sobre la planicie del cerro, un poco más arriba. En cuanto se remonta como unos cien metros, a la derecha, se aparta una calle más estrecha. También empedrada y va, desde este lado de Granada, hasta calle Calderería, cerca de Plaza Nueva. Discurre por la parte baja del barrio del Albaicín y avanza paralela a calle Elvira y Gran Vía. Estas dos últimas sí que las conoces bien. Pero la primera, la que sale de Cuesta de Alhacaba y lleva a Calderería, creo que no las has pisado ni una sola vez en todo tu año en Granada. Se llama del Zenete y es fundamental conocerla y andarla para tener una idea más exacta de la ciudad de Granada. Y, más aun, de este excepcional trozo de Granada que es el singular barrio del Albaicín. Sobre todo, de esta parte antigua, de sus cimientos primeros, de su corazón, de su alma. El Zenete es uno de los trozos, barrio hermano, del Albaicín. Hoy es todo uno pero, en otros tiempos, no fue así.

En el Siglo XI, hacia el 1054, llegan a la Península Ibérica, Reino de Granada, los ZENTES, moradores del desierto, guerreros que utilizan principalmente el caballo ensillado y un espada menos pesada que la que se estila en la época. Tribu hermana de los Beréberes que tenían su núcleo principal de población en el sur de Argelia. Los Zenetes se extendieron desde la península arábiga hasta Mauritania. Su llegada a Granada, fue como mercenarios para ayudar al entonces Rey de Granada en las luchas familiares. El Marquesado del Zenete, zona ubicada en la provincia de Granada, alcanza una altitud media superior a los mil metros. Delimitada por Sierra Nevada al Sur y Sierra de Baza y Filabres al norte. Una de las rutas naturales que enlaza la Mediterránea con la Andalucía del Guadalquivir y con Sierra Nevada, a través del puerto de la Ragua. Nace como Señorio en el siglo XV. El primer señor del Marquesado del Zenete fue don Rodrigo Díaz de Vivar y Mendoza, hijo natural del cardenal. Con el levantamiento morisco 1568 y en su posterior derrota 1571, el Marquesado fue abandonado por sus habitantes en un número considerable.

¿Sabías que, en todo el Planeta Tierra y construido por los humanos, no hay nada que se parezca al barrio del Albaicín en Granada? Pues te lo digo para que lo sepas. Es único en el mundo este antiguo y hermosísimo trozo de la ciudad de Granada.

Unos cincuenta metros más arriba de calle Zenete, también a la derecha, sale otra pequeña calle que se llama Carril de la Lona, por la fabricación de velas para barcos. Es por esta calle por donde bajan todos los coches y autobuses que desde, el barrio del Albaicín, vienen al centro de Granada. Bajan por aquí, recorren un trozo de la Cuesta de Alhacaba y salen justo a la plaza de Arco Elvira.

¿Sabías que en este Carril de la Lona, es donde se encuentra una de las antiguas puertas en la muralla vieja? Te sigo contando para que sepas: Después del inicio de la guerra civil, 1009-1031, fin del califato de Córdoba, el grupo de beréberes ziríes encabezados por Zawi b. Ziri estableció un gobierno autónomo en la cora de Ilbira. Pero, en lugar de asentarse en Madinat Ilbira, ocuparon la antigua ciudad romano-visigoda. A una primera reparación de las fortificaciones, debió seguir su ampliación, que afectó a los sectores oeste y sur. El primero se extendió desde la Bab al-Unaydar, Puerta de la Erilla o Monaita, hasta el Carril de la Lona, donde se abría la Bab al-Asad, Puerta del León. Desde ahí descendía por detrás de la Iglesia de San José hasta la Cuesta de San Gregorio. El límite sur se llevó muy próximo a la actual calle San Juan de los Reyes, a partir de la cual continuaba hacia el norte para enlazar con la antigua muralla en la C/ Guinea, cerca de otra torre que todavía existe. Hacia levante se conserva en la Placeta de Abad, integrado dentro del Convento de las Tomasas, una torre que debió formar parte de la Bab al-Bunad, Puerta de los Estandartes. De esta forma quedó constituida la Qasabat Garnata, Alcazaba de Granada, dentro de la cual estaba el alcázar de los emires ziríes.

Avanzando un poco por el Carril de la Lona, a lado de arriba y a la izquierda dirección a Plaza Nueva, se encuentra un gran edificio viejo. Es el Monasterio de Santa Isabel La Real y el Palacio de Dar al-Horra. ¿Estuviste algún día en este lugar? Creo que no. Y sin embargo también es muy bonito todo este rincón. Si lo hubieras visto seguro que te habría gustado.

De nuevo dos pinceladas para que tengas claro que, el palacio que te digo, fue la mansión de la familia real nazarí. Se le llamaba Daralhorra, Dar al-Hurra. Este nombre es por el tratamiento honorífico que recibían las princesas musulmanas, por lo que se ha traducido como Casa de la Sultana, de la Reina, o de la Señora. Está situada dentro del recinto de la Alcazaba Antigua, probablemente sobre el solar ocupado por el alcázar del rey zirí Badis, S. XI. Parece que Fátima, esposa de Muley Hacén y madre de Boabdil, residió en esta casa. Después de la capitulación de Granada, los Reyes Católicos fundaron el convento de religiosas franciscanas, que en su honor lleva el nombre de Santa Isabel la Real. La mansión nazarí se mantuvo, con pocas modificaciones, en el extremo norte del conjunto conventual, hasta que fue adquirida por el Estado en la década de 1920.
A partir de este Carril de la Lona, la calle Alhacaba, discurre por el lado de afuera de la antigua muralla. La muralla, la están reconstruyendo, queda por el lado de la derecha. Y sube, desde la puerta Monaita hasta Plaza Larga, Puerta de las Pesas. Un poco más arriba de calle Carril de la Lona, hay un ensanche. Por la izquierda y con escalones de piedra. Estas escaleras llevan a las casas que hay por debajo del primer mirador del barrio del Albaicín, subiendo por la carretera de Murcia. Se lo conoce con el nombre de Mirador de San Cristóbal. Entre la carretera de Murcia, esta Cuesta de Alhacaba y la calle Acera de San Idelfonso, queda un pequeño barrio de casas muy originales. Tampoco estuviste en este lugar. Y lo siento porque estos sitios sí que son los que realmente tienen hechizo.

Tanto las escaleras que me van quedando por la izquierda como el rincón a donde llevan, tiene gran encanto. No hay nada igual en toda la ciudad de Granada. Y tú no lo has visto. Aquella tarde por aquí pasaste y ni siquiera prestaste atención. Te has ido de Granada sin conocerla casi nada. Solo la parte del centro, las discotecas, el recinto del botellón, la piscina universitaria, las avenidas del campus y poco más. Y has estado por aquí un año entero.

Ya casi al final de Cuesta de Alhacaba, donde también hay un ensanche a la derecha, una pequeña plaza empedrada y varios árboles, a la sombra me paro para respirar. Lo mismo que hiciste aquella tarde. Vengo sudando.

El último tramo de esta calle, no tiene tanta cuesta pero todavía sube. Discurre y se aproxima cada vez más a la antigua muralla que protegía al barrio del albaicín. Por aquí me encuentro con un letrero donde puedo leer: “Muralla Ziris del Alcazaba Viejo, Monumento Nacional”. Aunque es más conocida como Muralla del Albaicín. Llevan ya unos años restaurándola. Tampoco viste este rincón de Granada aunque sí pasaste cerca.

Cuando pase el tiempo, cuando llegue el otoño o el invierno del año próximo, quiero venir otra vez por aquí. Quiero ver esta calle de nuevo y sentirla, no bajo este ardiente sol de verano, si no bajo el típico y hermoso clima del otoño o invierno. Granada y sus paisajes son únicos en el mundo cuando aparece por aquí el otoño o la misteriosa estación del invierno. Esta calle, sin duda, que es un gran paisaje en los rincones de estas tierras únicas. Lo es ahora en verano pero lo será mucho más en las épocas del año que te estoy diciendo. Y, vivirlo bajo el sentimiento de tu pérdida y ausencia, solo presente en el recuerdo, debe ser una gran experiencia. Quizá dolorosa, triste o romántica pero creo que única también en el mundo.

Ya casi al final y más cerca de la muralla, hay una bonita casa. En la puerta tiene escrito: “Carmen de Jesús del Gran Poder”. No te expliqué nunca lo que significa la palabra “Carmen”. Y aquí, en este barrio del Albaicín, todas las casas o casi todas, las llaman con este nombre de carmen, que significa casa con jardín o jardín con flores.

Ya he llegado a un pequeño ensanche que tiene por nombre Plazoleta Almona del Albaicín. Llegan a ella cuatro calles. Aunque en realidad serían solo tres porque la que traigo, entra a la plaza y sigue subiendo unos metros más. Pero sí que son cuatro las calles que de esta plaza parten. Una de las calles que sale de este espacio, también toda empedrada, se llama Calle Larga de San Cristóbal. Este es nombre del primer mirador del barrio del Albaicín. También es el nombre de la iglesia que se alza justo por el lado de arriba de este mirador.

Desde la plazoleta, en menos de cincuenta metros, se llega a Plaza Larga. Es este el corazón del barrio del Albaicín y la plaza principal. Cuando aquel día, después de la larga cuesta, por fin nos encajamos en Plaza Larga, al verla, te sorprendiste. No la esperabas. Era la primera vez que subías al Albaicín por la calle que acabo de recorrer.

Ya he llegado esta tarde. Y también me sorprendo. Lo mismo que mi alma, me encuentro la plaza solitaria. Solo cuatro o cinco personas sentadas en algunos de los ocho bancos, arropados por la sombra de los árboles. Y recuerdo que aquel día, nada más llegar, te pedí que miraras para la derecha. Para que te fijaras en el edificio que por este lado queda. Miraste con interés. Es una casa muy especial tanto en este barrio como en toda la ciudad de Granada. Arriba tiene dos balcones y, entre ellos, un gran azulejo donde se puede leer: “Casa fundada en 1928. Confitería, café, heladería, casa Pasteles”.

Preguntaste y te estuve explicando que este local es uno de los más típicos de Granada enteran. Hacen una gran variedad de dulces todos artesanales. Las personas lo saben y lo conocen y por eso lo valoran mucho. Quisimos entrar pero a ti no te apetecía. Te excusaste diciendo:
- ¡Otro día venimos!

Seguimos por la derecha y, enseguida, nos encontramos en el centro de otra pequeña plaza empedrara. En el suelo tiene hasta un escudo dibujado con piedras naturales de distintos colores. Al frente y, aquí mismo, saluda la vieja muralla que ha subido por el lado derecho de Cuesta de Alhacaba.

4 - Por el mirador de San Nicolás del barrio del Albaicín

Y, al continuar y salir de la pequeña plaza de Casa Pasteles, enseguida se llega a Puerta Nueva. Una vieja entrada en la antigua muralla que, aun hoy, se conserva perfecta. Las paredes y el pavimento son de ladrillos vistos y su recorrido, en rampa porque sube para la parte alta del cerro, traza como un ángulo recto. También dos pinceladas de este trozo de muralla de aquella primitiva ciudad de Granada. Como ya te he dicho se le conoce con el nombre de Puerta Nueva o Puerta de las Pesas. Es acceso al recinto de la Alcazaba Gadima o vieja que debió estar en relación con la vecina puerta de Hizna Román, formando un sistema de muralla y antemuralla hoy difícil de identificar por las construcciones adosadas a las murallas. El arco de la puerta está construido con piedra de La Malahá y tiene la disposición característica del siglo XI con enjarjes y alfiz recercando el hueco. Tras él, un pasaje en recodo cubierto con bóvedas de ladrillo, de medio cañón en los tramos rectos y baída en la zona del ángulo. Todo ello se alberga en el interior de un torreón construido con tapial de dura argamasa.
Y, justo donde se forma el ángulo del recodo, la tarde aquella, un joven extranjero tocaba su guitarra. Te quedaste mirándolo y preguntaste:
- ¿Quién es y qué hace aquí?
Aclaré:
- Es uno de los muchos jóvenes que, en estos tiempos modernos, recorren el mundo. De tarde en tarde, se detienen en alguna ciudad durante un tiempo, se ponen en alguna calle, plaza o rincón como este, tocan la guitarra y esperan que alguien les de unas monedas con las que ir tirando.
- ¡Ya entiendo! En tu país también se ven estas cosas pero más en Moscú que en otras ciudades.

El último tramo de este paso por la puerta de la muralla, tiene escaleras. Con solo cinco o seis escalones y enseguida aparece una pequeña plaza empedrada. Desde aquí parten dos calles estrechas. Una sigue al frente y la otra se viene para el lado de la izquierda. Por la que continua al frente te ibas aquella tarde. Va esta calle a un edificio muy singular. Al Carmen Museo Max Mureau. Tampoco lo has visitado y lo siento. Y también, si continuamos por esta calle, vamos a salir al monasterio y palacio que te he dicho antes. Pero aquella tarde y también yo ahora, íbamos a otro lugar. Por eso indiqué:
- Vente por esta calle de la izquierda.
- Y si continuo por la que voy ¿a dónde me lleva?
- Vas de vuelta casi al mismo sitio de donde venimos. Si la continuas, te sales del barrio del Albaicín nada más haberlo pisado. Aunque no es exactamente así.

Seguiste preguntando:
- ¿Llegaríamos, por aquí, al rincón donde me has dicho nació Granada?
- Así es. Además de la calle Carril de la Lona, aquí mismo hay una calle que se llama Aljibe de la Gitana. Lleva justo al gran Carmen del Aljibe del Rey, Centro del Interpretación del Agua, y a la Placeta del Cristo de las Azucenas. Desde ahí, cogiendo por el Callejón de las Monjas, llegaríamos a los cimientos primeros, al corazón donde nació Granada.

Y, justo aquí mismo y por la derecha, se nos presentó algo que te llamó mucho a atención. Una valla de obras, con una sencilla puerta de malla metálica. Por entre esta tela de alambre se veía al fondo un gran trozo de la muralla. Y, justo en la puerta, el grueso tronco de un almez. Preguntaste:
- ¿Y esa muralla tan vieja?
- Es un tramo de la muralla ziris que hemos visto por donde subíamos. Ya ves que la están restaurando. Por eso no parece importante pero encierra, en sus paredes y silencio, muchos, muchos años.
Y dijiste:
- Cuando hayan terminado las obras que ahora tienen entre manos, este rincón será sorprendente.
Y te dije que sí.

Luego y, durante unos segundos, estuvimos mirando la figura del árbol que teníamos al frente. También sorprendente por el grueso tronco que muestra y el volumen de sus ramas. Aclaré:
- No me lo ha dicho nadie ni lo he leído en ningún libro pero creo que es centenario.
- ¡Un precioso gigante verde! ¿Cuántos árboles hay en Granada que tenga tantos años como éste?
- Muchos, aunque no lo creas. Un día, cuando quieras y tengamos tiempo, también podría mostrarte los ejemplares más representativos de esta colección de gigantes.
Y simplemente dijiste:
- ¡Vale!

Os volvisteis para atrás y tomamos por la calle de la izquierda, Callejón de San Cecilio. La que lleva directamente al mirador de San Nicolás. También esta calle es estrecha, discurre toda empedrada y sube buscando la parte alta del cerro donde se asienta el barrio del Albaicín. Las primeras casas de este cerro fueron construidas, por las fechas, más o menos, que el castillo de la Alhambra y justo también sobre una hermosa colina. Entre la Alhambra y el Albaicín discurre el río Darro y, en las colinas a ambos lados, levantaron el castillo y el barrio. Respetando mucho los paisajes y, al mismo tiempo, llenándolos de construcciones hermosas y muy bien distribuidas.

Aquella tarde, al caminar por lugar, el sol seguía quemando. Hacía calor, Igual que hoy. Y, según se avanza y antes del mirador, por la izquierda queda una pequeña y vieja iglesia. Solo unos metros más adelante la calle deja de subir porque el terreno se torna llano. Un colegio a la derecha y el centro de lenguas y educación intercultural. Por aquí ya corre un poco de viento.

Al llegar a la puerta del colegio, por la izquierda, una plaza grande. Se le conoce con el nombre de Plaza del Cementerio de San Nicolás. San Nicolás es justo la iglesia que, también a la izquierda y un poco más adelante, se alzan al comienzo de famoso mirador. Al que vienen todos los que visitan el barrio del Albaicín y desde donde se divisa el gran castillo de la Alhambra, Sierra Nevada y una gran parte de la ciudad de Granada y la Vega con sus pueblos.

La plaza que te digo también está empedrada. Baja levemente y enseguida se llega al mirador. En la plaza hay varias terrazas con mesas para los turistas. Es un entorno especial y bello. Por eso te pregunté:
- ¿Nos sentamos un rato y tomáis algo fresco? Os invito.
Respondiste:
- No tengo ganas. Lo dejamos para otro día.

Antes del mirador se encuentra la construcción de unas de las muchas aljibes que hay en este barrio. Construcciones de ladrillo, antiguas y que fueron depósitos para almacenar el agua en aquellos tiempos. Hasta hace unos años este aljibe tenía un pequeño chorrillo donde las personas podían beber. Ya no existe. Me paro justo al lado de la construcción y miro. Dejo que me roce el airecillo que pasa y dejo que de mi alma fluyan los sentimientos.

Recuerdo que el mirador, aquella tarde, sí estaba repleto de personas. Muchos jóvenes. Casi siempre son personas jóvenes los que vienen por aquí. Al menos, ellos son los que más tiempo se quedan. Con tu amiga, te sentaste en la pared que hay en el lado que da a la Alhambra y ahí estuviste mucho rato. Mirando, pensando, dejando que pasara el tiempo… Como si no tuvieras prisas o como si toda estuvieras donde ahora mismo te encuentras, en tu país. De vez en cuando preguntabas alguna cosa y seguías callada. Luego abriste la bolsa, donde traías pan, jamón fruta y una botella de Aquarius, que tanto te ha gustado en estas tierras de Granada. No sé si en tu país seguirás todavía disfrutando de esta bebida. Me han dicho que allí no se vende.

En el mirador, esta tarde, solo encuentro un grupo pequeño de personas jóvenes. Muy repartidos por la pared donde todos se sientan. Desde donde estoy observando miro y me quedan a cierta distancia. Por detrás de estas personas se alza la Alhambra y más por detrás se alzan las cumbres de Sierra Nevada. Ya no hay nieve sobre aquellas montañas. Sí esta tarde cubre por allí mucha calima. Y la Alhambra, majestuosa sobre la colina, entre su bosque de árboles y silenciosa. Se ve la gente allá, asomadas a los balcones y en las torres y, lo mismo que aquel día, te asombrabas y preguntaba, esta tarde, lo estoy viendo y quiero recogerlo para mandártelo y que lo tengas de regalo.

A la izquierda, como te decía, me queda la construcción del pequeño monumento de ladrillos de la aljibe. Un poco más lejos y también por este lado se levanta la fachada de la iglesia. De ladrillos pero toda pintada de blanco. Por la parte de atrás queda la plaza que te decía. Los árboles se mecen empujadas sus ramas por el vientecillo que pasa y se recortan sobre el azul del cielo. A ver esto y a disfrutar del fresco y de las vistas que desde aquí se descubren es a lo que vienen las personas a este mirador.

Aquella tarde, en este mirador, alguien cantaba. Tocaban la guitarra y cantaban flamenco. Tu amiga lo grabó y tú le dijiste:
- Luego me pasas los videos.
Luego te levantaste y me pediste ver la mezquita árabe. Queda a la izquierda del mirador, pared con pared. Entramos al jardincillo que tiene por la parte de delante y ahí también estuviste mucho rato. Haciendo fotos, mirando las flores, observando las panorámicas de la Alhambra sobre la colina, gozando de airecillo de la tarde…Te gustó mucho el rincón. La entrada al recinto también se encuentra pavimentada con piedras del río.

Después de esta visita seguimos y, por la parte de atrás, recorrimos un callejón que se llama Calle Espaldas de San Nicolás. Es una calle muy estrechita, tiene una curva en forma de ángulo recto y enseguida baja por unas escaleras. Es bonito este callejón. Me dijiste que era la primera vez que lo veías a pesar de haber venido tres o cuatro veces a este barrio.

Antes de empezar a bajar las escaleras, por la izquierda, queda una vivienda que se llama Carmen de las Mercedes. Todavía antes de empezar a bajar las escaleras, al frente se ve, allá a lo lejos y sobre el cerro, la ermita de San Miguel Alto. Más cerca y en todo el centro del barrio del Albaicín, la majestuosa iglesia del Salvador. La torre es de ladrillos, con varias campanas y rematada, en todo lo alto, con tejas de colores.

Te gustó mucho el callejón y por eso pediste que te hiciera fotos. Y lo que más te gustó fueron las dos viviendas que hay a lado izquierdo, según se bajan las escaleras. La primera, con rejas y dentro un jardín muy cuidado, se llama Carmen de Santa Teresa. Tiene una puerta de hierro, cerrada para que las personas no pasen pero sí pueden ver las plantas y flores del jardín. Como te gustó tanto este rincón ahora te lo regalo. La siguiente vivienda es Carmen de la Estrella. Se parece mucho al primero pero, por dentro, aun es más bonito. Muy verde todo, con limoneros, parras, geranios, azulejos en las paredes, platos…

No cuento los escalones de este callejón. Al llegar al final, torcimos para la derecha. Por detrás mismo de la iglesia del Salvador. Enseguida un rincón muy original. Es como una pequeña plaza y una casa con balcones. En la pared y en estos balcones, hay muchas macetas con flores de todos los colores. También pediste que te hiciera fotos y, estando en ello, viste un coche que te llamó mucho la atención. Dijiste:
- ¡Mira, un Niva!
Y enseguida me explicaste que esta marca de coche es la más extendida en toda tu nación. Que es el coche que más abunda en tu país. El modelo, la marcha, las piezas, todo es de origen ruso. Junto a este coche te hice más fotos mientras me decías:
- Para enseñárselas a mi familia cuando vuelva a mi país.

Al salir de este rincón enseguida se abre otra pequeña plaza. Hay aquí también otra aljibe y esta sí tiene un chorrillo de agua. Clara, fresca y potable. La gente se para mucho a beber cuando pasan por aquí. Me detengo y también esta tarde me lavo las manos y bebo. Mientras lo hago recuerdo que aquella tarde, tu amiga y tú, hicisteis lo mismo.

5 - El banco donde estuviste sentada la primera tarde,
junto a la iglesia del Salvador, en la Plaza del Abad


En el banco donde estuviste sentada en aquellas primeras tardes en Granada, me he sentado. Son dos los bancos. De madera vieja, a la sombra de unos árboles y frente a la calle por donde pasan los autobuses y los turistas. El sol ya está cayendo. El aire que corre refresca mucho. No hay apenas nadie por aquí esta tarde. Solo cantan unos gorriones. ¿Y sabes qué me pregunto? Que me gustaría que estuvieras. Pero ni siquiera sabes que, en este día y hora, ando por este rincón de Granada.

En este rinconcillo, fresco y algo recogido, voy a quedarme un rato. En silencio y con la idea de meditar el momento y elevar una oración al cielo. Por ti, por mí y por el mundo entero. Todos lo necesitamos. Rezar, mientras recordamos a los que en el corazón llevamos, casi siempre es en lo que mejor podemos emplear el tiempo. Al fin y al cabo, el alma que cada uno llevamos con nosotros, también es lo mejor de cuantas cosas, en este mundo, poseemos. Y el alma necesita un alimento que nada tiene que ver con la materia. Para no sentirse vacía y sin casa en esta tierra, el alma necesita de los sueños, de la belleza, de elevados pensamientos, de los recuerdos, de ti aunque seas silencio…

Y un pensamiento cruza por mi mente. Y para mí me digo que, hay que ver cómo son las cosas, lo que es el tiempo y lo que somos las personas. Estuviste por aquí y eras real, hablabas y se te podía oír. Respirabas el aire de este lugar, las personas podían verte, la sombra de estos árboles podían arroparte y el aire acariciarte. Pero hay que ver cómo son las cosas. Porque ahora mismo, pareces como si te hubiera tragado el tiempo.

Pues sí, de este modo ocurren y son las cosas. Por eso te regalo el momento, el espacio con sus dos bancos viejos, el suelo empedrado, la sombra de los árboles, el amable fresco de la tarde y el canto de los cuatro gorriones que por aquí revolotean. Te lo regalo y no hago más preguntas ni te pido que vuelvas ni que digas algo o que des señales de vida. Todo sería solo imaginar que podría ocurrir un milagro y sé que no será así. Solo es real el milagro que ahora mismo estoy viviendo. Por lo menos así es como mi mente lo percibe. Lo que te estoy contando, luego lo escribiré en mi cuaderno.

Traigo la cámara de fotos conmigo. Y estoy dudando si hacer o no fotos de este rincón para luego ponerlas en el cuaderno. Quizá no. Porque, a pesar de que estoy recorriendo los sitios según te los voy contando, esta tarde, tengo muy alicaído el ánimo. Apenas me apetece hablar ni contar nada. Pero en mi lógica pienso que sí debo contar las cosas.

Las campanas de la iglesia, la que se alza al frente de estos bancos, dan la hora en estos momentos. Las ocho en punto de la tarde. Y me pregunto: ¿En qué pensabas aquella tarde, cuando estuviste en este banco? ¿En qué pensarás ahora mismo? ¿Cómo es y a qué huele ese lugar tan lejano al que has ido a refugiarte? Allí te has ido y por aquí te has quedado quizá con mucha más fuerza, belleza y vida que en ningún otro lado de la Tierra y del Universo.

Ahora y siempre solo podré suponerte en un país muy lejano, como en esos mundos de los cuentos de hadas, y pensar que, en algún lugar de esos reinos, te encuentras. Porque, aunque tu país también tenga formas, sonidos, colores, aire, bosques, tierra, montañas, agua…siempre tendré que imaginarlo casi de igual modo a como son las cosas en el mundo de los sueños. Tú y tu país y los lugares por donde vayas, siempre seréis para mí como una fantasía de mi alma. Nebulosa en algún lugar del Planeta Tierra y nada más.

Soy de los que les gusta quedarse siempre en los lugares que conozco. Porque me gusta soñar recorriendo los espacios que hay en un mismo sitio y sacar de ellos la esencia que guardan dentro. Soy de los que piensan que en ninguna parte del mundo ni en ninguna universidad del planeta ni en ninguna ciudad de la tierra ni en ningún lugar, en ningún rincón, hay nada nuevo. Aunque haya casas distintas, calles desiguales, personas diferentes… Todo, en el fondo, se proyecta desde una misma fuente. Todo es igual en cualquier sitio y no hay más”. Pienso que lo importante es ahondar hacia el espíritu, hacia el corazón, hacia el alma, hacia el centro del Universo porque ahí está todo, todo. Así que por eso creo que, aunque estés en aquel lugar tan lejano, formas parte de ese todo que tengo dentro de mi. Pero eso pienso que no necesito irme a ningún otro lugar del Planeta Tierra para encontrar el alimento que mi corazón pide. No hay nada diferente en ningún sitio. Solo Dios. También el sueño que conmigo llevo.

Y a esto quizá me podrías responder ahora que estás allí, después de haber estado aquí. Aunque indudablemente, lo que has aprendido, las experiencias, las personas que has conocido, las calles que has pisado… puedas decir que sí son diferentes. Pero, en el fondo, todo esto es lo exterior. Seguro que allí, lo mismo que cuando estabas aquí, te pasas los días soñando encontrar algo grande para alimentar el hambre del espíritu. La misma necesitad que tenías cuando vivías en Granada, la sigues teniendo ahora que vives en tu reino. Y eso es lo que pretendo decir: que en cualquier lugar del mundo, estemos donde estemos, siempre tendremos la misma necesidades y las mismas oportunidades de encontrar el alimento esencial con que llenar el alma. Por eso te decía que no necesito recorrer muchos sitios ni ir a lugares diferentes para encontrar lo que tengo aquí y conmigo.

Tras el silencio que en la tarde
se lleva consigo el tiempo,
parece que hay un vacío
y no es cierto:
mi pequeño corazón,
cansado y viejo,
vive ahí agazapado
soñando un sueño.

Sabe él y sabe la tarde
y también lo sabe el viento
que ya por aquí solo eres
hondo recuerdo:
silencio que llora y quema
desde el silencio.

Pero la tarde es grande,
es profunda la luz del cielo,
saben a lejanía las calles
y a dulce beso.

Mi corazón cansado
todavía tiene aliento
y sueña y mira despacio
como esperando el momento.
Dios palpita tras la luz
que se lleva consigo el tiempo
y en el vacío aparente
del silencio
estás tú.

Todo está lleno
aunque seas lejanía
y hondo recuerdo.

Los rincones más bellos de Granada- 2

6 - Desde el corazón del barrio del Albaicín
a las cuevas del Sacromonte

En cuanto se avanza un poco, desde la plazoleta de los asientos, se llega enseguida a la plaza que hay en la puerta de la Iglesia del Salvador. Se alza este monumento justo en el corazón del barrio del Albaicín. Unas cadenas cierran el espacio de la plaza, por delante del templo. Para proteger de los coches y darle prestancia al edificio. La Iglesia del Salvador se le distingue con el nombre de colegiata porque, en tiempos antiguos, estuvo destinada a la evangelización de los musulmanes de Granada, después de la conquista del año 1492. Primero se instaló en lo que había sido la Gran Mezquita del Albaicín y, cuando se demolió el viejo edificio, se conservó el patio con su pozo dónde los fieles se lavaban los pies antes de rezar, transformándolo en el claustro de la nueva iglesia. Hoy, este patio, es uno de los monumentos musulmanes más antiguos de la ciudad, siendo de la época almohade, anterior a la de los nazaríes.

La calle que baja, desde el chorrillo y los asientos, se junta con la que sube. La calle Cuesta del Chapiz, remonta desde el río Darro, Paseo de los Tristes y es por esta calle por donde llegan los autobuses y coches que entran al barrio.
No piso la explanada, pórtico de la iglesia. Tampoco tú ni tu amiga la pisasteis aquel día. Si no que, como yo hoy, nos fuimos por la calle que enseguida se junta con la que sube. En el ángulo que forman las dos, se alza otro viejo aljibe. De construcción en ladrillo pero restaurada no hace mucho. Uno más de los muchos aljibes que se reparten por los rincones, plazas y calles del barrio. Nada más verlo, dijiste:
- Quiero una foto en este sitio.
Hicemos varias. Mirando al sol, de espaldas a la tarde, mirando a la vieja muralla del cerro de San Miguel, frente a la ermita en lo más alto del cerro y mirando a la fachada de la Iglesia del Salvador. Dije:
- Será un recuerdo importante cuando estés en tu país y repases las cosas que dejas por aquí. Al pasar el tiempo y, desde la distancia, todo adquiere un matiz nuevo. Y siempre es necesario mirar para atrás al fin de ver con más claridad lo que tenemos al frente.
Respondiste que sí y seguimos.

Bajamos unos treinta metros. Enseguida a la izquierda dimos con otra calle que se llama San Martín. Por aquí continuamos dirección a la ermita de San Miguel Alto. En realidad íbamos buscando la famosa calle de San Luís. La que, arrancando de la Plaza Cruz de Piedra, rodea al barrio del Albaicín por el lado del cerro y lleva a las cuevas del Sacromonte. La callejuela que recorro ahora y pisabas aquel día, también se encuentra empedrada. Todas las calles de este barrio están empedradas. Y el empedrado de muchas de ellas no es muy antiguo y por eso se ve muy cuidado. Hasta con sus pequeños toques artísticos. Quizá por esto, decías, de vez en cuando:
- Mi reino es otro mundo. Tendrías que venir a verlo.
Y, sin decir nada, para mis adentros murmuraba: “¿Cómo será tu reino? Claro que me gustaría mucho conocerlo. Creo que es fantástico y que se encuentra lleno, muy lleno de la misma belleza”.

Recorro la calle y me la voy encontrando toda solitaria. También lo estaba aquel día. Pero quedaba en sombra y hacía fresco. Igual que ahora. Y hoy también revolotean por aquí algunas golondrinas y gorriones. Aquella tarde, no. Salimos a una calle pequeña, un poco más arriba, que se llama Carmen Vista a la Alhambra. La recorrimos y, solo unos metros más, ya la calle San Luís. Te he comentado que esta larga y famosa calle es la que lleva al barrio de las cuevas. Torcimos para la derecha y por la estrecha calle, nos fuimos. Pregunté y me dijiste que por aquí tampoco habías venido nunca.
- Veo por primera vez en mi vida estos rincones de Granada.
- Esta ciudad es pequeña pero al mismo tiempo muy grande. Y también puede parecer que en Granada no hay muchas cosas que ver y tampoco es así. Por eso tantas veces he dicho que quería enseñarte esto, lo otro y aquello y los ríos de Granada, las montañas, los paisajes… Para que te lleves de aquí y de España la visión y el conocimiento más completo.

Preguntaste, conforme ya íbamos recorriendo la larga y estrecha calle hacia las laderas de las cuevas del Sacromonte:
- Y además de la calle en sí ¿hay algún edificio significativo en esta calle de San Luís?
- Hubo una iglesia, la de San Luís, que estaba situada en la misma calle que ahora recorremos. A la izquierda según vamos. Fue destruida por un incendio en las revueltas del 9 de noviembre de 1933. Su fachada estaba flanqueada por la torre de ladrillo con arco apuntado con hornacina encima, ocupada por la estatua en piedra de San Luís, única imagen salvada de la destrucción y hoy en el Museo de la Catedral. Cerca de esta iglesia se encuentra el aljibe de San Luís. Uno más de los muchos en este barrio por donde cruzaba el ramal secundario de la Acequia de Aynadamar. Servía para decantar el limo que llevaba el agua. Consta de una sola nave y tiene una capacidad de 4,5 m3. Es construcción de la época nazarí.

El empedrado de la calle de San Luís sí es muy nuevo. Limpio y nuevo y por eso gusta mucho pasear por aquí. Conforme avanzábamos para el barrio del Sacromonte, te sorprendía la soledad y el silencio que íbamos encontrando. Igual que esta tarde. Preguntabas:
- ¿Y quién vive en estas casas?
Porque te llamaba mucho la atención encontrarlas casi todas muy limpias, nuevas muchas de ellas, con sus flores o jardines en las puertas y cerradas. Dije, sabiendo que no era todo lo que preguntabas:
- En algunas de estas casas, a veces he visto grupos de jóvenes extranjeros. Y otras veces, como esta tarde, las he visto cerradas.
Desde uno de los pequeños miradores que hay en el recorrido, antes de la vieja muralla, se observa una gran vista sobre la Alhambra y el bosque de las laderas. La colina que sostiene al viejo castillo de la Alhambra, desde aquí, se observa majestuosa. Toda ella sube desde las tierras llanas de la ciudad y se alarga hacia las cumbres de Sierra Nevada. Como si quisiera volar e irse con las nubes al país donde ahora vives. Y, sobre esa verde colina, hermosamente coronada por las doradas paredes del castillo, se escalona también el blanco edificio del Generalife y la Silla del Moro. No te pregunté aquel día si habías visitado estos sitios. No me acordé pero creo que no. Creo que te has ido de Granada sin ver los jardines del Generalife y sin recorrer el sendero que va por la antigua acequia que trae el agua a la Alhambra. Tampoco has estado en el gran mirador de la Silla del Moro.

Antes de llegar a la muralla que baja desde la cumbre del cerro, la calle sube un poco. Estrecha y entre casas que brillan al sol de la tarde. En unos metros más, se llega a la pequeña plaza de la fuente de hierro. Pero antes y, por la izquierda y justo debajo de la muralla, todavía quedan unas antiguas cuevas. Se les conoce con el nombre de “Cueva de Chorrohumo, siglo XV”. Te expliqué brevemente este lugar y mostraste mucho interés. Estuviste mirando, tocando, descubriendo cada detalle. Como si te asombrara tanto lo que tenías antes tus ojos que dudaras de su realidad. Sé que a ti te interesa mucho conocer cosas nuevas y descubrirlas en profanidad.

Seguimos y, solo unos metros más adelante, nos encontramos con la reducida plaza de la fuente. La fuente y la plaza quedan justo por debajo de la antigua muralla. En el centro todavía se puede ver un mosaico y en él unos sencillos versos. En otras ocasiones, cuando por aquí he pasado, sí me gustó leer estos versos. Esta tarde, contigo aquí presente, no me sentí con ánimo. Sentí cierto pudor. No sé por qué. Como si pensara que podría herirte en alguna de las fibras de tu sensibilidad. Y son bonitos y sencillos los versos que todavía aquí se pueden leer. La fuente no tiene agua. En otros tiempos sí surgía de ella un hilillo que servía para calmar la sed.

Tampoco esta tarde hay nadie ni en los asientos de la pequeña plaza ni junto a la fuente ni en la pared que sujeta por el lado de abajo. Se le conoce, a este lugar, con el nombre de “Fuente de la Amapola”. En los dos bancos que hay aquí estuviste sentada un rato. Como dándole descanso a tu alma o como rumiando en tu corazón la sombra que nos regalaba la tarde y el silencio. Corría y corre esta tarde un amable airecillo que sube desde el barranco del río, el bosque de las laderas de la Alhambra y las cumbres de Sierra Nevada. Y, uniendo aquella tarde, con tu presencia por aquí, con esta tan llena de tu ausencia, no me queda más remedio que admitir que aun así es bonito este recogido mirador, junto a la vieja muralla que protegía al barrio del Albaicín y donde las cuevas tienen presencia.

La tarde se duerme en su silencio, el cielo es azul, corre casi el mismo viento de aquel día y el alma se siente cansada. Quiere llamarte porque te necesita pero no lo hace porque sabe que no serviría de nada. Todavía estoy preguntándome por qué, aquella tarde y en este lugar, no pronunciaste ni una sola palabra. Llegué a pensar que estabas triste, recordando a las personas y tierras queridas y por eso te faltaban fuerzas para comentar las cosas. Y me extrañaba mucho porque conozco la alegría que siempre llevas contigo.

Desde la fuente baja la calle entre dos paredes de piedra. Por la derecha va quedando como un pequeño trozo de terreno, erial y con pasto y por la izquierda, algunas fachadas de casas. Parecen que son cuevas pero están todas cerradas y con apariencia de encontrarse deshabitadas.

No sube ni baja nadie por aquí. Tampoco lo hacían la otra tarde. Sin embargo, hoy y en dirección contraria a la mía, sí me encuentro algunas parejas de jóvenes turistas. En la primera curva, otro reducido ensanche, unos árboles y dos asientos. Es un mirador hacia la Alhambra. Y es que, en realidad, todo este recorrido, desde la plaza de la fuente hasta el Camino del Sacromonte, no es otra cosa si no un alargado mirador hacia el barranco del río, las laderas y la Alhambra. En este recudido mirador de la curva veo un par de chicas sentadas. Pasando la tarde, mirando, hablando, recibiendo la caricia del airecillo y descansando. Son extranjeras igual que tú.

En cuanto dejo atrás el mirador de la curva, la calle baja aun más. Al frente aparece la Abadía del Sacromonte. Emerge también, más próximo a mí, la gran ladera de este barrio del Sacromonte. Y, en la parte alta, me saluda el letrero que te mostré aquella tarde. Según te lo enseñaba, aclaraba:
- Es ahí justo donde se encuentra el Museo del Sacromonte.
Me preguntaste:
- ¿Me traerás algún día para que lo vea?
- Te traeré y, con mucho gusto, cuando tú quieras.
Y, desde ese justo minuto, no he dejado de soñar este momento. Como niño que espera el regalo prometido. Pero ya sabes bien lo que después ha pasado.

Recuerdo que, aquella tarde, me preguntaste:
- ¿Y qué es lo que se puede ver en ese museo?
Te aclaré:
- Aquello es como una pequeña plaza tallada en la ladera del cerro. Justo en el centro del barranco. Alrededor de esta plaza, en la torrontera, abrieron las cuevas. Grandes, originales y muy bonitas todas porque todavía están ahí. Las han rehabilitado y dentro de cada una han instalado pequeños museos. Muestrarios de herramientas y utensilios de los oficios de aquellos tiempos. Algo realmente único en Granada y creo que en el mundo. Por eso tengo interés en que lo veas. Sé que en tu país no existe nada que se parezca y sé que no vas a tener nunca más en tu vida una oportunidad como esta.
Me escuchabas con mucha atención. Al final me dijiste:
- Me interesa mucho esto. ¿De verdad me traerás un día a verlo?
- Hacer real tu deseo será para mí un gran gozo. Tanto, que el día que vengamos, seguro me parecerá sueño.

Y ya sabes lo que después ha pasado. Te has ido de Granada sin haber visto ni este rincón ni otros muchos. Y bien que lo siento porque, es lo que te vengo diciendo: que en ningún otro lugar del mundo encontrarás nunca cosas como las que has dejado sin conocer en esta ciudad. Y la vida ya no vuelve. Las cosas, a veces pasan por delante de nosotros, solo una vez y ya nunca más vuelven.

A mitad de la cuesta, en este camino que recorro ahora y contigo aquella tarde, queda un restaurante grande y famoso en este barrio. Este es ya el “Barranco de los Naranjos”. El camino sigue estrecho, empedrado y muy solitario. Me preguntaste:
- ¿Cómo se llama esta calle?
Te aclaré:
- Por donde vamos ahora mismo se le conoce con el nombre de Vereda de Enmedio Alta, el trozo que hemos dejado atrás, se le conoce por Montes Claros y, más atrás aun, se llama Vereda de Pinchos. Desde ahí hasta la Plaza Cruz de Piedra, es conocida por la Calle de San Luís. Muy antigua y famosa es esta calle.

Guardaste silencio y, unos metros antes de torcer para la derecha, me volviste a preguntar:
- Y estas escaleras de piedra que vamos a recorrer ¿cómo se llaman?
- Vereda de Enmedio Baja. Al final, a donde llegaremos después de bajar las escaleras, se le conoce por el Camino del Sacromonte.
De nuevo guardaste silencio y hora fue durante un buen rato. Tus misteriosos silencios, como si

estuvieras soñando o rumiando hondos secretos.

Por el Barranco de los Naranjos discurre la calle estrecha, empedrada, protegida por el lado de abajo por una pequeña pared de piedra. Pero al llegar al barranco, se allana y, enseguida por la derecha, las escaleras de piedra. Por estas escaleras nos fuimos. Se nos acababa el tiempo y querías regresar a tu rincón antes de que la noche estuviera muy avanzada. A mí hoy todavía me quedan horas de sol pero quiero regresar también. Por las misma escalera de aquella tarde. Mientras bajábamos me ibas hablando de los gitanos. Otra más de las veces que, en tus conversaciones, me hablabas de estas personas. Te escuché con sincero respeto. Me daba cuenta que algo, de estas personas, inquietaba tu corazón. Son bonitas estas escaleras y agrada recorrerlas a estas horas de la tarde.

Antes de llegar a la calla asfaltada, entro en la zona de sombra. Porque el sol ya cae por el barrio del Albaicín y, todo ese cerro, con las casas, jardines, bancos y calles, proyecta su sombra por el barranco que recorre estas escaleras de piedra. Un buen laberinto de escaleras, rellanos, y peldaños. Hay por aquí higueras, cipreses, acacias, almendros… Un nuevo giro para la izquierda y llego al Camino del Sacromonte. Es interesante el recorrido. Ya voy por el camino que lleva a la abadía. Es en realidad una carretera asfaltada. La carretera por donde entran y salen los coches de las personas que viven por aquí. Lo recorro en la misma dirección que lo hicimos aquel día. Es un paseo bonito, ya muy pegado al surco del río y por el lado de abajo de las casas en estas laderas. Discurre mostrando, en todo su recorrido, las mejores vistas de la Alhambra y la ladera de la Fuente del Avellano. Por aquí vienen muchos turistas. Pero en estas fechas, no tantos.

Avanzando unos metros, por la izquierda, se presenta un mirador, con dos bancos de madera. En la misma curva. Y por la derecha van quedando algunas casas, cuevas y no, casi todas cerradas. Desde hace algún tiempo, las personas que antes vivían en estos sitios, se fueron yendo. A otras partes de la ciudad y a pisos. Unos metros más adelante aparece otro mirador pequeño. Y, a partir de este punto, ya la calle baja. Busca encontrarse con la que sube por la Cuesta del Chapiz. Se oye el canto de las chicharras, agarradas a las ramas de los árboles que van quedando por la izquierda. Son unos viejos jardines en, la que es también, una vieja casa, grande y algo ruinosa. Preguntaste:
- ¿Quién vive aquí?
- Se le conoce a este edificio con el nombre de Casa del Chapiz. Es una construcción histórica y creo que ahora la ocupan para enseñar. Es Escuela de Estudios Árabes.
- Y de la Casa del Chapiz ¿qué más cuenta la historia?

- Las Casas del Chapiz, en aquellos tiempos, se encontraban dentro del recinto del antiguo Arrabal del Albaicín. Ocupaban una amplia parcela situada en la esquina que forman la Cuesta del Chapiz y el Camino del Sacromonte, en el extremo sureste del arrabal, que era denominado Barrio de la Blanca. Es un edificio morisco del s. XVI, compuesto por dos viviendas, la más pequeña perteneciente a Hernán López el Ferí y la principal a Lorenzo el Chapiz. Son pues dos las viviendas que la componen y por ello frecuentemente se les ha citado como las Casas del Chapiz.

Algo más abajo, ya muy pegado al río Darro, se alza el Palacio de los Córdova.
- ¿Y con qué ocupan ahora este palacio?
- Con el archivo histórico de la ciudad de Granada. Si quieres y tienes tiempo, también un día puedes venir a verlo antes de que te vayas. Te gustará porque encontrarás cosas muy interesantes. El Palacio de los Córdova fue edificado en la Placeta de las Descalzas hacia 1530, finalizando su construcción en 1592. Su dueño fue Luís Fernández de Córdova, Alférez Mayor de Granada y Comendador de Villanueva de la Fuente.
- No viene por aquí nunca y sí que me gustaría conocer estos rincones, antes de irme.
Al llegar a la Cuesta del Chapiz y empezar a bajar para el río, de nuevo pregunté:
- A partir de aquí tenemos dos opciones: o bajamos hasta el final y seguimos por el Paseo de los Tristes o nos vamos por la calle que sale a la derecha. Discurre paralela al río y es muy interesante.
- Este rincón también es nuevo para mí. Vayámonos por la calle que me dices y así la conozco.

Por la derecha, justo un poco más arriba, nos empezó a quedar la fachada de un gran edificio. Te llamó la atención por la abundancia de vegetación y la construcción. Por eso volviste a preguntar:
- ¿Qué es esta casa tan grande, tan llena de plantas frescas y en este lugar tan significativo?
- También es una residencia universitaria que pertenece a la Universidad de Granada. Pero, en este caso, no es residencia de alumnos si no para invitados.
- ¿Y qué hubo aquí en otros tiempos?
- Ahora se le conoce con el nombre de Carmen de la Victoria y, como vez, está situado en lo que fue el arrabal árabe de Axaris, límite de la ciudad que era ya en época árabe lugar de huertos, cármenes y jardines. En las tierras que ocupan hoy el carmen hubo un convento con el mismo nombre. Fue de los frailes mínimos de San Francisco de Paula y se fundó en 1509. Este edificio tenía un amplio patio, escaleras con bóveda de piedra y artesonados mudejares y del renacimiento. Tras la demolición del Convento de la Victoria en el siglo pasado se formó el carmen tal y como hoy se ve, producto de la unificación del primitivo Carmen de la Victoria-Huerto del Olivarillo con el Carmen del Pencal, separados el uno del otro por la muralla árabe del Chapiz cuyo trazado se advierte aún en las paratas de los jardines. A estos dos cármenes se unieron varias casas y trozos de calle para formar los escalonados jardines que rodean la residencia.

Los jardines de este Carmen de la Victoria son muy hermosos. Quizá los más interesantes de todos los jardines que hay en los cármenes del barrio del Albaicín. Y esto que te digo no lo pienso por mi propia cuenta.
- ¿Es que acaso los conoces?
- Bastante bien. Y lo que más me asombra en estos jardines son los gruesos y viejos árboles que crecen en ellos. Creo que son centenarios y, tan altos y bellos, que solo mirarlos infunden respeto. No te vayas de Granada sin venir un día a este jardín y contemplar la figura de la Alhambra desde la sombra y majestad de estos árboles viejos. Es una visión única que merece la pena vivirla.
- ¿Y por qué no vienes un día conmigo y me lo enseñas?
- El día que quieras.


7 - Por la calle San Juan de los Reyes

Esta calle queda, subiendo la Cuesta del Chapiz, a unos metros a la izquierda. Y recorre, de un extremo a otro, todo el Albaicín Bajo, por el lado del cerro que mira a la Alhambra. Por la mitad de la ladera, entre el río Darro y el mirador de San Nicolás. Y se entra a ella, desde la calle del Chapiz, por un gran arco. Tiene su fin o comienzo, según se ande, justo en la Plaza de San Gregorio, por delante de la iglesia con el mismo nombre.

San Juan de los Reyes es la calle más larga del Albaicín. Fue vía romana que llevaba hasta Guadix y, su nombre, de los Reyes, es por l iglesia, dedicada a San Juan. Fue la primera mezquita que consagraron los Reyes Católicos después de tomar la ciudad. Otras mezquitas eran más grandes pero esta era la Mezquita de los conversos, donde muchas generaciones de cristianos granadinos habían abandonado la fe de sus antecesores. Por ello fue elegido como el templo donde, estos neo-musulmanes, fueron reconvertidos al cristianismo, cuando el poder cambió de manos.

Por el arco, al comienzo de la calle, entramos aquella tarde y empezamos a recorrerla. Y lo primero que por aquí te llamó la atención de nuevo fue el empedrado. Igual que en todas las calles de este barrio del Albaicín. Pero en este caso, en el empedrado de la calle que empezamos a recorrer, es más reciente que el de los otros rincones. Casi sin comentar nada, aquella tarde, comenzamos a irnos por ella. Igual que esta tarde, yo en solitario.

Frente al sol que cae, aquel día ya se había ido, y esta tarde aun calienta. Es bastante larga la calle. Y recuerdo que, a unos cincuenta metros del arco y a la derecha, hay un aljibe subterránea. Estaba abierta porque la usa ahora un grupo de jóvenes para ensayar música. Entramos a verla y nos atendieron cortésmente. Te gustó todo lo que por aquí dentro nos fueron enseñando. El escenario para cantar, los cuadros de artistas desconocidos decorando las paredes, el taller de bordados… Preguntabas y con detalle te fui explicando lo que es un aljibe y para qué la usaban en aquellos tiempos. Entendiste las cosas pero no del todo. Y pude y puedo comprenderlo. En tu país y cultura no hay nada que se parezca a la cultura y cosas antiguas de este barrio. Hasta el agua que tenéis en las casas, la forma de gestionarla, los ríos y las montañas, son diferentes en tu país y cultura.

¡Cuantas cosas podría yo haber aprendido de tu país! ¡Cuantas cosas podrías tú haber aprendido de esta ciudad y de España! ¡Qué oportunidad más buena, nunca más se repetirá, y tan escasamente aprovechada! Mientras esta tarde avanzo por la calle voy mirando y no veo en qué sitio exactamente se encuentra el edificio que vimos aquel día. Está cerrado.

A partir de la mitad o así del largo recorrido de esta calle, ya no está empedrada si no adoquinada. Le han cambiado su pavimento original por ese otro, también bueno y bonito. Me preguntabas:
- ¿Y qué son adoquines?
Con detalle te expliqué lo que es un adoquín, cómo se obtiene de las rocas de granito de las montañas al norte de Córdoba y cómo se colocan en el suelo de las calles. Y luego te expliqué la diferencia y ventajas entre adoquinado y empedrado con piedrecitas del río. También todo esto fue nuevo para ti por la sencilla razón de que en tu país tampoco existen estas cosas.

Como a la mitad de la calle, a la derecha, queda la Escuela Hogar. Un bonito edificio, esta tarde cerrado, que me hubiera gustado enseñarte aquel día. También me habría gustado enseñarte despacio la Placeta de las Escuelas. En un rincón chiquito, a la derecha, por donde son muy originales las escaleras de piedra y los rellanos que hay en ellas. A la izquierda queda una pequeña y también recogida calle que baja para el río Darro. Se le conoce con el nombre de Calle Zafra. Y, a partir de este punto, la Calle San Juan de los Reyes, se torna estrecha. Desde el

arco, al comienzo, ha venido recta pero ahora traza una pequeña curva y se aproxima al río. Es muy recogido todo este rincón y, según avanzo, la calle se estrecha más.

Baja suavemente, toda empedrada y, solo unos metros más adelante, aun se estrecha más. Estaban encendidas las farolas aquella tarde. Igual que hoy pero aquella tarde ya era de noche cuando pasábamos por aquí. Y por eso resultaba tan hermoso el recorrido. Por la tarde, las farolas, la calle, el silencio, el vientecillo fresco y tú.

Te expliqué aquel día que esta calle, por la Plaza de San Gregorio, se junta con la Calle Zenete y ésta a su vez, se junto con Cuesta Alhacaba. En el mismo corazón del barrio del Albaicín toma el relevo la Calle de San Luís. Cuatro calles que, en su recorrido, van como rodeando al barrio por cada uno de sus lados. Como si quisieran encerrarlo o darle un abrazo.

Tú no sabías estas características del barrio viejo sobre la colina. Y no lo sabías porque, aunque sí has venido varias veces por aquí a lo largo del año, no has llegado a conocerlo en muchos de sus detalles y cosas. La mayoría de las personas que visitan este barrio van directamente al centro, al mirador de San Nicolás o a las plazas pequeñas que hay por las partes altas y con esto se conforman. Y el albaicín son muchos rincones, calles y casas, en el centro y a sus alrededores.

Por aquí, un poco antes de las calles Caldererías y por la izquierda, van quedando callejuelas y casas donde puedo leer: “Muralla Ziris, siglo X, callejón Ziris…” Corresponde esto a un trozo de la antigua muralla que acompaña por la Cuesta Alhacaba. Otra pequeña y estrecha calle a la derecha. Es la Cuesta de los Arremangaos. Discurre empedrada y con escaleras. Ya voy llegando al final. Al frente aparece el restaurante San Juan de los Reyes, enseguida la iglesia, la plaza y muchas personas por aquí. Es este el fin de la calle que acabo de recorrer y, también tú, aquel día. Y la gente se amontona por aquí porque es este punto también el comienzo de las dos calles Caldererías. Desde esta plaza también arranca la famosa y bella Cuesta de San Gregorio. Una calle también muy larga, empedrada, con muchas plazoletas, escaleras, sombras frescas, plantas verdes y lleva justamente al mirador de San Nicolás. Tampoco conoces este rincón de Granada. Uno quizá de los más típicos dentro del gran conjunto del barrio del Albaicín. Supongo que te habría gustado mucho si lo hubieras conocido.

Porque es cierto: el trozo de ciudad, en este caso barrio del Albaicín, que queda comprendido entre la calle Chapiz, calle San Juan de los Reyes, Cuesta de San Gregorio y coronado por el mirador de San Nicolás, es lo más hermoso de toda la ciudad de Granada. Lo más típico, misterioso, histórico y poético y artístico. ¿Viste tú, algunos de los días que estuviste por aquí, las magníficas casas con jardín que hay por estas laderas del barrio del Albaicín?

Al comienzo de la Cuesta de San Gregorio, toma el nombre de la iglesia que se alza al lado de arriba de la plaza, una bonita fuente de piedra regala dos claros chorrillos de agua. Aquí me paro. Me acero a los chorrillos de esta fuente con la intención de beber. Tengo sé porque vengo sudando, a pesar del fresco que regala el viento de la tarde que va terminando. Pero el calor es todavía mucho.

Tú sigues faltando, tanto en la tarde como en la plaza donde me he parado y también en Granada y en España. Por eso me sigue doliendo el vacío que por aquí has dejado. Miro a las personas que por el rincón se solazan, sentados algunos, mirando tiendas, otros, subiendo por la cuesta hacia el mirador de la cumbre y algunos, simplemente como yo: llegando de algún sitio pero acompañados de amigos, niños, parejas… Vacíos por aquí y solitarios solo está la tarde y yo y por eso es tan intenso el dolor en el alma. Me duele y no puedo olvidar que te hayas ido de la extraña forma en que ha sido.

Miro a cada uno de los que por aquí descansan, charlan o llegan porque me gustaría verte por algún lado. Sé que no tiene ningún sentido pensar que pudieras aparecer. Porque sé que, en estos precisos momentos, te encuentras a miles de kilómetros de Granada. Pero como me gustaría que se hiciera real este sueño, lo imagino y de este modo me consuelo. Y, sin embargo y al mismo tiempo, también te imagino en tu tierra, en tu lejano país, y otra vez me entristezco. Cada vez que pienso lo sencillamente grato y hermoso que podría haber sido todo y lo comparo con la realidad que ha sido al final, me lleno de congoja. ¿Te pasa a ti lo mismo cuando, allá en tu país, ahora repasas los recuerdos?

En los chorrillos claros de la fuente de piedra me lavo las manos, los brazos, la cara… Bebo y le doy gracias a la tarde y al cielo. Y me digo que, al fin y al cabo, también es valioso lo que por las calles de Granada y, en memoria tuya, estoy haciendo. Aunque no lo sepas nunca. Sí lo sabe el cielo y lo sé yo y la tarde y el aire que pasea ahora mismo por estas calles. Y así lo dejo en mi cuaderno pensando que podré regalártelo algún día.

8 / 13 de julio: Desde el Puntal de los Almendros,
tu residencia y, Granada, durmiendo en la Vega


Esta tarde voy a contarte un trozo más de Granada. El recorrido que va desde la parte de arriba del barrio del Albaicín hasta la ermita de San Miguel Alto. Ahí estuviste una vez, en compañía de una amiga, también de Rusia y tu ciudad.

Pero antes de empezar la ruta por este singular rincón de Granada, me he venido por el Puntal de los Almendros. Frente a la residencia que fue tu casa a lo largo del año, me he parado. A la sombra de un almendro, miro hacia la gran ciudad de Granada, derramada en las tierras llanas de la Vega y, en primer plano, tengo tu residencia. Cae el sol hace mucho calor. Aunque en este puntal el viento corre y acaricia gratamente. No es fresco pero alivia.

Miro a tu residencia y, al fondo, veo el edificio viejo del monasterio. ¿Lo recuerdas? Desde tu habitación no podías verlo pero sí ha sido tu compañero, guardián fiel de tus sueños, alegrías y pasos, cada vez que te has movido por algunos de estos lugares. Más al fondo y, por detrás del viejo asombro de piedra, la extensión de la Vega de Granada. ¿Fuiste tú alguna vez por estas tierras? ¿O te has ido también sin haber visto ni las alamedas en las llanuras ni las verdes huertas en estas tierras?

Por la gran calima que mana de la tarde ahora mismo no se distinguen bien los horizontes. Pero sí se ven claramente las casas de la ciudad y los blancos pueblos que se alejan por donde el sol. Y, por entre estos pueblos y más allá de la ciudad, resalta el verde de las huertas. ¿Sabías tú que la vega de Granada es un rincón también único en el mundo?

Miro a tu residencia y en ella veo entrar y salir gente. Tus amigas me han dicho que, en estos días, han venido varios grupos de profesores extranjeros. Les pregunté y me confirmaron:
- Creo que son americanos que han llegado a Granada a hacer un master del idioma español.
- ¿Sabes si estarán por aquí mucho tiempo?
- Hasta final de julio.
- Y en el mes de agosto ¿ya sí se queda vacía la residencia?
- Nosotras nos vamos el día quince. Y yo ya, como la persona de tus sueños, no vuelvo.

Algunos de los álamos que hay entre los distintos pabellones de la residencia, se mecen empujados por el viento que brota de la tarde. Y, en temblor de estás árboles y el diálogo que ellos tienen con el viento, quieren hacerme creer que todo sigue lleno de vida. Que tú te has ido y nada ha pasado. Que todo sigue igual. Que no es cierto el vacío, la soledad, el silencio… que por aquí has dejado. Pero mi alma bien sabe que es muy cierto que te has marchado. Sin embargo, tú sabes cómo son las cosas, porque te lo he dicho muchas veces: la materia, las plantas, los animales, casi nunca entienden de sentimientos. Ni de las cosas que, desde que te fuiste, escribo para ti en mi cuaderno.

Pues, desde este puntal de los almendros, antes de empezar a recorrer el trozo de ciudad que quiero regalarte hoy, te mando un saludo. Te ofrezco la soledad del momento, el traje color naranja que esta tarde viste Granada, el viento que sube desde la Vega, tu residencia y el color de sus ladrillos. También las ventanas cerradas y el tiempo que tan hiriente resbala y, a la vez que daña, abraza. Seguro que todo lo vas a recordar muchas veces a lo largo de tu vida. Y por eso hoy, para que no se te olvide, lo recojo y lo pongo en limpio sobre las hojas de mi cuaderno. No perderé nunca la esperanza de que algún día lo leas.

9 - Plaza Cruz de Piedra camino a la ermita
de San Miguel Alto, en el barrio del Albaicín

Comienzo la ruta que quiero explicarte. Justo en la Cruz de Piedra, una pequeña plaza, alado de arriba del barrio del Albaicín, y aquí mismo, una gran cruz de piedra. La plaza es algo rectangular y, justo en ella, comienza la calle San Luís. La que, en su tramo final, recorrimos aquella tarde hacia el Sacromonte. De esta plaza también salen las calles San Gregorio Alto y Cruz de Piedra. Esta última es la que une el barrio de Haza Grande con el Albaicín. Y lo hace atravesando la antigua muralla que, desde el mirador de San Cristóbal, sube hasta la Ermita de San Miguel Alto.

Para seguir y subir al cerro donde se encuentra la ermita, hay que tomar al frente, por la calle que se llama Carril de San Miguel. Es una arteria estrecha, empedrada y solitaria, a estas horas de la tarde. Por aquí tampoco viniste nunca. Por eso no tengo recuerdos tuyos aunque sí estás presente en mi deseo y pensamiento. Soñé, más de una vez, enseñarte este rincón de Granada y no fue posible. Nunca cerraste, clara y rotundamente, las puertas pero tampoco las abriste con decisión luminosa. Esas actitudes humanas ambiguas, indecisas, escasas de claridad que casi nunca sirven para nada.

El trozo de camino que va, desde la plaza a la ermita, recorrerlo como lo hago yo esta tarde, es muy interesante. Por la belleza del paisaje y para gozar de una muy extensa y exacta visión de Granada.

Desde la plaza de la cruz sube recta la calle. Enseguida tiene una curva, traza casi un ángulo recto, gira para el lado de la Alhambra y sigue remontando. El empedrado del firme es reciente y con dibujos hechos con piedras de distintos colores. Son los empedrados que tanto te gustan en este barrio de la colina. A unos ciento cincuenta metros se acaba el empedrado y el firme del camino ya es de tierra, de albero. Aparece una anchura, como un pequeño mirador para el lado de la derecha, para gustar de la Alhambra y las casas de la parte alta del barrio. Muy amplio y bonito es este rincón.

Hace calor pero corre un viento muy bueno. El pasto, en la ladera, está seco pero los árboles y jardines en las calles y patios de las casas, se ven verdes y frescos. Lo mismo que el bosque de las laderas de la Alhambra. Este rincón de Granada, además de colinas, cumbres, laderas, barrancos, ríos y arroyos, también tiene mucha vegetación. Son paisajes casi de montaña.

¿Te dije alguna vez o lo has adivinado por algún otro lado, que casi toda Granada se alza sobre montañas? Pues ahora te lo digo. Desde los primeros tiempos, las primeras casas de esta ciudad, fueron construidas en las cumbres o laderas de colinas, cerros y pequeñas montañas. Los aledaños de las altas cumbres de Sierra Nevada. Por eso también esta ciudad se encuentra surcada por tres ríos: el río Genil, el que baja desde las nieves de Sierra Nevada y deja sus aguas tanto en esta ciudad como en la vega para regar las huertas. Le sigue el río Darro, famoso porque es el que surte de agua al castillo de la colina, la grandiosa Alhambra. Y el río Beiro, pequeñito y casi siempre seco porque su recorrido es corto. Así que ya lo sabes: Granada, aunque en estos tiempos, sí se extiende ya muy ampliamente por las tierras llanas de la Vega, en un principio, fue amiga de la montaña. El barrio de Albaicín y la Alhambra son los ejemplos más claros.

Por eso también esta ciudad es hermana de los bosques, de las aguas, de los cielos azules, de los aires puros y de los infinitos horizontes. ¿Conoces tú todos los espacios verdes, jardines, bosques naturales, huertas, laderas y valles que hay en la ciudad de Granada? Creo que tampoco. Y por eso me lamento tanto que te hayas ido de este lugar del mundo sin haberlo gustado en todas sus formas, colores y olores. El agua y el verde de Granada es único en el mundo. Son únicas sus puestas de sol, es único su aire fino, con olor a nieve y los azules del cielo y el aroma a montañas. Por eso te he dicho muchas veces que Granada es mucho más que las calles que van por el centro o llevan a las facultades, a las discotecas o a otros lugares que tanto os gustan a los jóvenes. Granada es lo que yo he querido mostrarte, desde mi visión particular y tú no aceptaste.

Me he parado un momento en el pequeño mirador que me ofrece este camino. Observo despacio y me doy cuenta que revolotean las golondrinas. Como si quisieran darme compañía mientras por aquí te recuerdo. ¿Has gozado, aquí en Granada, del vuelo de las golondrinas al caer las tardes o al abrirse las mañanas? ¿En tu tierra hay golondrinas? Sigo y descubro ahora que el camino sube muy pegado a la antigua muralla. El pasto está seco. Al pisarlo cruje.

Por el lado derecho del camino de tierra que empieza a subir muy pegado a la muralla, han construido unas largas escaleras. Son de mármol artificial y me gustan. Porque llevan, además de a la cumbre del cerro, a las cuevas que hay por debajo del edificio de la ermita. Por el camino van los coches y por estas escaleras suben o bajan las personas. Para no pisar barro en los meses de la lluvia y para no pisar polvo en los días calurosos como el de esta tarde. Y, cuando en primavera o invierno la hierba tapiza toda esta ladera, recorrer estas escaleras, desde el barrio hasta la ermita, es un paseo muy bello.

La muralla escolta por la izquierda. Las escaleras van recta a una hilera de cuevas que se abren por debajo de la ermita. Son cuevas que han acondicionado algunas de las personas que ahora viven en ellas. Y algunas están muy bien preparadas. Con luz eléctrica, agua corriente, servicios sanitarios… Tú conoces estas cuevas. ¿No te acuerdas? Vinimos un día con tu amiga. Estuvimos viendo la ermita y, en uno de los momentos que mirabais interesadas en las vistas que desde aquí se gozan, te pregunté:
- ¿Te interesaría ver algunas de las casas-cuevas que hay en esta ladera?
Y, sin dudarlo, me dijiste:
- Sí, quiero verlas. Me interesan mucho. Es algo muy nuevo en mi vida.
Bajamos por el camino de la izquierda, un trozo empedrado y otro trozo de tierra y empezamos a recorrerlas. ¿No lo recuerdas?

10 - Visitando las cuevas en el cerro de la ermita
De San Miguel Alto del barrio del Albaicín


Las tres o cuatro cuevas primeras nos las encontramos cerradas. Aunque se notaban que estaban preparadas para vivir en ellas, parecían abandonadas. Sin embargo, a ti te llamaban mucho la atención. Te interesó mucho todo lo que por ahí íbamos viendo. Te parabas, mirabas, tocabas, preguntabas… Te parabas largamente y querías saber mucho de todo. Fuimos avanzando y llegamos a una donde sí había unas niñas jugando. Al verlas les pregunté si estaban sus padres. Mi intención era, si ellas nos respondían afirmativamente, pedirles permiso para que nos enseñaran la cueva donde vivían. Para que pudieras ver cómo son por dentro estas viviendas. Y para que te llevaras una experiencia más completa y clara, de esta ciudad de Granada, tuya y mía.

Salió una señora y nos saludó con mucha amabilidad. Nos dijo que se llamaba Aurora y que era de origen alemán pero su marido, gitano. Y al saber que era gitano noté en ti un gran interés. No estaba. Le pregunté a ella si quería mostrarnos algo de su vivienda porque tú tenías interés en verla. Y nos dijo que sí, que encantada, aunque perdonáramos porque era por la mañana y todavía estaban las cosas sin arreglar.
- Lo tengo todo manga por hombro. Las camas de las niñas, el sofá, la cocina, las habitaciones…

Yo la entendí y le dije que no se preocupara. Tenía mucho interés en que vieras algunas de estas viviendas por dentro. Y entraste. Delante Aurora y tú detrás. Con enorme interés en todo. Mirando, tocando, preguntando… Tocabas las paredes de la cueva, de piedras blanqueadas y me mirabas como diciendo:
- ¡Mira qué curioso!
Y preguntabas una cosa detrás de la otra sin darme tiempo a explicar con detalle. Que si dentro hacía frío en invierno, que cómo se las arreglaban cuando el frío era mucho, que cuando llovía si el agua entraba, que si tenían luz, que si tenían para ducharse, que si tenían televisión, que cómo habían hecho esta cueva, que cómo era posible que estuviera tan metida dentro del cerro… Todo, todo te interesaba.

Y ella, amable, muy amable, nos fue enseñando, detalle por detalle, la habitación de las dos niñas, sus camas, la sala de estar, con su televisión, su cocina, el comedor… Y ya después de un buen rato, salimos a la puerta. Un mirador natural en la ladera del cerro sobre el barrio del Albaicín, la Alhambra y la ciudad de Granada. En la puerta estuvimos un buen rato charlando. Yo le dije que tú y tu amiga, erais de un país muy lejano y que, lo que nos había enseñado, especialmente para ti, tenía un gran valor.
- Es como si esta mañana hubieran tenido una clase muy especial de cultura española. Y, más en concreto, de forma de vida y costumbres de Granada.

Quizá por eso, antes de salir fuera, después de la visita a toda la cueva, recuerdo que me preguntaste:
- ¿Y por qué hay tantas cuevas en Granada?
Se me presentó la oportunidad de explicarte, largo y en profundidad, muchas cosas de este tema. Pero solo te dibujé cuatro pinceladas.
- La gran abundancia del hábitat troglodita en Granada se ha debido a la facilidad que ofrecen ciertos suelos, areniscas, margas y calizas, para ser trabajados sin que presenten problemas de derrumbe. Estas tierras se encuentran en las laderas de los ríos Darro, Beiro y Genil y tienen pendientes que permiten, por su orientación, la mayoría al sur y al sudeste, el asentamiento humano en los diversos niveles del terreno, resguardando de los rigores del verano.

Me seguiste preguntando:
- Y la construcción de una cueva ¿cómo es?
- Cuando se excava una cueva, tanto si se hace horizontal como en foso, se acostumbra a utilizar la técnica del arco. Se trazar un arco de medio punto en la pared, desde el que se excava de arriba abajo, penetrando un metro o metro y medio, espesor que se da a los muros de carga, de frente y lateralmente. Luego se hacen otros arcos sucesivos según se vaya horadando hasta conseguir la altura deseada. El arco, además de servir como referencia en la excavación, da seguridad a la misma.

Las cuevas se dividen según la disposición de las habitaciones, número y función de las mismas. La disposición de las habitaciones varían dentro de un mismo sector y están relacionadas con la forma del terreno y el número de habitaciones. La conjugación de ambos ha proporcionado los siguientes tipos: En hilera, una habitación a continuación de otra. En ala. Partiendo de una principal, se excavan habitaciones laterales, a un lado o a ambos. Varias cuevas de una habitación unidas interiormente pueden presentar esta disposición. Tipo mixto, que participa de la hilera y del ala. En forma de abanico. Son habitaciones que están dispuestas tangencialmente a la de acceso. Disposición anárquica. Cuando no presenta ningún tipo anterior. Según al número de habitaciones, las cuevas se pueden dividir: Cuevas de una habitación. Cuevas de dos habitaciones o más. Ambas están presentes en todos los núcleos anteriormente citados. Las fachadas de las cuevas, generalmente encaladas, son el resultado casi siempre de la disposición de las habitaciones. Las que han adoptado una disposición en ala, mixta o anárquica son las que abren ventanas al exterior.

En la puerta de su cueva Aurora tiene muchas plantas sembradas. También te llamaba mucho la atención esto. Preguntabas por el nombre de cada una, las tocabas, las olías, las mirabas… Una de estas plantas era una gran mata de romero. Te lo expliqué y las propiedades de esta planta y la miel que, de las flores de romero, hacen las abejas. Y, estando en esto, llegó el marido de Aurora. Gitano, de tez negra, delgado, con un bastón de caña de bambú y en él, unos trozos de cuero amarrados.

Al verlo, tanto a él como el bastón que portaba y los trozos de cuero que del bastón colgaban, te emocionaste. Nunca me lo has dicho ni yo te he preguntado pero sí he comprobado que, el tiempo que has estado por aquí y cuando has venido por el barrio del Albaicín, has mostrado un interés especial por el mundo de los gitanos. Tanto que, hasta un día me preguntaste por su forma de vivir aquí en España, por su idioma, por su cultura, por sus problemas… Me preguntaste mucho. Busqué en Internet y te di varios folios con muchas informaciones de estas personas. Sé que lo leíste con gran interés pero nunca me dijiste más ni yo te he preguntado. Y no te he preguntado por respeto a tu persona, a tu cultura y a tu creencias. Pero ahora sí te pregunto: ¿Por qué llevas en ti tanto interés por el mundo de estas personas? ¿Qué es lo que te interesa de ellos o qué es lo que tienes en común con ellos?

Alguna vez he imaginado algo. Creo que en tu familia, en tu religión, en tu grupo, hay alguna relación con estas personas. Creo que sí y no me extraña. Ahora ya sé que en tu ciudad, se mezclan, conviven y realizan una gran variedad de razas y creencias. Creo que tú perteneces a algunas de estas razas, perfectamente adaptadas a otras civilizaciones y culturas.

Si es así, no deberías haberlo ocultado nunca. Ya sabes que lo que hay que valorar en las personas, no son ni sus creencias ni su raza ni su idioma ni los países sino el alma, el corazón… Lo que cada persona llevamos dentro. Y esto, en todos los humanos, es igual. Todos sentimos, tenemos necesidad de ser amados, deseamos ser libres, soñamos en la inmortalidad… A todos nos gusta lo bueno, la belleza, una caricia, un beso… Y en esto es donde creo deberíamos fijarnos las personas y no en otras cosas. Pero en fin, sé que tienes gran interés en el mundo de los gitanos y nunca he podido averiguar por qué.

Así que, aquí esta tarde, antes de llegar a la ermita, parado a la sombra de una acacia, en el trozo de camino que ya desde las cuevas sube a lo más alto y discurre todo empedrado, aquí te regalo la ladera. También las cuevas, aquella mañana, Granada durmiendo sobre la Vega, la Alhambra en su colina y bosque verde, el aire fresco que corre, la calima del sol y mi respeto. Te lo regalo todo.

11 - Desde las cuevas a la ermita de San Miguel Alto

Desde la acacia que hay antes de las cuevas, al comienzo del trozo de camino que ya va directamente a la ermita, sigo remontando. Otra vez el camino vuelve a ser distinto. Ya no es ni de tierra ni tampoco tiene escaleras. Es camino viejo, con empedrado antiguo y muy estrecho. Por aquí ya no pueden pasar los coches. Sigue, por la izquierda, escoltando la muralla y, por la derecha, las cuevas que conoces. Una señora con dos niñas vienen desde ese lado. Ni las niñas son las que saludaste aquel día ni la señora es Aurora. Ya no hay nadie más por aquí ahora mismo.

Solo el viento que sube desde el lado de Granada y el rumor que deja al pasar por entre las ramas de los árboles. Algunas chumberas, el reseco pasto y varias matas de pita. Vegetación propia de esta zona mediterránea y de España. En Rusia, seguro que no se crían estas plantas. Remonto despacio pero vengo sudando. No tengo prisa porque, como tantas veces por estos sitios y otros, no voy a ningún lado concreto. Solo busco. Pero, paso a paso, como si pretendiera que me durara mucho la tarde, me aproximo a la ermita donde un día estuviste.

Me paro un momento antes de llegar. Por encima de las cuevas. Y miro hacia el barrio que ve quedando a mis pies. Me voy también por la colina de la Alhambra y por la vega donde se extiende Granada. Recibo al viento y me dijo besar por él. Mi gran amigo siempre fiel y bueno y mi compañero inseparable en todas las rutas y paseos por esta ciudad de la vega y por las montañas que le rodean. Miro y me deleito en la caricia que me regala el viento. Si estuvieras, sería distinto, desde luego, todo. Y, lo que más me gustaría, no ya que estuvieras, sino poder compartir contigo lo que por aquí ahora mismo me regala el cielo. Y me gustaría, sobre todo, poder oír tu opinión de las cosas, poder saber qué piensas y poder enriquecerme con el gran bagaje cultural que en ti llevas. Sé y, por eso tanta necesidad de ti, que en tu corazón y alma llevas un mundo rico y hermosos sentimientos. Algo que realmente fascina descubrir y compartir contigo.

He subido unos metros más y llego. En la explanada no hay nadie. Solo un muchacho que, al verme llegar, se levanta y se va. Miro y leo el letrero que leíste tú aquel día. Pone: “Ermita de San Miguel Alto, siglo XVll”. Por esta parte de delante, donde está la puerta que mira al barrio de la colina y a la ciudad de la vega, hay como un balcón de tierra. Queda sujeto, por el lado de abajo, por una pared de piedra de medio metro o así. Aquí estuviste sentada con tu amiga. Simplemente recibiendo el airecillo de la mañana y mirando serenamente. Gozando de la amplia panorámica que desde este lugar se abre. Te hice algunas fotos, porque me las pediste y respondí a las preguntas que me hacías.

Había aquella mañana aquí solo cuatro o cinco personas. Esta tarde estoy solo. Y me alegro porque así me siento más en mi mundo. Sin que me moleste y sin que yo moleste a nadie. Justo donde estuviste sentada, sobre la vieja pared de piedra, me siento. Y miro a la ermita, recibo el aire, miro a Granada y miro al horizonte por donde el sol se va perdiendo. Son las ocho de la tarde. Todavía el sol calienta mucho y está alzado sobre el horizonte. Y hoy no hay ni una nube en el cielo.

En invierno o en primavera, cuando los cielos se llenan de nubes, al caer las tardes, desde este balcón de la ermita, se ven grandiosas puestas de sol. Únicas en el mundo. Yo las he gozado muchas veces y por eso te lo digo. ¿Has tenido tú la suerte de contemplarlas en algunas las tardes que estuviste en Granada? Creo que no.

Tú sabes, porque te lo dije, que este rincón de la ciudad, lo conocen pocas personas. Y los turistas casi no vienen por aquí. Ellos van a los sitios famosos y a los lugares que les marcan en las guías. Sin embargo, este lugar era y es interesante verlo y conocerlo para tener una idea mucho más exacta y clara de Granada. Aunque sea un sitio sin interés, a nivel de monumentos, sí tiene gran valor a nivel de paisajes y de la calidad del aire y de las sensaciones de libertad y silencios que aquí se pueden gozar. Porque en este punto todo es muy amplío. Tanto que creo que es uno de los mejores miradores en toda la ciudad de Granada. Esta fue y es una de las razones por la que tenía interés en que conocieras este lugar.

Miro despacio y puedo ver la iglesia del Salvador, la Plaza del Abad, donde se encuentra el asiento que te acompañó en aquellas primeras tardes den Granada, la mezquita árabe, la iglesia de San Nicolás… Y puedo ver todo el barrio. Desde este balcón, muy alzado sobre la ciudad y casas de la colina, la visión es fantástica. Tan perfecta que hasta puedo ver las calles que recorriste aquella tarde y las que no pisaste. El recorrido que, al menos conmigo y tu amiga hiciste en esta ocasión, fue solo por un trozo del barrio. Nos quedó y te quedan muchas calles, plazas y rincones por conocer en el Albaicín. Todo lo que hay desde la iglesia del Salvador hasta la carretera de Murcia y Haza Grande. Nos quedan pendientes todos estos lugares.

Pero ya, desde aquí, te despido. Me despido una vez más en estos últimos días. Solo quería, esta tarde, compartir contigo otro pequeño trozo de Granada. Necesitaba y necesito regalarte el sol del verano, en aire de esta ciudad, el silencio y los paisajes que hay por aquí. Tengo que compartir contigo todas estas cosas para que en mi corazón no se instale la ingratitud ni en mi alma se encalle lo negativo y feo. No volverás más, estoy seguro, por aquí. Pero tú no te preocupes. Lo que no quisiste o no tuviste fuerza para amar y dejar lleno de grandeza, yo lo estoy purificando. Para que tu recuerdo por estos lugares de Granada tenga dignidad y sea bello.

Sé que en estos momentos eres trozo de Rusia y, en un apartado rincón de este gran país, te refugias. Pero aun así seguimos respirando el mismo aire, compartimos el mismo cielo, nos alumbra el mismo sol y soñamos los mismos sueños. Por eso alguien y, en este caso soy yo, te recuerda desde Granada, desde el mirador de San Miguel Alto, desde la distancia. Te deseo lo mejor, te doy las gracias y te regalo un beso.

12 / 14 de julio: Hacia la Cuesta de los Chinos
de la Alhambra de Granada


En la tarde de este sábado, voy a recorrer otro rincón de Granada. Para recogerlo, escribirlo en mi cuaderno y luego regalártelo. Y el trazado va a ser, desde el último puente sobre el río Darro, el que da paso a la Fuente del Avellano, toda la Cuesta de los Chinos y los jardines de la Alhambra. Empiezo esta ruta en Plaza Nueva. Pero desde aquí hasta el último puente, no voy a contarte mucho. Este trozo ya te lo dejé narrado en uno de los capítulos de mi cuaderno.

Mas sí te explicaré, aunque creo que tú lo sabes, tres cosas de este espacio de Granada y del paseo que discurre río Darro arriba. Porque, a Plaza Nueva, es a donde vienen casi todos los turistas que visitan Granada. Hacen recorridos por los sitios que les gustan a ellos y luego, siempre vienen a parar a este lugar. Y lo mismo les pasa a los jóvenes que, al comienzo de curso, llegan por primera vez a esta ciudad. Todos quedan, vienen y se concentran en Plaza Nueva. Como si este rincón fuera el punto más importante o significativo de la ciudad de la Vega. Y, aunque es así, por ser un lugar bonito, casi en el centro de Granada, alegre y con mucha luz, tampoco es para tanto. Sin embargo, la colina de la Alhambra y las torres del castillo coronando, el bosque de la ladera, el río Darro y el gran espacio abierto, sí hace que Plaza Nueva sea algo simbólico en Granada, además de bello y céntrico.

Y lo mismo le sucede al recorrido del río, por la Carrera del Darro y el Paseo de los Tristes. No ya el río en sí sino a la calle que discurre por su orilla y a las otras adyacentes. Las que salen desde, Carrera del Darro y Paseo de los Tristes, hacia el Albaicín Alto. En otros tiempos, esta zona era tan bonita que la llamaban barrio de los “Axares”, que en castellano significa de la salud o del deleite. Muy elogiado por los poetas musulmanes, tanto por su clima como por los bellos edificios que en él se encontraban, siendo sus límites el puente del Cadí, la puerta de Guadix, al final del Paseo de los Tristes, y la calle San Juan de los Reyes.

Quizá por eso dicen y, no sé si será cierto porque yo he recorrido poco mundo, que este paseo es uno de los más hermosos del Planeta. Y claro que tiene su encanto. No ya por la tranquilidad, porque los coches acaban con ella, sino por el marco que le envuelve. Casi lo mismo que en Plaza Nueva, los bosques de las laderas de la Alhambra, el río en sí, con sus riveras verdes y las aguas, las casas con aspecto de antiguas, los pequeños puentes de piedra, la hondonada por donde discurren las aguas, el cielo y el aire siempre fresco y limpio que corre por aquí, todo ayuda a que este paseo sea bello. Quizá sí único en el mundo. Por eso vienen tantos los turistas y por eso lo recorren despacio, lo gozan, lo pisan, lo miran y se lo llevan. Pero yo tengo mi opinión y no voy a dejarla escrita aquí.

La tarde es calurosa pero, como ayer y antes de ayer, corre algo de viento. Aunque hay mucha calima porque hoy se han levantado algunas tormentas de arena. Las típicas tormentas de aire cálido del desierto africano. Por eso hoy en Granada las temperaturas han subido mucho. Sin embargo, el viento que corre, ahora que voy subiendo por la Carrera del Darro, aunque es caliente, refresca bastante.

Este recorrido, el trozo que sube desde Plaza Nueva y toda la Cuesta de los Chinos, no lo conozco en tu compañía. Te pedí varias veces venir para explicártelo y así, cuando te fueras, quedarme con este recuerdo. Y para que te llevaras contigo estos tan bonitos lugares de Granada. Pero no puedo ser. Hubo veces que me dijiste que sí. Esperaba ilusionado y, cuando llegaba el momento, me decías que tenías cosas que hacer. Cuando, en otras ocasiones te preguntaba, no me decías ni que sí ni que no. Guardabas silencio. Así que tu presencia, por este especial lugar de Granada, no la conozco. No la tengo entre mis experiencias. Sin embargo, me dispongo a hacerlo y, como otras tardes y días, aunque no estés presente, haré todo lo que pueda para que sí lo estés. Te regalo este paseo, por uno de los rincones más bellos de Granada. Quizá por el espacio urbano más bello del mundo.

Al comienzo de la Carrera del Darro y por la izquierda según avanzo, se encuentra el museo de San Juan de Dios. A mitad de la calle o así y también por la izquierda, saluda un viejo edificio: El Bañuelo. Es el que le da nombre al antiguo barrio que voy dejando a la izquierda. En este edificio estuvieron los baños árabes y por eso el la zona tomó el nombre de Axares: barrio de la salud. Solo unos metros más arriba y, antes de la iglesia de San pedro y San Pablo, se encuentra el convento de Santa Catalina de Zafra y la Casa de Castril, museo arqueológico. Y, justo aquí mismo, por la derecha y pegando al río, es donde aparece la iglesia de San Pedro. También un rincón bonito por lo cerca que está del río y por el marco en sí.

En este lugar el río traza una pequeña curva y, al otro lado y ladera de la colina de la Alhambra, se ve el gran tajo. ¿Sabes a qué me refiero? Se le conoce por el Tajo de San Pedro. Y te lo voy a contar para que conozcas, de esta ciudad que tanto has amado, algunas cosas más. Porque la histórica brecha que se ve en esa ladera, encierra un echo muy curioso, aunque pocas personas lo saben. Te lo cuento.

El río Darro, es uno de los tres que llegan y atraviesan la ciudad de Granada. El más largo y caudaloso es el Río Genil pero el más impetuoso, aunque también bello y beneficioso, es este río Darro. De este cauce hay muchas cosas escritas y desde tiempos muy lejanos. Por ejemplo: ¿sabes tú cuantas veces este río ha tenido grandes crecidas? Están escritas y a partir de una fecha muy concreta. Desde el año 1478 a 1983, el río Darro y a su paso por Granada, se ha desbordado 25 veces. Una media de 4,5 veces por siglo. La fecha concreta, a partir de la cual se tienen datos de estos desbordamientos, es el 21 de junio de 1478. En ese mismo día se produjo una fuerte tormenta. Tanto llovió que se desbordaron los tres ríos de Granada, el Beiro, el Darro y el Genil. Pero por el Darro fue por donde más agua corrió. Su corriente arrastró árboles, se taponaron los puentes y arrasó gran parte del Zacatín y la Alcaicería. Murieron varias personas.

Otra fecha significativa en este río fue el 28 del año 1629. Por el surco de su cauce, bajó una de las riadas más grandes de todas las que se tienen noticias. La crecida se llevó por delante muchas viviendas del barrio del Albaicín, plaza Nueva, Zacatín y Alcaicería. Fue tan grande esta riada que hasta se inundó gran parte de la catedral. Murieron más de cien personas. Por los barrancos de la colina de la Alhambra, las aguas bajaron en grandes trombas, arrasando unas 54 viviendas. También el río Beiro, ese día, inundó muchas casas en el barrio de Cartuja.

Pero la anécdota que deseo contarte y que protagonizó este río Darro, ocurrió exactamente el día 5 de marzo del año 1600. De nuevo por este cauce bajó una tan gran riada que se llevó por delante un buen trozo de la colina de la Alhambra. Las aguas socavaron las tierras de la ladera, justo en esta curva a la altura de la iglesia de San Pedro. Hubo un gran desprendimiento y apareció la torrentera que hoy día vemos claramente. Y, desde entonces y por este hecho, a este lugar y punto concreto se le conoce con el nombre de Tajo de San Pedro. A lo largo de los siglos y años que siguieron este río se ha ido desbordando de vez en cuando. La última gran crecida tuvo lugar el 22 de marzo del año 1983. Por las sierras y parte de la ciudad de Granada descargó una fuerte tormenta. El río Darro y, una vez más, se llenó tanto que las aguas inundaron muchas zonas de la ciudad, a su paso por ella. Hace ya casi 25 años que este río no ha vuelto a desbordarse. Y, según los datos que se conocen, lo ha hecho una vez cada veinte o veinticinco años. ¿Volverá a hacerlo nuevamente y cuando?

Sigo mi paseo y te cuento. Y entre otras muchas cosas que voy a relatarte esta tarde, mientras subo ya por el Paseo de los Tristes, quiero hablarte del viento que ahora mismo me refresca. Me acaricia amable y también lo descubro jugando alegre por entre las ramas de los árboles. Por este sitio y por la Cuesta de los Chinos, la vegetación es muy abundante. Y el misterio del viento retozando con el bosque es algo que siempre me ha gustado mucho. Tiene el viento por este rincón de Granada, como un reino particular. Para vivir a sus anchas en una libertad sincera y para morar y pasear por entre los bosques que le presta la Alhambra. Te dije un día que me gusta la lluvia, la nieve cuando cae y el rocío sobre la hierba en las mañanas frías. No sé por qué pero siempre siento que en todo esto hay como un mundo, como una voz que llama.

Y de estas cosas, en la ciudad de Granada, hay mucho y por muchos rincones. Y, por las riveras de este río, las laderas de la Alhambra y los jardines entre sus muros, este mundo, esta voz, este misterio, palpita y llama con una fuerza extraña.

Pero antes de que termine de recorrer la pequeña plaza en el Paseo de los Tristes, donde los bares ponen terrazas y los turistas se sientan frente a la Alhambra, quiero contarte una curiosa historia. Miro al frente, para las laderas de la colina roja, y descubro el denso bosque. Es umbría y aquí cerca, justo al cruzar el puente de piedra, veo una pequeña explanada. Y en las paredes leo “Burros taxis”. Tampoco viste este rincón o, al menos, no mostraste mucho interés por él. Pero yo sí quiero ahora describírtelo un poco.

Lo de los burros taxis, ya no es verdad. Aunque sí sea cierto que, hasta hace un par de años atrás, aquí había burros. Los últimos que han existido en Granada. Los ponían en este lugar para que los alquilaran los turistas. Pero fueron perdiendo importancia. Muchos, al pasar, se paraban, miraban, hacían fotos y luego se iban. Nadie los alquilaba y por eso los dueños tuvieron que abandonar el negocio. Y, a partir de ese momento, desaparecieron los últimos borriquillos en la ciudad de Granada.

Pero mi interés, al mostrarte ahora esta explanada, es atraer tu atención hacia el edificio que hay al frente. Justo al cruzar el Puente de las Chirmias y entre los primeros árboles del bosque en la umbría de la Alhambra. ¿Sabes qué fue esa tan original construcción, ni antigua ni moderna? En otros tiempos fue un Carmen precioso y luego un hotel y ahora un caserón casi en ruinas. Pero un día, encontré un texto escrito por una mujer que vivió en esta casa. Los Cármenes del Granadillo y de Santa Engracia. Y, Como ella cuenta las cosas mejor que yo, pongo aquí ese escrito para que lo leas y así sepas más de los curiosos y hermosos rincones de Granada. En su escrito cuenta ella:

“Soy heredera sentimental, por línea paterna, de los carmenes del Granadillo y de Santa Engracia. Mi padre, Antonio Gómez de Aranda Reyes, me inculcó su amor por Granada y lo que representa ser granadino, sin desmerecer por ello al resto de la humanidad. La poesía nació en Granada y Granada fue creada para la poesía. El pasado 26 de diciembre de 2000, la radio comunicó la adquisición por el Patronato de la Alhambra, del último edificio en pie de lo que formó los magníficos cármenes antes citados, El Hotel Reuma, y el proyecto de su demolición por no estar “a tono” con el entorno del monumento nazarí. Eran los años sesenta.

En verano, mi hermana Inma y yo pasábamos alguna temporada, en el Carmen del Granadillo, junto a mis abuelos, Antonio Gómez de Aranda Sotomayor y Carmen Reyes Garrido. Ellos tenían el gran privilegio de vivir en este paraíso. Las imágenes perduran en mis recuerdos, como si de ayer se tratara. Por la Carrera del Darro, mirando de hito en hito el curso del río y después de pasar junto al Convento de Zafra a la izquierda y la Iglesia de San Pedro a la derecha, donde vive mi Virgen de las Maravillas, todo vigilado majestuosamente por la Alhambra, se llegaba al Paseo de los Tristes, llamado así por ser el antiguo camino de acceso al Cementerio. Allí y a través del Puente de las Chirimías, se llegaba a la inmensa cancela que daba paso al Carmen. Tras ascender por una amplia escalinata, a la derecha quedaba la vivienda de los porteros, Paco y Rosa, ellos cuidaban de aquel entorno, comenzaba el paseo. El bosque, salvaje, impetuoso elevándose hasta el Cielo, de castaños, avellanos, plataneros, cipreses, magnolios, laurel... y en la cima, mi Alhambra. Al otro lado, la barandilla de hierro, oxidado y mohoso. El río Darro. En aquella explanada, según contaba mi padre, se celebraban verbenas durante las fiestas de San Pedro, a finales de Junio, y durante todo el verano…

El Hotel, mirando impasible al río, se alzaba ante mí, ¡todo parece tan inmenso cuando sólo tienes cinco años! No recuerdo haberlo visitado, quizás por ser ya en ese tiempo, casa de vecindad, pero el Oratorio, sí. Al llegar el mes de Mayo, el Carmen resplandecía, las flores inundaban todo el paraje, y mi abuela Carmen, mi hermanilla y yo cortábamos las mejores, rosas, margaritas y lo visitábamos. Ella lo cuidaba con esmero. Había un Cristo, una Inmaculada, pinturas... y unos cortinajes, quiero recordar, de terciopelo rojo. Y un reclinatorio, donde mi abuela rezaba, mientras nosotras, revolvíamos tímidamente. Allí sigue. La llave de la puerta, ignoro si seguirá abriendo la cerradura, aún la posee mi madre. Hasta aquí, lo que en su día fue el Carmen de Santa Engracia.

Cada mañana, el panadero, con su burro, pregonaba el pan por el Puente del Avellano. Nosotras corríamos, nerviosas, buscando el cesto de pleita que mi abuela nos tenía preparado con una larga cuerda de esparto. Asomadas por la ventana, descolgábamos el cesto hasta llegar a la altura del panadero, éste cogía las monedas y depositaba en su interior la hogaza de pan, aún caliente, y dando un pequeño tirón de la cuerda, nos avisaba para subir el cesto. Luego, mi abuela, cortaba un coscurro de aquella hogaza, quitaba cuidadosamente el migajón, llenaba el trozo de aceite de oliva y azúcar y volvía a poner el migajón. Desayuno de reinas, sentadas en los trancos de la escalera de ladrillo y musgo, escurriendo el aceite entre los dedos, bajo los avellanos y los magnolios. Después, con mi abuelo y “armadas” con un diminuto amocafre, unas enormes tijeras de podar y otros aperos, nos encaminábamos al aljibe, abríamos el cierre del agua y a regar, y a cuidar los jardines, a labrar el huerto. Y luego en Septiembre, a recoger membrillos, caquis, avellanas y nueces. Los Jardines superiores se unían al bosque de la Alhambra. Eran tres, dispuestos a modo de enormes terrazas, el primero comenzaba junto a la entrada de la vivienda de mis abuelos y discurría por la ladera de la Sabika hasta la tapia que nos separaba del Hotel Reuma.

Discurrían por él, caminillos para pasear sosegadamente o corretear alegremente. Tupido de vegetación, flores por doquier y la pequeña glorieta, celestina de citas clandestinas de amantes apasionados del pasado. Era uno de mis lugares favoritos de juego. Era otro mundo, como si hubieras entrado en un mágico libro de cuentos. Sobre éste, y de iguales dimensiones, más bosque. Y por último, el que se fundía con la Alhambra. Ahí estaba el aljibe que nos abastecía de agua. Mi madre guarda la enorme llave de hierro que abría el paso del agua. Hoy día, cuando me acerco al Paseo de los Tristes, me siento sobre el borde de la piedra que barandea al río y miro a mi alrededor. Creo que todo lo que allí floreció fue real porque lo viví. Mis hijos, a los que les cuento todos estos recuerdos piensan que mi imaginación me juega un mal papel…” Maravillas Gómez de Aranda Moreno

Así que ya sabes algunas cosas más de los misteriosos y hermosos rincones de Granada. Ahora, sigo con mi ruta. Avanzo y voy a dar comienzo al itinerario que esta tarde deseo contarte. Ya he llegado al viejo puente de piedra que da paso al otro lado del río. Se encuentra al final del Paseo de los Tristes, al comienzo y enfrente a la Cuesta de Chapiz y al comienzo de los paseos Fuente del Avellano y Cuesta de los Chinos. Hay aquí un almez con tres pies y a la sombra me paro un rato. Para contemplar la corriente del río, dejar que me refresque el aire y recordar que aquí estuve sentado aquel domingo antes de tu marcha.

¿Sabes cómo se llama este viejo puente de piedra? Se le conoce y, con este nombre viene en las guías para los turistas, con el nombre de Puente del Rey Chico o Puente de los Labradores. Nada más cruzarlo se llega a la Plaza del Aljibillo. Y este es el último puente que hay sobre el río Darro, subiendo desde Plaza Nueva, con entidad y nombre propio. Aunque, río arriba hacia el valle de Jesús del Monte, hay otros puentes. Pero ya todos son mucho menos bellos y mucho menos usados en estos tiempos.

¿Y sabes qué te digo? De este puente y este árbol ahora tengo conmigo un secreto. Nadie más que el cielo y yo lo sabemos ahora mismo. Pero lo voy a compartir contigo. Tuve un sueño, hace unas noches, y en este sueño vi este puente, el árbol que te digo y el río. No voy a contarte, ahora aquí, todo el sueño pero sí quiero decirte que fue muy hermoso. Tanto que, al día siguiente, me levanté con ganas y necesidad de escribir este sueño mío. Con ganas de recogerlo todo y con detalle en mi cuaderno para escribir un libro. Algo pequeño pero con toda la belleza, frescura y fuerza que tenía en mi sueño. ¿Que de qué hablará este libro? Por supuesto que de Granada, de ti y de más cosas. Pero, como todavía es un secreto, ya no quiero compartir más. En cuanto lo tenga redactado te lo voy a regalar para que también conserves un trozo más de esta ciudad, de Andalucía y de España.

13 - Por la Cuesta de los Chinos o del Rey Chico

Cruzo el puente que vengo diciendo y, a la izquierda, me queda un trozo grande de tierra llana, con plantas y árboles. Es un aparcamiento para las personas que viven cerca. También es un pequeño jardín y comienzo de la ruta que lleva a la Fuente del Avellano. ¿Conoces tú este otro rincón de Granada? Creo que no. También quise mostrártelo y algo te expliqué de él aquella tarde de las cuevas del Sacromonte. Desde el recorrido de la Vereda de Enmedio se ve claramente el paseo a la Fuente del Avellano. Por eso aquel día te dije:
- Mira el camino que sube, pegado al río, por aquel lado. ¿Sabes a dónde lleva? A lo que, en otros tiempos, fue una preciosa fuente natural, con agua fresca y buena. En ella llenaban sus cántaros, los aguadores de Granada, personas que con sus burros recorrían las calles de la ciudad vendiendo agua.
Me preguntaste:
- ¿Y sigue existiendo la Fuente del Avellano?
- Ya solo un poco. No hace mucho, arreglaron el camino, a los lados pusieron grandes bloques de piedra y, en ellos escribieron, fragmentos de escritores de estas tierras. Pretendían darle al rincón un sentido especial.
- ¿Me llevarás por ahí un día de estos y me explicarás la historia completa de esta fuente y el paseo?
- Cuenta con ello. El día que tú quieres venimos por aquí y vemos y gustamos despacio este también singular rincón de Granada.

Y luego quise explicarte brevemente lo que también, en otros tiempos, fue este lugar de la Fuente del Avellano. Un rincón especial donde se congregaba la llamada "Cofradía del Avellano", reunión literaria presidida por Ángel Ganivet, escritor granadino. Y lo pensé porque bien sé que a ti, todo lo literario, te gusta mucho. Me has dicho más de una vez que has leído casi todas las obras más importantes de los escritores de todos los tiempos. Y de aquí quizá te nace el gran deseo de escribir bellos y buenos libros. Quieres contar al mundo las cosas que crees debe saben saber muchas personas. Yo siempre te he animado. ¿No lo recuerdas?

Aquel día quedamos que, antes de irte a Rusia, teníamos que venir por el paseo de la Fuente del Avellano. No llegó nunca ese día. Pero hoy, antes de empezar a subir la Cuesta de los Chinos, yo lo recuerdo. Me paro unos minutos al comienzo del paseo de la fuente de las aguas frescas, miro al cielo, pienso en ti y sigo. Avanzo unos metros y ya comienzo a subir. Enseguida aparece el camino, con el suelo empedrado. Es un empedrado viejo y por eso creo que todavía es el de los tiempos primeros. A la izquierda, un letrero algo deteriorado que pone: “Cuesta de los Chinos”. Te expliqué un día que la palabra “chino” y en este caso, no se refiere a las personas que son de la nación China.
- Entonces ¿qué es?
Me preguntaste:
- En este caso se refiera a piedras pequeñas, rodadas y pulidas por las corrientes de los ríos. A estas piedras, que son las que usan para el empedrado de las calles, en español se les llaman chinos o chinas, lo mismo da.
- Algo más que aprendo de ti. Siempre me enseñas cosas interesantes.
Y me quedé sorprendido.

La famosa Cuesta de los Chinos se encuentra pavimentada con piedras pulidas en la corriente del río. Hay muchas por este rincón de Granada. Toda la ladera de la Alhambra, es una auténtica cantera de piedras de éstas. Por eso tienen tantas para enjoyar calles y plazas.

Esta cuesta, camino antiguo por la parte de detrás de la Alhambra, es ancha. Perfectamente caben dos coches. Pero por aquí no pueden pasar los coches. Ya te diré por qué no. En los primeros metros, remonta recta. Hasta la primera cuerva que gira para la izquierda al fin de ir ganando altura barranco arriba. Porque este camino, fue trazado por un pequeño barranco que hay a las espaldas del castillo de la colina. Un barranco que baja desde lo más alto de la colina hasta el río Darro, unos metros más abajo del puente del árbol de los tres pies.

¿Te dije yo a ti alguna vez cómo se llama la colina donde se asienta el viejo castillo conocido por el nombre Alhambra? Creo que no. Sí lo he pensado muchas veces pero, como nunca tuve la oportunidad de venir contigo por este rincón de Granada, tampoco pude realizar mi sueño. Pero no importa, te lo digo ahora.

¿Sabes? Según cuentan los historiadores la Alhambra se construyó sobre una gran la colina conocida con el nombre de Sabika. Sobre las ruinas de una construcción anterior, de época zirí. Es el altozano más elevado de los muchos que rodean a la ciudad de Granada. La Alhambra fue, no un castillo solitario si no toda una ciudadela por cuanto dentro de su recinto existía una auténtica ciudad, con todos los medios necesarios para vivir. Una ciudad para la realeza insertada y, a al vez separada, en la propia ciudad o medina de Granada. Como una ciudad privada.
Y la construcción tuvo que adaptarse a la configuración del terreno en la gran colina. Por eso tiene forma alargada y bastante irregular. Su longitud es de 740 m. y su anchura varía entre los 180 y los 40 metros.
Queda rodeado este castillo por una muralla que es doble en algunas zonas. Hay 27 torres que tenían diversas funciones. La mayoría servían para la defensa pero otras eran viviendas, incluso algunas de ellas eran auténticos palacios. Se podía entrar a ella por cuatro puertas distinta: Puerta de las Armas, en la Alcazaba, del Arrabal, en la Torre de los Picos, Siete Suelos al sur y de la Justicia o Explanada, también al sur.
El nombre de este bello castillo sobre la cumbre y entre bosques, no está muy claro. Unos creen que se debe a que fue construida de noche bajo el foco de las antorchas. Otros dicen que es el femenino del nombre de su constructor, Alhamar, y por tanto se llamaría La Roja, esposa de Alhamar.
Ya voy recorriendo los primeros metros de la Cuesta de los Chinos. Me arropa la sombra de los árboles y zarzas que quedan por la derecha. Y, como se mueve el aire, pues parece que el calor no es tanto. Pero sí hace mucho calor esta tarde. En la primera curva, donde gira para la izquierda, hay un ensanche. Como un mirador pequeño hacia el arroyuelo que baja de la Alhambra. Por el surco de este arroyuelo corre el agua que sobra de regar los jardines del palacio. Agua que, a unos cinco kilómetros de aquí, cauce arriba, se la cogen al río Darro. Por encima de un gran valle que se le conoce con el nombre de Jesús del Valle. Tampoco fuiste nunca por estos parajes. Y son bellos como ellos solos.

Grandes álamos, un bosque muy espeso, por debajo de las torres y muralla de la Alhambra. Esplendoroso, el viejo palacio de la colina, corona en lo más alto con una majestad grandiosa. La tarde solo parece tener tranquilidad, soledad impregnada de tu recuero, el airecillo que acaricia y el silencio del camino aplastado en el terreno. No hay nadie, absolutamente nadie por aquí. Y no me extraño. Porque este camino, aunque lleva directamente al corazón de la Alhambra, lo hacen muy pocas personas. Solo algunos que, como yo, buscan rincones solitarios, nuevos, rancios... Desde luego que los turistas ni siquiera saben que existe esta original y bella entrada a la Alhambra.

Sin embargo, hacer este recorrido, ir parando de vez en cuando, dejarse abrazar por la sombra de los árboles y recibí la caricia del vientecillo, es un placer casi único. Es otra forma de gustar los rincones de Granada. Por eso te los estoy regalando de esta manera.

Desde la primera curva, el camino se va empinando cada vez más. Al frente y en lo alto, empieza a saludar una gran torrentera. Por detrás, también en lo alto pero más lejos, saludan las casas, las torres, los tejados, los patios y los árboles del barrio del Albaicín. Recostado como en un sueño eterno y silencioso sobre lo más alto del monte que le da cuna. El Albaicín visto desde aquí, es otra cosa. Como un sueño por donde has dejado esparcido tu perfume y por eso la tarde duele tanto y, a la vez, es tan hermosa. Desde ahora y para siempre, este barrio que es tan viejo, yo lo voy a sentir como recién nacido a una primavera única. Como si por todo él, callejuelas, plazas, escondidos rincones, silencios, airecillo fresco, cielos azules, tú hubieras dejado muchos jazmines y muchas rosas y muchos prados verdes. Tus sueños más blancos convertidos en palacios y en músicas bellísimas. Por eso, lo repito, el barrio del Albaicín, visto desde la Cuesta de los Chinos, es algo mágico. Y esta tarde para mí, tú en forma de recuerdo doloroso y bello. Lo miro despacio, lo medito y sigo.

Por mi izquierda me saludo un acantilado todo formado por piedras del río. Las chinas que antes te decía. Depósitos o aluviones que, en tiempos muy remotos, las aguas del río fueron dejando por aquí. Es de aquí de donde cogieron muchas de las piedrecitas que ahora engalanan los pavimentos de las calles y plazas del barrio del Albaicín.

Al llegar a la altura de las primeras chumberas, cuelgan en la torrentera por el lado izquierdo, el camino se torna más empinado. Por eso, el empedrado toma forma de pequeñas repisas. Como escalones de unos dos metros de anchos. Sujetos por la parte de abajo, frontal del escalón, con piedras más gordas. Y luego, todo el rellano del escalón, empedrado con pequeños cantos rodados.

Estés donde estés, a estas horas de la tarde allá en tu país y ciudad, no debes preocuparte. Disfruta y vive el momento y las cosas que tengas proyectadas para esta tarde. Con los tuyos, tu novio y en tu ciudad, pueblo o casa de campo. Vive la vida y ni siquiera pienses en la ciudad de Granada ni en mí. Como todo lo voy dejando escrito en mi cuaderno, más tarde o más temprano, un día podrás leerlo. Por esto repito que lo que importa es que, estés donde estés, vivas la vida y le saques a las cosas la esencia que encierran. Esto es lo que importa. Y es lo que yo, mientras voy completando las páginas en mi cuaderno, te deseo.

Voy subiendo por el camino empedrado y me encuentro con un tramo donde el trazado se estrecha mucho. Con una muralla por la derecha y con las paredes de la torrentera por la izquierda. Para trazar y meter por aquí este camino, tuvieron que darle a la ladera un gran bocado. A la tierra y piedras de alubión que es con lo que está formada la ladera norte de la colina donde se asienta la Alhambra. El acantilado o ladera que me va quedando por la izquierda, ya te lo he dicho, es todo de arena y graba gruesa del río. Al observarla, mientras la voy recorriendo, me pregunto: ¿cuántos años han necesitado las aguas del río Darro para depositar en esta ladera tan gran cantidad de arena y graba? Tantos que yo creo se pueden contar por siglos. O más aun. Estas tierras tienen tantos años como el mundo mismo. Creo que son de cuando los primeros tiempos. De mucho antes que vivieran por aquí los humanos. Por eso es hermoso y produce tanta emoción recorrer este camino, salvaje y agreste, un poco y lleno de silencios y secretos, mucho más.

El acantilado de tierra, arena y graba que me va escoltando por la izquierda, tiene casi diez metros de espesor. Y toda esta gruesa capa de materiales, dejada aquí por la corriente del río, llega hasta lo más alto de la colina. Algo que asombra porque me muestra un aspecto nuevo de la Alhambra y su colina. Por aquí no solo hay murallas, palacios, torres, jardines… También hay, como ya te he dicho, hondos silencios y un perfume único. Aroma a eternidad y vaporoso caminos blancos vestidos de hermosos sueños. Por esto es precisamente por lo que yo tenía tanto interés y venir por aquí contigo. ¿Lo entiendes?

Después de unos veinte metros avanzando por la estrechura que te he dicho el camino vuelve a ensancharse. Sin que se aleje mucho de la derecha, la muralla y, de la izquierda, el acantilado. Ya empieza a estar menos cuesta arriba. Comienzo a recorrer una recta, no muy larga, y al final, veo como una llanura. Podría decir que voy llegando a la parte alta de la colina.

Por la derecha aparecen unos olivos, algunos bancos de piedras, muy antiguos y se ve y oye el rumor de la corriente de agua que baja desde la Alhambra. Este rincón es fantástico, por su misterio y belleza. Tanto por la vegetación que por aquí hay, sauces, olivos, celtis australis, álamos, higueras, hiedra y romeros, como también por su sombra, el silencio, el fresco y la música del agua. Es un rincón muy singular que cautiva y asombra. Quizá sea uno de los rincones más extraños y bellos de todo el conjunto de la Alhambra. Y hasta me atrevo a decir que, en toda Granada, no hay un rincón tan original como este. Por su silencio, su fresco, el rumor del agua, la vegetación, la sombra y luz y en este sitio tan concreto.

¿Sabías tú que uno de los asombros más grandes, en todo el conjunto de la Alhambra, es precisamente el agua, el perfume, el verde y el silencio? Pues te lo digo: estos cuatro elementos son el alma de la cumbre y los palacios que por aquí coronan. La Alhambra sin el agua no sería nada. Como tampoco lo sería sin el verde de los bosques y jardines, su perfume y el silencio. La Alhambra es lo que es precisamente por los chorros de agua clara que la riegan y los densos bosques que la mecen sobre la cumbre y en la ladera. Así que ya sabes algo más de estas tierras y de Granada.

Queda, el pequeño edén que te digo, por detrás de la Alhambra, antes de llegar a ella, cerca de la muralla y entre las tierras del Generalife y los jardines del Partal. Pero todavía fuera del recinto amurallado. Justo entre dos grandes torres, la de los Picos y la del Cadí. Llego y me lo encuentro todo solitario. Pues aquí me paro y me siento. Bajo las ramas de un olivo y en una de las viejas piedras que ya te he nombrado. Frente a mí veo una higuera y una puerta. Es por donde se entra al Generalife. No es por donde entran los turistas sino por donde entraban y salían las personas que trabajan en estos palacios. Puerta de servicio.

Si ahora mismo me fuera por este camino, no puedo hacerlo porque lo veo cerrado con una recia cancela de hierro, atravesaría una porción grande de ladera. Enfrentada esta ladera a la muralla que, por mi derecha, presenta por aquí la Alhambra. Pero tiene forma de triángulo y es muy rica en tierras fértiles. ¿Sabes qué es este trozo de ladera, por debajo del palacio del Generalife y por encima de esta Cuesta de los Chinos? Sí, las tierras que en aquellos tiempos usaban para sembrar huertos. Por eso te decía que son tierras muy buenas. Aterrazadas en la ladera que viene cayendo desde las misma paredes del blanco palacio y muy repletas de árboles y otras plantas. Ya no son huertos pero sí lo fueron para surtir, de hortalizas, frutas y verduras, a los habitantes de estas mansiones. Los regaban con las mismas aguas que, desde el río Darro, llegaban y regaban y riegan todavía jardines y llenan estanques. Una buena muestra de lo importante que era y es el agua sobre esta colina. Y una buena muestra de la gran belleza y variedad que en esta montaña modelaron las civilizaciones antiguas.

Son cuatro las huertas identificadas, de las que al menos una continúa hoy en explotación. Y se les conocen con los nombres de Colorada, Grande, Fuentepeña y de la Mercería. Nombres cristianos que debieron corresponder, a grandes rasgos, a las medievales. Estas huertas se extendían en paratas a diversos niveles por debajo del Palacio del Generalife. Las huertas alcanzan hasta la Cuesta de los Chinos, que forma una vaguada entre ellas y las estribaciones de la Alhambra y están todas delimitadas por muros de contención y de separación, alguno de los cuales aun pueden distinguirse.

Miro a la muralla que me observa por mi derecha, la que mira de frente a las tierras que fueron huertas por debajo del Generalife, y hago un sencillo repaso de algunas de las torres que me quedan cerca. Solo te voy a nombrar seis de las veintisiete que tiene en total el recito amurallado que protege a la Alhambra. Empezando por la que está más cerca de los jardines del Partal y terminando en Puente Nuevo y Acueducto Real, final de la Cuesta de los Chinos, en este trozo de muralla, los nombres de las torres son: Torre de los Picos. Torre del Cadí. Torre de la Cautiva. Torre de las Infantas. Torre del cabo de la Carrera. Torre del Agua.

Cuando termine de recorrer la ruta que para ti he trazado esta tarde por aquí, al salir al lado sur de la Alhambra, te describiré las demás torres y puertas que por esos lados tiene la muralla. Ahora continúo con la descripción del camino que recorro. Y quería decirte que en realidad, todo el recorrido de la Cuesta de los Chinos no es otra cosa si no eso: el camino por donde entraban y salían los trabajadores y criados de los palacios de estas colinas. Por donde se abastecían de todo lo necesario. No lo sé pero pienso que quizá por esto, tampoco lo tienen anunciado en las guías para los turistas. No es una entrada noble a los palacios de estas cumbres aun siendo bello como el más hermoso rincón de la Alhambra.

Pues yo, desde el reducido edén que te estoy describiendo y esta tarde, te recuerdo y te mando mi mejor saludo. Desde la sombra húmeda de estos olivos, junto a un claro arroyuelo de agua, abrazado por el más limpio de los silencios de Granada y en la más serena soledad. Desde aquí pienso en ti y te regalo tanto el rincón como su perfume, la quietud de la tarde y el caminar imperceptible del tiempo. No es gran cosa el regalo que te hago pero como soy dueño de la esencia más pura de lo que por aquí hay, te la ofrezco para que tu presencia ennoblezca un poco más este singular rincón de Granada.

14 - Por algunos de los jardines y rincones
que rodean a la Alhambra


Por el camino que le entra a la Alhambra por el lado de atrás, vine yo una vez el año pasado. Acompañando a unas muchachas también de tu mismo país. Estudiaban ellas en la Universidad de Granada y, aquel día, me pidieron que las trajera a estos sitios. Fue un placer por la belleza que en sus corazones tienen y por el comportamiento tan noble y respetuoso que, en todo momento, demostraron.

Era invierno, hacía algo de frío y también, a ratos, llovía y corría el viento. Justo cuando íbamos por este pequeño edén de los olivos, empezó a llover. No nos asustó la lluvia, sino todo lo contrario: nos gustó. Al verla y oírla caer por entre las ramas de estos árboles, sobre la pared de la vieja muralla, en la superficie de las aguas del regato, en la tierra del camino que íbamos pisando, se nos llenó el corazón de gozo. Como si, en ese momento, recibiéramos del cielo, un premio. Por eso, al recordarlo ahora, todavía siento la emoción de aquel momento.

He seguido la ruta que por aquí traigo esta tarde y ya me voy aproximando al final del recorrido. Por donde, en cuanto termina de remontar, aparecen los primeros rincones de la Alhambra. Pero todavía, un poco antes del fin, el camino que ha venido remontando por la Cuesta de los Chinos, pasa por debajo de un arco de muralla. Es un trozo de la muralla y también un puente que sirve para unir al recinto de los jardines de la Alhambra con los del Generalife. Por aquí iban y venían los habitantes de estos palacios. También ahora, van y vienen los turistas. Todas las personas que entran a ver los interiores de estos monumentos y jardines. A este punto concreto, ya te lo he dicho, se le conoce con el nombre de Puente Nuevo y Acueducto Real.

Voy llegando y, por la derecha, ya se me aproxima la gran pared de la muralla. Toda perfecta. Por aquí la gran muralla que encerraba a los palacios de la cumbre, no se ha rota nada. O más bien parece que la ha reconstruido. Por un gran orificio, del centro de esta robusta pared, brota el agua que baja por el arroyuelo hasta el río Darro. Agua reciclada y fresca que, recogida en el río por el rincón de Jesús del Valle, por la Acequia Real, ha venido hasta estas cumbres, ha recorrido los laberintos y jardines de los lujosos palacios y ahora vuelve otra vez a su río primitivo.

Todo esto sigue muy cerrado por la vegetación, espeso de sombras y mucho silencio. No me he encontrado a nadie en todo el recorrido. Solo algunos pajarillos que, a mi paso, alzan vuelo y se pierden por entre la vegetación. Algún mirlo canta allá a lo lejos y también se oyen los gritos de unos cernícalos. Te iré contando más cosas de la vegetación que hay por el conjunto de estos palacios, murallas y rincones y también te diré algo de la fauna que por aquí vive. Todo es abundante y de gran belleza. Todo por aquí tiene mucha calidad y misterio. Porque, la hermosa colina coronada con el gran palacio de la Alhambra, no solo tiene monumentos históricos y bellos. Por aquí hay muchos sueños, mucha poesía, mucha belleza, mucho cielo azul y mucha naturaleza.

Ya voy cruzando el pasadizo de los puentes y ciertamente que es hermoso. Impresiona al mismo tiempo que levanta en ánimo. Y por eso no dejo de repetirme que deberías estar. En estos momentos de la tarde concreta y en algunos de los momentos de los días que viviste en esta ciudad. Este rincón también deberías habértelo llevado a tu país lejano. Debería formar parte del rosario de vivencias que por aquí has ido recogiendo. ¡Has estado tanto tiempo en esta ciudad y tan cerca de estos paisajes que es realmente una pena que te hayas ido sin conocerlos a fondo!

Ya llego al fin. A solo unos metros del puente que da paso a los primorosos recintos. Y, lo primero que me encuentro, es un restaurante por la izquierda. Por la derecha, unos jardines y entre ellos las mesas de este restaurante. Me paro un momento. Miro para atrás y observo despacio los sitios por donde he venido. Como si necesitara algo. Como si ahora mismo me hicieras más falta que nunca. Tango tanto dentro de mí que necesito compartirlo, contarlo… Hago unas fotos y, como no puedo hablar contigo para contarte el dolor y el gozo, continúo.

A la derecha me quedan las instalaciones donde venden las entradas para visitar los palacios y jardines que en el recinto de la Alhambra. En realidad, en este rincón es donde se encuentra instalado el módulo principal de servicios para todas aquellas personas que vienen a visitar este lugar. Por eso, además de las taquillas para comprar entradas también hay una oficina de información, teléfonos, correos, aseos y parada de autobús. El gran aparcamiento para las personas que hasta aquí llegan en coche, se encuentra algo más arriba. Ya bastante alejado de la gran colina roja.

También a la derecha pero más al frente y bajando me queda la cuesta que sube desde Plaza Nueva y Puerta de las Granadas. Es justo esta puerta la que dan entrada al recinto ajardinado. Es la famosa Cuesta de Gomérez. Desde aquí para arriba y hacia los aparcamientos, a esta cuesta, se le conoce con el nombre de Paseo de la Sabica y luego Avenida de los Alixares. Sigo mi ruta que va hacia la entrada principal a la Alhambra. Comienzo a bajar, escoltado por la carretera a la izquierda y por la muralla a la derecha. La entrada es por la Puerta de la Justicia. Avanzo lentamente y observo tanto la acera por la que voy como la carretera y los jardines.

La soledad me come. Y tu recuerdo no se va de mi mente. Sé que también por este lugar estuviste varias veces, con tus amigas, sola y con tus amigos. Tenías mucho interés en el monumento de la Alhambra. Recuerdo que un día me dijiste:
- Cuando estudiaba en la universidad de mi ciudad rusa, nos hablaron mucho de estos palacios. Y nos decían que era lo más importante de cuantas cosas podríamos ver en Granada. Por eso me interesaba tanto venir, recorrerlo despacio y aprendérmelo bien.
Y recuerdo que te dije:
- Sin embargo, Granada en sí, son muchas más cosas que esta gran colina roja, el bosque que la cumbre y los palacios que la coronan. Y Granada en sí y los palacios de esta cumbre son para algo más que venir un día a visitarlos. ¿Sabes? En el Planeta Tierra y en algunas de las ciudades que han construido los humanos, hay rincones que son mucho más que naturaleza o monumentos. Para mí, que conozco muchos, son como pequeños botones de muestras, como escaparates aproximados del gran paraíso que, en más de una ocasión, todos hemos soñado. Granada en sí y la Alhambra no es solo para venir y verla.
Y me dijiste que sí, que estabas de acuerdo.

Después, muchas veces he pensado en este momento y siempre me he dicho que debía haberte preguntado qué era y qué ha sido para ti Granada. Ahora que ya estás lejos de ella y, seguro ya nunca más en tu vida volverás por aquí, sigo pensando lo mismo. Por eso te pregunto: ¿Qué ha sido y qué es para ti Granada desde tu lejanísimo país blanco? Si no viniste por aquí, por los recintos de la Alhambra y sus jardines, nunca conmigo ¿qué es lo que fue o sigue siendo para ti esta ciudad encantada? Porque para mí y, desde aquellos días de tu silencio, sí tengo claro lo que es. Por eso la estoy recorriendo despacio y te la voy contando en sus detalles más pequeños. Granada es hermosa en mi corazón pero, desde que ya no estás en ella, es para mí como un sueño tronchado en flor.

Avanzo por la amplia acera, tocando con mis manos la plantas que seguro tocaste tú con las tuyas aquellas tardes y dejo que el sol me bese en la cara. A los lados de estas aceras escoltan los arrayanes y otras muchas plantas. Los arrayanes son famosos en esta ciudad del agua, siempre en la vega aplastada, pero también crecen en estos jardines otras flores y árboles. Por mi derecha me van saludando grandes álamos, viejos durillos, algunos granados, rosales…

Precisamente, la construcción del palacio de la Alhambra sobre estas cumbres y en estos parajes, fue por motivos muy concretos. Y entre todos ellos, uno era la vegetación. La luz, el agua, la seguridad, las grandes vistas sobre la amplia vega de Granada y la belleza de los paisajes. Pero la vegetación era una razón muy principal. Por esto también te pregunto ahora: ¿Aprendiste tú, en los días y veces que viniste por aquí, el número de especies vegetales que viven en estos jardines y bosques? ¿Se lo preguntaste a alguien? ¿Lo leíste en algún sitio?

Por si no tuviste ni tiempo ni interés te lo voy a decir ahora. Muy brevemente para que también tengas esta enseñanza y recuerdo de Granada. El pequeño pero denso bosque que hay por la ladera al río Darro posee árboles caducifolios que aportan una gran riqueza al suelo cuando caen sus hojas en otoño. Algunas de estas plantas y árboles son: el almeces, Celtis australis, avellanos, Corylus avellana, Platanus hispánica, Plátano de sombra, Acacia dealbata, Acacia, laureles Laurus nobilis, Cupressus sempervirens, Ciprés, Acer negundo, Arce negundo, Aesculus hippocastanum, Castaño de Indias y los olmos, amenazados desde hace años por la grafiosis. Hay también gran número de arrayanes, Myrtus communis. Circundan el bosquecillo recortados en forma de setos, dándole el aspecto característico que conocemos. Otro arbusto, el sabuco, Sambucus nigra, provee de alimento con sus frutos a un buen número de pájaros que cada año encuentran en esta isla ecológica un lugar donde refugiarse de los rigores del invierno y que cuenta con abundante comida, aunque no todos los frutos son comestibles, ya que adelfas, Nerium oleander, y tejos, Taxus baccata, poseen bayas venenosas. Hay también un bosque de Pinus halepensis aterrazado y en el camino de la Fuente del Avellano podemos encontrar una zona boscosa bien conservada.

Sigo avanzando hacia la puerta principal de la Alhambra. Cara al sol de la tarde y ahora sí que calienta. Hoy hace mucho calor en Granada. Sin embargo, el verde de estos jardines me va prestando una agradable caricia fresca. En la cara, en el corazón y en esos columpios del alma, donde te mezo. También la tarde me presta algo de su quietud, paz, silencio y algunas de las pinceladas del perfume que por aquí dejaste. Todas estas y otras muchas cosas son las que siempre he deseado y deseo para ti. Así que, una vez más, te las regalo, ahora que voy adentrándome a los rincones de la Alhambra. Pienso que, la vida sin paz, sin tranquilidad y luz el alma no es gran cosa. Aunque sea vida, si no hay calidad, armonía y gozo con lo que nos rodea y entre los demás, la vida casi carece de valor. Pero son necesarias las cosas, no ya para conocer y gustar sino para alimentar y llenar de calidad las horas y cosas de cada día.

Quiero adivinarte por aquí. Sé que estuviste en varias ocasiones pero no es lo mismo que aquellos otros rincones que sí conozco contigo. Pero sé que estuviste. Por eso miro y quiero verte en el paisaje, en los rinconcillos, en las sombras, por entre el verde de las hojas…

Discurre la acera paralela a la muralla y llega a un rincón muy bonito. Me paro. En un pequeño letrero leo: “Torre de los Siete Suelos”. Es una de las muchas torres repartidas a lo largo de la gran muralla que rodea a la Alhambra. Desde donde estoy ahora mismo, a mi izquierda, se encuentra la colina del Carmen de los Mártires. Porque la gran colina donde clavaron los cimientos de la Alhambra no es por completo llana en su cumbre ni tiene solo una cima. Te lo voy a explicar, este asunto, brevemente:

En esta montaña, muy remontada sobre la ciudad de Granada, hay una colina principal. Es la más elevada, próxima al río Darro y casi gemela con el cerro del barrio del Albaicín. En lo más elevado de este monte construyeron la Alhambra. En todo lo alto y, como formando una gran corona adaptada al terreno, también levantaron la muralla. En el centro y en lo más elevado quedaron los jardines y palacios. Por el lado que da a Sierra Nevada, la colina donde está montada la Alhambra, tiene un pequeño barranco. Una hondonada que es por donde sube la carretera que arranca en Plaza Nueva, la empinada Cuesta de Gomérez. Y al otro lado de este barranco, también hacia Sierra Nevada, se eleva otra colina. Algo menor que la que sostiene a la Alhambra. En la cabecera o comienzo de esta colina gemela con la del castillo rojo, construyeron una gran torre que hoy es conocida por Torre Bermeja. Y, siguiendo esta colina, arriba y casi al final, más a monos a la altura de la Torre de los Siete Suelos, es donde te decía que está el Carmen de los Mártires.

Así que ya sabes: sobre la planicie de una gran colina, entre el río Darro y el río Genil, es donde levantaron la gran fortaleza roja. Pero esta colina es amplia, muy amplia. Tiene dos grandes lomas, la mayor que es la de la Alhambra y la menor que es la del Carmen de los Mártires. Tiene también dos barrancos, el mayor que es por donde sube la Cuesta de los Chinos, barranco del Generalife y el menor que es por donde sube la Cuesta de Gomérez. Más allá del Generalife y más allá del gran aparcamiento para los coches, esta colina sigue subiendo. Por encima del Generalife se encuentra la Famosa Silla del Moro. Por detrás ya se convierte en una gran montaña conocida con el nombre de Los Llanos de la Perdiz. Por ese punto la altura sobre el nivel del mar es ya de más de mil metros. La colina sobre la que se asienta la Alhambra tiene algo más de setecientos metros de altura.

15 - Por la muralla de la Alhambra
como en un paseo de ensueño

Junto a la Torre de los Siete Suelos dejo que el airecillo me acaricie. Mojo mis manos en los chorrillos de la fuente y miro al frente y miro a mi izquierda. Sé que ahora mismo estoy fuera del recinto amurallado. La acera que voy recorriendo discurre, desde la Torre del Agua y lugar por donde se encuentra el módulo de acceso al conjunto de la Alhambra, paralela a la vieja muralla hasta la Puerta de la Justicia, que es por donde se encuentra la entrada principal. Así que, desde Puente Nuevo y el Acueducto Real, Torre de la Carrera y Torre del Agua, la acera que llevo y la muralla que me acompaña, recorren de un extremo casi al otro, toda la colina que ocupa la Alhambra. Más de setecientos metros de largo. Y la colina me va quedando por mi derecha según avanzo hacia la Puerta de la Justicia.

¿Que si este lugar, Torre de Siete Suelos, es un buen sitio para trazar un recorrido por toda la muralla? Claro que lo es. Desde este punto, junto a la fuente con sus dos chorrillos, recreado por el airecillo que me refresca, arropado por la sombra de los árboles y contigo en mi alma, vamos a hacer un recorrido imaginario por la muralla que rodea a la Alhambra. Para que se nos queda más claro no solo el lugar donde fue construido este conjunto de palacios sino sus murallas y los puntos más destacados. Así que vente conmigo en mi pensamiento y, meciéndote en los columpios del alma, que voy a llevarte por todo el recorrido de la muralla de la Alhambra. Después entramos al recinto interior justo, como ya te he dicho, por la Puerta de la Justicia. Vamos y sonríe o canta o sueña, aunque esté en tu país lejano y pregunta lo que quieras mientras te voy explicando.

Seguimos por la acera que llevaba yo en solitario y, a pocos metros de la Torre de los Siete Suelos, nos encontramos con la Torre del Capitán. También le llaman Torre de la Bruja. Y un poco más adelante nos encontramos con la Torre de la Atalaya o de las Cabezas. Quiero decirte que, a la altura de estas dos torres, en el otro lado de la colina, el que mira al barrio del Albaicín, tenemos la Torre de los Picos, casi en línea recta con la Torre de la Atalaya y, el Torreón de Cadí, también casi en línea recta con el Torreón de la Bruja. Y por eso, es en esta parte justamente donde la colina tiene su mayor anchura. Si trazamos una línea recta desde la Torre de los Picos a la Torre de la Atalaya, tenemos casi 180 metros de anchura. Atravesaríamos la colina de un lado otro en su parte más ancha.

Me preguntas:
- ¿Es importante la torre donde ahora mismo estamos?
- La Torre de los Siete Suelos sí que es una atalaya importante. Lo fue en los lejanos tiempos y, aun hoy, lo sigue siendo.
- ¿Qué puedes contarme de ella?
- Pues que como ves, queda situada en la cara sur de la Alhambra. En tiempos lejanos fue la entrada más importante al recinto de esta cumbre. Los musulmanes la denominaban Bib «al-Gudur» o Puerta de los Pozos, debido a las mazmorras que existían en los campos situados frente a la torre, donde metían a los presos.
Dicen que ésta fue la puerta por la que Boabdil salió y entregó la Alhambra a los Reyes Católicos, pidiéndoles que nadie volviese a entrar por ella nunca más. Su nombre proviene de la creencia de siete pisos subterráneos bajo el baluarte que la defiende. Sólo se conocen dos. La construcción de la torre es posterior a la puerta, la cual posee encima del dintel la famosa frase: «sólo Dios es vencedor», al igual que la Puerta de la Justicia. Por esto se cree que ambas puertas son de la misma época.
Y oigo que me interrumpes para preguntarme:
- Y desde estas dos torres que dices, la de los picos y la de la atalaya ¿qué es lo que encontramos?
- ¿Preguntas qué es lo que hay dentro de la muralla justo en esta parte de la colina?
- Exactamente eso es lo que pregunto.
- Te lo contaré todo despacio y con detalle pero luego, para no perdernos. Vamos a seguir ahora muralla adelante. Su recorrido es largo y pasa por sitios muy concretos y bellos.
- Pues sigamos.

Y, al oírte tan llena de entusiasmo y con tantos deseos de conocer cosas y de compartir tu alegría y sueños, el corazón se me llena de gozo. Te digo:
- He soñado tantas veces venir contigo por aquí, lo he deseado con tanta ilusión y fuerza, que ahora que lo vivo no me creo que sea cierto.
Y me miras, te ríes y dices:
- Vamos y sigue tu ruta en mi compañía. Me gustan las cosas que me enseñas de la Alhambra, de Granada, de tu tierra… Quiero llevarme de estos lugares la mejor experiencia para tener siempre conmigo el mejor recuerdo. Como tú siempre has dicho: “El mayor de todos los gozos de esta vida es dejar detrás de sí las cosas siempre bien hechas”.
- Pues sigamos y mira atenta y escucha mis palabras y concéntrate también en la caricia del viento y en los sonidos del silencio. De esta manera aprenderás mucho más de lo que veas con los ojos y te digan mis palabras. Ya sabes: en el interior de las cosas, de los momentos y de las personas, es donde realmente mora la gran belleza.

16 - Las banderas y Torre de la Vela

La torre que sigue, en el trozo de muralla que aun nos queda por el lado sur de esta larga cumbre, se llama Torre de los Abencerrajes. La muralla continúa hasta el mismo puntal de la colina. Hasta ese punto y, desde la Torre de los Abencerrajes, se encuentran las siguientes torres: Torre de los Carros, Torre de Barba, Torre de la Justicia, Torre de la Sultana y Torre de la pólvora. Estas dos última ya en lo que, dentro del conjunto de la Alhambra, se le conoce con el nombre de Alcazaba. Y es aquí donde se eleva la famosa Torre de la Vela.

Me preguntas:
- ¿La Torre de la Vela es la que se ve desde muchos sitios de Granada ondeando siempre unas banderas?
- Esa es.
- ¿Y qué me puedes contar de ella?
- Que forma hilera, al final de la cumbre, con dos torres más: la de la Pólvora y la Torre de los Hidalgos. Justo en el centro de estas dos queda la famosa Torre de la Vela.
- ¿Por eso destaca tanto y se le ve desde tantos sitios?
- Por eso y por su gran altura. Es una torre muy bella.

La Torre de la Vela tiene 26,80 metros de alto y su planta mide 16 metros de lado. La base es maciza y tiene cuatro pisos con arcos apeados por pilares. Durante algún tiempo, esta torre se convirtió en vivienda, por lo que su aspecto ha cambiado con respecto al que tuvo en sus orígenes. En el segundo piso tuvo almenas hasta el siglo XVI. La ubicación actual de la campana, en la fachada occidental, es de 1840 y tuvo que ser reconstruida posteriormente debido a la caída de un rayo en 1882.

- ¿Y es cierto lo que se cuenta de esta campana?
- Se cuenta que, antiguamente su toque, servía como reloj nocturno a los agricultores de la Vega para regar sus campos. Comenzaba a sonar de 8 a 9:30 de la noche, y seguía sonando a distintos intervalos y con diferentes toques hasta las 3 o las 4 de la mañana. Esta campana también ha servido para llamar a los granadinos en caso de peligro. Hoy en día, es el día 2 de enero de cada año, cuando la Torre de la Vela y su campana recuperan el protagonismo que tuvo. En conmemoración de la fecha en la que los Reyes Católicos tomaron Granada, existe una tradición por la cual todas las muchachas solteras de la ciudad que hagan sonar la campana el 2 de enero, contraerán matrimonio antes de que termine el año.

Como me acompañas y, además, muy alegre y dispuesta en este recorrido, mitad sueño y el resto realidad, presente y recuerdo, me dices:
- Cuando vine con mis amigas por primera vez a visitar estas murallas recuerdo que fue por la Puerta de la Justicia por donde entramos. Pero tú me dices que, en sus primeros tiempos, para entrar a la Alhambra había más puertas. ¿Sabes cómo se llaman y dónde estaban?
Te contesto:
- Sí que lo sé y quiero decírtelo pero ahora seguimos con nuestro sencillo y hermoso recorrido por las torres de la muralla. Luego, en su momento, te digo lo que me preguntas y otras cosas más. La historia y los nombres de los sitios en la ciudadela de esta colina son extensos y densos.
Y respondes:
- Pues vale. Sigamos que me está gustando mucho la manera en que me enseñas este grandioso rincón de Granada.

Y, al oírte tan feliz y con tantas ganas de aprender y de compartir tu alegría, de nuevo el alma se me anima. Viene, del lado de Granada, un airecillo tan fresco y tan lleno de una esencia tan buena, que ya nada más que para respirar y alimentarse de este viento merece la pena subir a estos balcones de la Alhambra. Te pregunto, siguiendo con nuestro fascinante juego de amigos libres por los caminos del viento:
- ¿No ves como en la Torre de la Vela hondean la bandera mecida por el vientecillo perfumado que sube desde Granada?
- Sí que la veo. Y, al mismo tiempo, parece que me brinca en el alma como un chorro de fresca fuerza.
- ¿Y eso?

Guardas silencio unos segundos y luego me contestas:
- ¿Sabes? cuando hace casi un año, yo vine por primera vez a España y recorrí, también por vez primera las calles de Granada, una de las cosas que más me asombraba era la visión de esta torre y sus banderas desplegadas al viento, vista desde Plaza Nueva o la cristiana fuente del centro.
Para mí me dije que sí. Que lo que me estabas comentando era cierto. Porque a mí me ha pasado y me pasa lo mismo cada vez que voy por las calles del centro de Granada. Al mirar para la cumbre de esta colina siempre veo clavada en ella la gran torre y las banderas jugando con el viento. Te digo:
- Me gusta esto y por eso lo tengo anotado en mi cuaderno. Para compartirlo con alguna persona buena el día que ella quiera. Pero y, estos momentos, más me gusta oír tu voz y desde la música de ella, conocer las cosas que llevas en tu corazón. Por eso te pregunto: Y ahora que ya llevas tanto tiempo aquí en Granada ¿qué sigues pensando de esta torre y sus banderas cuando la ves desde los rincones de las calles que me has dicho?
Y muy decidida y segura me respondes:
- Que es como un sueño fantástico los juegos que las banderas de la Torre de la Vela, siempre tiene con el viento.
- ¿Un sueño fantástico?
- Sí. Y quiero explicártelo lento y con todos los detalles. Para compartir contigo la alegría que me producen las cosas sencillas de tu tierra y para que compruebes que soy agradecida.

17 - La muralla de la Alhambra por el lado del Albaicín
Mirando las cosas desde dentro

Procura cuando camines
Coger la flor de las cosas.

Desde el balcón que, entre los dos hemos construido en el viento y, suspendidos en el camino que también por el viento hemos trazado, nos disponemos a caminar muralla adelante. Por el trozo que aun nos queda por conocer. El que mira al barrio del Albaicín y se asoma al barranco del río.

Contigo en mi mente, toda transformada en recuerdos y soñándote en la lejanía de tu país blanco, me encuentro junto a la Torre de los Hidalgos. Alegre mi corazón y llena de luz el alma por tu presencia. Veo que tu cara brilla con esa luz especial que siempre mana de tu sonrisa. Por eso te doy las gracias y por tu compañía y por eso te digo:
- Te irás o te has ido ya a Rusia, tu gran país, pero llévate contigo y guárdala para siempre la imagen de la Alhambra vestida de verde y recostada sobre su colina. Vamos, ven conmigo que te la explico un poco más. Aun tengo tiempo y la tarde, aunque atravesada de dolor y solitaria, está llena de dicha clara. De ti, de eternidad florecida en mi esperanza.

Me miras y me preguntas:
- ¿Me vas a explicar las torres que todavía nos quedan por este trozo de muralla de la Alhambra?
- Voy a explicártelas brevemente mientras las recorro contigo. Pero también voy a enseñarte parte de los bellos sueños que en tu corazón llevas.
- Pues, venga, empieza.
Y, desde la Torre de los Hidalgos, en el trozo de la Alhambra que lleva el nombre de Alcazaba, avanzamos y te digo
- La siguiente torre se llama de las Armas. Después de ésta vienen cuatro en hilera, que ocupan toda la fachada principal del Alcazaba. Por eso estas torres no están en la muralla exterior de la Alhambra sino en el lateral oeste de la Plaza de los Aljibes. Y son las siguientes: Torre del Cubo, Torre del Homenaje, Torre Quebrada y Torre Hueca.

Seguimos por la muralla que rodea a la Alhambra y enseguida nos encontramos dos torres menores. La Torre de Mohamed y la de Torre de Machuca. Y luego viene la mayor de todas las torres que hay en este hermoso recinto, la Torre de Comares. Te la explico despacio porque su categoría así lo merece.

Tiene esta torre palacio una altura de 45 metros. Su nombre es por las vidrieras de colores de los balcones que iluminan la gran sala que ocupa el interior de la torre, denominadas «comarías». Entre los muros de la Sala de la Barca y los de la sala inmediata hay un pasadizo con dos puertas. La de la izquierda lleva a las habitaciones superiores del torreón. Era el dormitorio de invierno del sultán y la salida a la terraza de la torre. La puerta de la derecha permite llegar a una habitación con un nicho al fondo, con arco de herradura apuntado, decorado de ataurique.

La torre tiene varias ventanas en sus cuatro fachadas, con gárgolas como las de la Torre de la Justicia y almenas a las que les añadieron remates piramidales en el siglo XVI. En el interior se encuentra el Salón de los Embajadores.

Se dice que en esta torre se celebró el Consejo en el que se acordó entregar Granada a los Reyes Católicos. Cuentan que desde uno de sus balcones, la madre de Boabdil, al saber que su hijo estaba negociando con los cristianos la rendición, le dijo: «Mira lo que entregas y acuérdate de que todos tus antepasados murieron reyes de Granada y el reino muere en ti». También dice la leyenda que fue aquí donde Cristóbal Colón convenció a los Reyes Católicos de su expedición a las Indias por Occidente que le llevó al descubrimiento de América el 12 de Octubre de 1492, y donde la reina Isabel le ofrece a Colón sus joyas para financiar el viaje.

Me preguntas:
- ¿Esta torre que me dices es la que se ve tan majestuosa desde el mirador de San Nicolás, en el barrio del Albaicín?
- Es la misma. Desde aquel mirador son tres las torres majestuosas que se divisan: la Torre de la Vela, la Torre el Homenaje y la gran Torre de Comares.
- Algo más que tengo claro. Sigue que continuo escuchando.
- Ya es poco el trozo de muralla que nos queda para cerrar el círculo donde lo comenzamos, en la Torre de los Picos.
- ¿Cuántas más quedan desde la Torre de Comares hasta la que cierra el círculo?
- Solo tres y la Torre de los Picos, cuatro. La primera y siguiente a la de Comares es la Torre del Peinador. Y le sigue otra también importante: la Torre de las Damas.
- ¿Por qué es importante esta última torre?

Y, despacio pero sin extenderme mucho, te explico:
- Porque la Torre de las Damas, está formada por un pórtico, una sala cuadrada y una escalera que da acceso a un mirador de construcción posterior, desde el que se puede contemplar el valle del Darro. Los cinco arcos del pórtico, de los que sólo se conserva el central, están sostenidos por columnas de mármol, aunque antes lo estaban por pilares de ladrillo.

A la izquierda de esta torre se encuentran tres pequeñas casas árabes, construidas después que la torre y adosadas a ella. En una de ellas se descubrieron unas pinturas que, aunque deterioradas e incompletas, son las únicas de este tipo de la España musulmana. Realizadas en la primera mitad del s. XIV, representan escenas de cacería, animales fantásticos, hombres y mujeres con músicos y cantores y la llegada a un campamento de una expedición guerrera.

De nuevo me das las gracias por las cosas que esta tarde estamos compartiendo y seguimos. Te aclaro:
- Ya solo nos queda la Torre del Oratorio y nos encajamos en la que cierra nuestro recorrido por la muralla Exterior de la Alhambra: la Torre de los Picos.
Me preguntas:
- ¿Y también sabes por qué se llama de este modo?
- Se llama así por sus almenas terminadas en pirámides de ladrillo. Realizada a fines del s. XIII o comienzos del XIV, sorprende su arquitectura gótica, sin que se conozca a qué es debido este hecho.

Servía para defender una entrada de la fortaleza que comunicaba con el Generalife. Un pasadizo, que termina en la Puerta del Arrabal, conduce a los cuarteles y baluarte que formaban la defensa de dicha fortaleza. Tenemos aquí la Puerta de Hierro, que fue reconstruida junto con el baluarte por los Reyes Católicos.
Es el más importante de los edificios de magnates que vivían en torno al Palacio Real en la época árabe y, su decoración, es la más antigua de la Alhambra. Ha sido conocida por múltiples nombres, según el habitante que la ocupara en cada momento, aunque desde finales del s. XVIII tomó su nombre actual. En un principio el edificio fue llamado "Partal", que significa pórtico, por el que formaban sus cinco arcos, que se reflejan en el estanque rectangular que hay entre ellos. Hasta 1924, año en que terminó su restauración, sufrió numerosas reformas por parte de sus distintos ocupantes para adaptarla como vivienda.

Justo sobre esta torre terminamos el recorrido que, en forma de sueño o fantasía mágica, hemos trazado por todo el perímetro de la muralla de la Alhambra. Alzados en el balcón de viento por encima del gran conjunto de la colina y, por eso dueños de la tarde, del espacio, del airecillo, de los paisajes y de los sueños. Te digo:
- Y ahora, mira para el río.
Por el río Darro y, abajo en el gran barranco, nos queda el famoso Paseo de los Tristes con su plaza, sus puentes de piedra y las estrechas calles que suben por la cuesta. O al revés:

Son las calles que chorrean,
desde el barrio del Albaicín,
y bajan por las laderas
buscando dónde dormir.
¡Mira qué son bellas
las calles del Albaicín!

También ahí, las terrazas de los bares, los turistas amontonados comiendo, bebiendo y embelesándose con la robusta figura de la Alhambra sobre la colina excelsa. Me dices:
- Estoy haciendo lo que me pides y descubro que todo me parece pequeño, muy pequeño, visto desde este especial mirador nuestro, como colgado de las estrellas. Las personas que por allí caminan y los que hay en las terrazas de los bares, casi se quedan perdidos entre los árboles y las sombras del río. ¡Qué pequeños y qué poca cosa! Como si fueran muñecos hechos de tierra que se mueve por ahí buscando, sabe Dios qué. Y por eso ¿y sabes lo que pienso?
- Dímelo.
- Que yo sería ahora mismo una más entres esas personas sino fuera por ti. Y, sin embargo, estoy elevada en un balcón, sobre la Albaicín, sobre Granada, sobre el río Darro, sobre la Alhambra… Como si ya tuviera en mi propiedad y para siempre un pequeño paraíso casi en las puertas del cielo y por los prados de las estrellas. Como si fuera dueña de un mundo superior y mucho más importante y bello. Nunca creí que en Granada, alguien me enseñara a ver las cosas de esta manera, desde los balcones del viento, desde la dimensión de la eternidad, desde el reino de la Belleza.

Y guardaste silencio y yo guardé silencio. Me alegré en mi corazón que fueras capaz de sentir una realidad nueva, la que es diferente, la que no pertenece ni a este suelo ni nadie puede conseguir nunca ni con todo el dinero del mundo. Y más me alegré cuando descubrí que estabas viendo las cosas desde esta belleza que las cosas muestran cuando se miran desde dentro. Por eso te dije:
- Es este un trozo de la ciudad de Granada que, desde que te conocí, he deseado enseñarte. Es la otra realidad, la que todos andamos buscando desde que nacemos hasta el último día de vida en esta tierra.
Y me diste las gracias diciendo:
- Luego, cuando pase un rato y de nuevo vaya contigo por el suelo, quiero irme por las sombras del bosque que rodea a la Alhambra por el lado sur. Quiero sentarme en uno de los bancos que hay entre esos jardines.
- ¿Y para qué quieres eso?
- Sentada en la sombra de esos árboles, voy a ponerme a oír la música rusa que un día me regalaste. Quiero gustarla desde aquí y así ver si soy capaz, al menos en sueño, de unir Rusia con España y mi ciudad de Kazán con esta ciudad de Granada. Para sentir y soñar que las fronteras y los idiomas y las culturas no deben separar nunca a las personas sino unirnos en lo universal: en el corazón, en el alma, en los sueños…

Y ahora soy yo el que te da las gracias. Por estar a mi lado, por dejarme enseñarte la belleza que las cosas tienen dentro y por haber sido capaz de ver conmigo la Alhambra de una forma diferente a como lo hacen todos los que por aquí vienen. Te doy las gracias otra vez y te dije:
- Si me lo permites, quiero también sentarme contigo en los bancos que me has dicho. A tu lado y a la sombra de los bosques de la Alhambra de Granada. Para gozar de esa música rusa que tanto te gusta y comprobar a qué sabe saboreada desde aquí. Porque quiero soñar, como tú, que las fronteras entre los países del mundo no sirven para nada. Porque, cuando las personas caminamos por la vida cogiendo solo las flores de las cosas, como nosotros hoy, el mundo entero se transforma en algo nuevo. En una realidad tan fantásticamente bella como esta tarde los dos estamos comprobando.

Y, a continuación te dije:
- ¿Sabes? Yo creo firmemente que si no hubiera eternidad, si no hubiera cielo, si nunca se hacen reales los sueños que soñamos, las cosas son y serán siempre pura materia. Vacía de todo. Pero también creo que, solo porque la belleza es real y existe y tiene vida propia, tiene que ser real la eternidad. Debe existir un sitio, en algún lugar del Universo, donde permanezca para siempre la belleza, lo hermosos, los sueños… Por eso creo firmemente en la eternidad, en el cielo, en la inmortalidad. En un mundo muy superior a este y sin fronteras ni idiomas ni culturas que separen a las personas.